Yllegó otro 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer. Cómo otros años, en España el feminismo se presenta dividido. Sin embargo, los conflictos internos en fines, objetivos o políticas concretas de este movimiento social no malogran su acuciante necesidad. Vivimos un mundo complejo en el que los temas de este siglo XXI posiblemente son y serán la mujer, el medio ambiente, la desigualdad y las guerras. Por tanto, el siglo XXI será con ellas o no será.

El Día de la Mujer debe servir para recordarnos que el feminismo es un movimiento que combinó a lo largo de su historia la reflexión junto con la reivindicación. Sin embargo, es a partir del 68 cuando surge la frase que más le define: ‘lo personal es político’. La frase subraya la conexión entre la experiencia personal de las mujeres y su subordinación como tales. Asimismo, implica una apertura de los asuntos “privados o “sociales” a la discusión y al análisis político y una explicación de la naturaleza sistemática de la opresión de las mujeres. Kate Millett exploró de manera sistemática esta consigna del feminismo de segunda ola. En su libro de 1970, Política sexual se plantea que es necesario desarrollar una psicología y una filosofía de las relaciones de poder que vayan mucho más allá de los límites marcados por la política tradicional. Millett se proponía “demostrar que el sexo es una categoría social impregnada de política”. Definió el terreno de lo privado –la familia, la reproducción, la sexualidad, la violencia contra las mujeres- como núcleo de la subordinación de las mujeres.

De este modo, el feminismo abrió una vía independiente de temas y luchas que tienen que ver con ese espacio de politización de lo privado: la jornada interminable, el techo de cristal, la brecha salarial, la desigualdad representativa en las instituciones y en las empresas (Ministerios, Parlamentos y Consejos de Administración de las empresas) y, por supuesto, problemas sociales concretos: la violencia de género, entre otros. Esto exige cambios políticos, leyes, cuotas, etc, pero también un cambio de valores y de conductas en la vida cotidiana de los hombres en su relación con las mujeres.

Desde los 60 hasta hoy, se produjo una feminización de la política, es decir, que muchas de las reivindicaciones del feminismo se llevaron a las instituciones –se crearon Ministerios de la Mujer-, llegaron al poder Primeras Ministras y se crearon políticas que favorecieron la conciliación de las mujeres y les permitió ocupar mejores puestos de trabajo y desarrollar su carrera profesional. Sin embargo, los avances no nos ocultan los problemas: tener un hijo sigue siendo casi siempre un problema para el desarrollo profesional de las mujeres. Otro problema es la violencia de género. El camino es largo. Gloria Steinem escribió: “Una persona feminista es cualquiera que reconozca la igualdad y la plena humanidad en mujeres y hombres”. Una buena definición para seguir adelante.

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