Málaga

"Yo no domino al lenguaje, él me domina a mí", José Manuel Cabra de Luna, escritor

José Manuel Cabra de Luna

José Manuel Cabra de Luna / Javier Albiñana

La ausencia de palabras, y la existencia de las mismas; podría decirse que ese es uno de los numerosos y complejos temas que atañe el último libro de José Manuel Cabra de Luna, La Palabra y el silenciobajo el sello de Eda Libros.

La presentación de dicha obra, que ha tenido lugar este martes 30 de abril en el Museo del Patrimonio Municipal (MUPAM), ha contado con la participación de Antonio Álvarez de la Rosa, catedrático de Literatura francesa de la Universidad de La Laguna y traductor, además de la presencia del autor.

Quien lo diría, que en el encorsetado mundo jurídico del derecho hay cabida para el arte. La prueba de ello es el mismo Cabra, un abogado mercantilista, autor de monografías y estudios sobre pintores como Manuel Barbadillo, Enrique Brinkmann o Francisco Peinado. Como escritor ya ha publicado varios libros de poesía, entre los que se incluyen Motivos y comentarios en torno a la Lex Flavia, De los que frecuentan las alturas o Las palabras del agua, entre otros.

Pintor, grabador, poeta y crítico de arte, continua explorando las intersecciones entre el derecho y el arte, demostrando que la expresión creativa no conoce de fronteras profesionales. "Yo no domino al lenguaje, él me domina a mí", ha confesado el poeta, que admite levantarse por las mañanas "con unas cuantas tildes, otras pocas de comas, unos puntos" y conforme va escribiendo "las voy soltando".

Para quienes se pregunten por la trama, los personajes, o el hilo conductor, simplemente son inexistentes. "Yo no he pretendido contar ninguna historia. Aquí no hay historias. Aquí no hay ni personajes. Solo yo mismo o alguien que les parecerá un poco raro al principio", afirma Cabra, que argumenta que si algo hay, eso es reflexión. "Este libro en realidad trata del lenguaje, de las palabras. Y paradójicamente, las palabras son las únicas que nos pueden llevar al silencio al que aspiramos en el fondo de nuestro corazón".

Y es que el silencio es uno de los grandes protagonistas de esta obra, que Cabra describe como un tanto "especial" y algo "extraña". "Esa es la paradoja del hombre, que solo tiene el instrumento de la palabra para llegar al silencio", explica, refiriéndose al silencio como una línea de meta o incluso una aspiración.

Según Cabra, ha sido el libro el que se ha ido construyendo a sí mismo con el tiempo: "En principio no lo tenía en mente, ha sido un dejar ir al lenguaje". Y aunque no haya una temática diferenciada, si que hay una clara inspiración en escritores a los que admira, como Samuel Beckett e incluso en su propia obra. Ya que a lo largo del tomo, el autor va rescatando una serie de textos que publicó en un medio local hace 30 años.

Algunos de esos fragmentos los ha comparado con su escritura y percepción actual de la vida y el lenguaje, identificándose con Borges al coincidir con él en la idea de que un texto se transforma cada vez que es leído: "El texto que yo leía o lo que escribía con 25 años, no tiene nada que ver con lo que hoy soy capaz de leer o escribir. Hay poemas de los que tengo hasta seis versiones diferentes, y unas veces me gustan más unas, y otras veces me gustan más otras".

En este sentido, el malagueño ha señalado que el libro está escrito a la manera de los filósofos presocráticos: "Algunos filósofos poetas, o poetas filósofos, supieron que el lenguaje tiene vida propia, que es el que habla a través de nosotros, y que las palabras van jugando con los significados, cambiando. Inmersos en el mundo de las palabras, se dieron cuenta de que hay que dejarse llevar por el lenguaje, sumergirse en ese río que siempre cambia, como decía Heráclito".

Reconocido tanto en el ámbito legal como en el artístico, durante su diálogo, Cabra ha ido desvelando las múltiples capas de su construcción literaria y visual, refiriéndose a la creación como un proceso "misterioso y muy huidizo", que se resiste a ser explicado. Al final el artista ha confesado que su truco tanto para escribir como para pintar, es dejarse llevar: "A veces uno ve que determinados colores van bien con otros, o que determinadas palabras convergen con otras. Y al final el lenguaje, es capaz de invadir y de dominarnos, como el arte o los colores. Humildemente hay que ir aceptando que somos muchos menos dueños de nosotros de lo que creemos".

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