Málaga

Fascinante Croacia: El bosque de robles

Panorama medieval de Dubrovnick.

Panorama medieval de Dubrovnick. / M. H.

El escritor montenegrino Mirko Kovač, en su novela La ciudad en el espejo, cuenta que si al atardecer crepuscular enfocas un espejo hacia el mar se reflejan los perfiles de Dubrovnik. O eso dice que le contaba su abuelo para trasmitirle el hechizo de esa increíble ciudad también conocida como La perla del Adriático. Y mucho más que hechicera lo es para Bernard Shaw, ya que llegó a decir que: “aquellos que buscan el paraíso en la Tierra deberían venir a Dubrovnik”.

Todo comenzó cuando unos griegos procedentes de Sicilia, en el siglo IV a.C., se asentaron en una pequeña y estrecha península cubierta de pinos, cipreses y palmeras, y fundaron la colonia de Cavtat. Esa colonia pasó a estar dominada por la todopoderosa Roma bajo el nombre de Epidaurum. Pero en el año 615, la ciudad fue arrasada por los ávaros provocando la huida de sus habitantes que se refugiaron en una rocosa colina, no lejos de Cavtat, llamada Ragusa. Tal fue el nombre que le dieron al nuevo asentamiento. Un tiempo después, otras tribus eslavas se asentaron en las boscosas colinas cercanas cubiertas de frondosos robledales. Con el tiempo terminaron fusionándose en una sola ciudad bajo el nombre de Ragusa. Así se llamó hasta 1918 que, durante lo que fue el Reino de Yugoslavia, pasó a llamarse Dubrovnik que en croata significa bosque de robles.

La nueva ciudad, nacida bajo el dominio de Bizancio, comenzó muy pronto a gozar de una gran prosperidad económica, en parte debido a mantener una considerable autonomía. Autonomía que siempre tuvo a pesar de los vaivenes de su historia. Desde el siglo XIII, y hasta mitad del XIV, perteneció a La Serenísima República de Venecia, pero a la muerte de Ludovico (Luis I) pasó a depender de Hungría, si bien gozó de una casi total independencia a cambio del pago de un tributo. Posteriormente, con los turcos conseguirían un acuerdo similar, lo que le permitió convertirse en la conexión entre venecianos y otomanos. Con ello se beneficiaron “pescando” en ambas orillas. La República de Ragusa se fue enriqueciendo y ampliando su patio de operaciones en el que se desarrollaba el comercio entre oriente y occidente. En los siglos XV y XVI, considerados su edad de oro, llegó a tener una flota de más de quinientos navíos y establecer depósitos en el Imperio Otomano y en Europa, llegando, en esta última, a tener representación diplomática en todos sus países. Su decadencia comenzó cuando se abrieron las nuevas rutas comerciales con el Nuevo Mundo.

Recién estrenado el siglo XIX fue ocupada por los franceses y Napoleón decretó el fin de la República de Ragusa. Tras los franceses pasó a manos de los austriacos y Dubrovnik dejó de brillar en el firmamento de las ciudades estrellas, pero nunca dejó de tener cierta importancia, reflejo de lo que había llegado a ser, en el mundo de la cultura, las artes y las ciencias. El siglo XX, pese a que se libró de los bombardeos de la Primera y de la Segunda Guerra Mundial, el destino no quiso que se librase en la cruel Guerra de Yugoslavia. El hecho es que, en 1991, Dubrovnik sufrió el peor y más terrible ataque de su historia. Los bombardeos de las tropas serbias y montenegrinas, durante seis meses, redujeron a escombros la ciudad. Pero se hizo el milagro, gracias al tesón y esfuerzo de un pueblo ejemplar como lo es el pueblo croata se reconstruyó en un tiempo record, devolviéndole su fisonomía anterior y hoy, declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, Dubrovnik brilla entre las más bellas y fascinantes ciudades de Europa.

El pueblo más meridional, muy cerca de la frontera con Montenegro al sur y Bosnia-Herzegovina al sureste, es Cavtat, conocida también como la Ragusa Antigua. Ciudad eminentemente turística, tiene un casco histórico en el que lo más sobresaliente es su bonito Paseo Marítimo que rodea la península donde se asienta y ofrece unas preciosas vistas de sus playas de rocas, peñascos, guijarros, acantilados, calas de ensueño y naturaleza salvaje. En él se encuentra el renacentista palacio del Conde, construido para albergar la capitanía de la República de Ragusa y que hoy, además de contener al Ayuntamiento, es el Museo de la Colección de Baltazar Bogiai, un célebre jurista del siglo XIX.

También, en el mismo paseo, se encuentra la iglesia de San Blas de finales del siglo XV. En el centro del pueblo hay una colina que está coronada con un mausoleo construido por una de las familias importantes de Cavtat; es del siglo XX, tiene planta circular y su construcción se hizo con piedra blanca. Desde el mausoleo las vistas panorámicas son impresionantes.

Son once los kilómetros que separan a Cavtat de Dubrovnik. Desde la carretera que las une, que circula elevada unos cuarenta metros sobre el nivel del mar, se disfruta de una panorámica de la Perla del Adriático que hechiza y deleita por su incontenible belleza. Dubrovnik no solo hechiza, sino que al seducir subyuga hasta dejar atrapado a quién la contempla. Ahora que tanto éxito tiene, tanto en la literatura como en el cine y la televisión, la fantasía épica, nada tiene de extraño, que los productores de la serie televisiva Juego de Tronos hayan elegido a Croacia como escenario.

En Dubrovnik, en sus murallas y el fuerte Lovrijenac, se asienta Desembarco del Rey, capital de los Siete Reinos de Poniente, y la Fortaleza Roja, residencia del Rey. Y digo que nada tiene de extraño porque en Dubrovnik se siente la emoción de estar viviendo la épica medieval europea. También formó parte de los escenarios de Juego de Tronos la isla de Lokrum. Antesala de Dubrovnik, separada de ella por unos cientos de metros, como un bosque emergiendo del mar, es un parque natural extraordinariamente frondoso, por lo que se la conoce como la isla verde o, más sugestivo y romántico, la isla del amor.

Al sur, abrazado por la exuberante vegetación, hubo un convento benedictino del siglo XI. Durante la primera mitad del siglo XIX los franceses y después los austriacos la fortificaron, hasta que, en 1859, el archiduque austriaco Maximiliano, que fue nada más y nada menos que emperador de Méjico, hizo su residencia de verano, junto a las ruinas del convento, con estilo neogótico y añadiéndole una torre. Hoy es el Museo de Ciencias Naturales. Y en otra colina, sobrevive la fortaleza Fort Royal que tiene planta de estrella y fue construida por los franceses.

Esta isla es sin duda una de las más bellas de la costa croata. Claro que en la costa dálmata hay tantas islas bellas que todas son una de ellas. Su nombre, Lokrum, deriva del latín acrumen ya que abundaban los naranjos bordes, o sea, salvajes, cuyos frutos eran las naranjas ácidas. Según la leyenda, aunque tiene todos los visos de que fuese un hecho real, en ella estuvo Ricardo Corazón de León que nunca la olvidó. Cuenta que a su vuelta de Tierra Santa, en 1192, después de la Tercera Cruzada, frente a la costa de Dubrovnik, muy cerca de Lokrum, le sobrevino una tormenta huracanada, con olas y vientos de tan malos presagios que juró que, si sobrevivía a ella, mandaría levantar una iglesia allá donde pusiese pie en tierra firme. Tras luchar horas contra el mar embravecido consiguió llevar la nave hasta la bahía de Lokrum donde pudo refugiarse.No olvidó el rey inglés su juramento y decidió hacer en Lokrum la iglesia. Pero los habitantes de Dubrovnik le convencieron de que era mucho mejor que la iglesia se hiciese en la ciudad. Aceptó el rey la propuesta y dejó cien mil monedas de oro a una persona de su confianza para llevar a cabo el proyecto. La iglesia, de estilo románico, fue destruida por un terremoto en el año 1667. En su lugar se construyó la actual catedral de Dubrovnik que se terminó en el siglo XVIII.

Lokrum es, sin duda, una isla encantada que deja encantado a quién la visita. Por tener, tiene hasta un lago de agua salada y por ella, entre su flora silvestre y plantas exóticas, se pasean junto a los visitantes conejos y pavos reales. Sus playas rocosas son espectaculares y unos cuantos restaurantes solucionan la ingesta de mediodía con unas magníficas cazuelas de marisco.

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