Málaga

Unos 150.000 malagueños consumen tranquilizantes de manera habitual

Un farmacéutico enseña cajas de distintos tipos de benzodiacepinas.

Un farmacéutico enseña cajas de distintos tipos de benzodiacepinas. / M. H.

Vivir sin tranquilizantes es posible. Ese es el eslogan y el objetivo de una campaña que unió hace ya un par de años a la Consejería de Salud y a una veintena de organizaciones sanitarias no sólo para frenar el aumento en su consumo sino incluso para reducirlo.

Porque estos fármacos son útiles para tratar la ansiedad o el insomnio grave durante un periodo corto de tiempo. Pero si su uso se prolonga en casos en los que no es necesario, los perjuicios son mayores que los beneficios dado que pueden acarrear mayor deterioro cognitivo, caídas, accidentes y hasta adicción.

Las estimaciones de la Administración sanitaria cifra en 10% el porcentaje de andaluces –entre ellos los malagueños– que son consumidores crónicos de las llamadas benzodiacepinas. En la provincia ello supone más de 150.000 personas. Del total de consumidores habituales, siete de cada 10 son mujeres, la mitad son mayores de 65 años y en torno al 82% está en edad de conducir.

Estos dos últimos datos son importantes porque significan que la mitad aún está en periodo laboral y que cuatro de cada cinco pueden usar el coche. Y precisamente con estos medicamentos se desaconsejan hacer ciertas actividades por el mayor riesgo de accidentes.

Material de la campaña 'Benzostopjuntos'. Material de la campaña 'Benzostopjuntos'.

Material de la campaña 'Benzostopjuntos'. / Javier Albiñana

“Hay un consumo muy relevante de ansiolíticos. Quizás por el ritmo de vida, el estrés... Pero pueden interferir con la calidad de vida generando menor concentración. Sin el debido seguimiento, puede haber un abuso y generar dependencia”, advierte el presidente de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) en Andalucía, Higinio Flores.

Los tranquilizantes más utilizados son lorazepam, alprazolam, lormetazepam, bromazepam o zolpidem, entre otros. Su uso no se recomienda más allá de dos o cuatro semanas. Por eso Flores apunta que pasado ese tiempo, en un alto porcentaje de casos hay “abuso o adicción”.

Para atajar este problema, fue que la Consejería de Salud y una veintena de organizaciones de médicos, enfermeros, farmacéuticos, pacientes, consumidores, trabajadores sociales y profesionales de Salud Mental respaldaron la campaña Benzostopjuntos. En el caso de Málaga, la iniciativa se pilotó en 2022 en el centro de salud Trinidad-Jesús Cautivo y en 18 farmacias de su entorno. Según los datos de la Administración sanitaria, el programa logró reducir un 2,5% el consumo de tranquilizantes.

La campaña tenía su razón. Entre 2018 y 2021 se produjo de media un incremento anual de su consumo del 4%. El periodo de mayor crecimiento fue el primer año de la pandemia –2020–, cuando aumentó un 6,7%. El Distrito Málaga, con 102,27, es el séptimo con mayor tasa andaluza de consumo y está por encima de la media autonómica, situada en 93,74.

Desde la SEMG se apunta que la finalidad de la campaña Benzostopjuntos no es por el control del gasto farmacéutico, sino de un problema de salud. “Hay fármacos muchísimos más costosos. No es por el gasto, es para que no haya abusos porque eso es fundamental para la salud”, explica Flores.

Sobre los precios de los tranquilizantes, un farmacéutico de una botica del centro de Málaga que prefería guardar su anonimato confirmaba que una caja para un mes puede oscilar entre 1,72 y 2,59 euros. Si se añade que el copago puede ser de 10, 40 ó 50% del total, el coste es aún menor para el consumidor. “Pero la gente no es consciente de que enganchan”, resaltaba. A continuación apuntaba que hay otros medicamentos para dormir que no son benzodiacepinas, pero que la caja para unas tres semanas cuesta en torno a 10 euros.

Una farmacéutica que también prefería no dar su nombre, apuntaba que las benzodiacepinas se dispensan bajo receta. Por lo tanto, apuntaba, las tiene que prescribir un médico. “Si hay un alto nivel de prescripción de estos fármacos es porque se sienten presionados o les resulta más fácil recetarlos”, opinaba. No obstante, aclaraba que desde hace un tiempo nota que las prescripciones son de menor duración y que están más controladas por los facultativos.

“En mi consulta, intento que esos fármacos los tomen sólo quienes los necesitan y por el tiempo que lo necesiten”, aseguraba un facultativo de un centro de salud de Málaga. Acotaba: “Parece que las pastillas son la solución de todo y no es así. A veces hace falta que pase el tiempo, porque la solución es que pase un duelo o se solvente un problema. Y si no se soluciona, hay que aceptarlo”.

Un farmacéutico que participó en el pilotaje del programa Benzostopjuntos reconocía que el excesivo consumo de tranquilizantes, sedantes o ansiolíticos “son un problema difícil de resolver”. Por ello reflexionaba que “tiene que ser un trabajo conjunto” de la Consejería de Salud con las organizaciones de profesionales sanitarios y de pacientes. Además, apostaba por relanzar y reforzar esta iniciativa para rebajar el “preocupante” consumo de benzodiacepinas.

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