H ACE unos meses me topé con una actuación municipal que sólo supe abrazar con agradecimiento: en mi camino hacia el centro encontré a los operarios trabajando en el asfaltado del cruce entre Cobertizo del Conde y Lagunillas, una intervención que venía siendo urgente desde hacía años dada la situación, bacheada y degradada en extremo, del firme. Cabía esperar, ya puestos, un acondicionamiento más exhaustivo de la zona con tal de que venir a pie o en coche desde la Cruz Verde no significara verse metido en una trampa para gatos, pero bueno, vale, menos da una piedra. Pasado el tiempo y terminada la actuación, el resultado presenta una incomprensible elevación del terreno, con el consiguiente y peligroso socavón, y con la resolución en el cruce de algo que sólo puede definirse como una rotonda surrealista (invito a cualquier interesado a que se dé una vuelta y comprobarlo con sus propios ojos), impractible en cualquier sentido de la palabra rotonda. Es decir, que nos cambiaron los baches por dos rampas, una para subir y otra para bajar, y un enorme círculo de pintura blanca en el asfalto que a saber lo que quiere decir (tal vez sea un símbolo puesto como un mensaje para los extraterrestres, como las líneas de Nazca). Las ratas siguen campando a sus anchas en la zona, aunque ahora tienen al menos toboganes en los que divertirse. En el otro extremo de Lagunillas, en la Plaza de la Victoria, junto al monumento a Miguel de los Reyes, el Ayuntamiento decidió jubilar la (ésta sí) existente rotonda y poner una placita para, dado que todo hijo de vecino cruzaba por ahí a pie, ganar espacio a los peatones y evitar así que quedaran tan expuestos. El problema es que si los peatones cruzaban antes a lo turco (con perdón) para acortar la ruta y no tener que desplazarse hasta el paso de peatones del Altozano, resulta que el mismo paso sigue estando más o menos donde estaba, de manera que las infracciones peatonales siguen dándose con igual alegría. La placita, eso sí, ha quedado bien coqueta, con sus bancos para sentarse y todo, lo que no es poco. Además, donde parecía cantado que iban a abrir un bar han puesto finalmente una peluquería, con lo que, de momento, no hay riesgo de invasión de terrazas. Lo mejor de todo es que abrieron muy cerquita, junto al despacho de loterías, una floristería espectacular, que es lo que más alegría ha dado al entorno. Por lo demás, alegrías, pocas.

Ahora pone sobre la mesa el Ayuntamiento un informe de su particular Pepito Grillo, el Observatorio de Medio Ambiente Urbano (OMAU), con un diagnóstico realizado entre finales de 2019 y comienzos de 2020 que alertaba de lo que ya sabemos desde mucho antes: la escasa actividad comercial, la degradación de la zona, el aislamiento del núcleo y su proximidad al centro convierten todo esto en una presa fácil para los apartamentos turísticos, y de hecho hay algunas construcciones actualmente en curso anunciadas para tal fin. Justamente, el OMAU recomienda en su informe limitar en Lagunillas la actividad hostelera que tiene que ver con los apartamentos turísticos como condición sine qua non para su supervivencia, pero ya sabemos lo que hace el Ayuntamiento con los informes del OMAU cuando contradice sus intereses. Si se trataba sólo de echar la culpa a la Junta (que la tiene) por el fiasco de las tecnocasas, los resultados no podían ser otros. Ahora sí podemos decir que el Ayuntamiento ha dejado caer a Lagunillas por su propio peso mientras miraba para otro lado. A qué nos sonará esto.

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