El fondo del mar

Los pintores y los psicólogos saben que un color claro oscurece el color que está a su lado

Mientras escribo esto hay cinco personas vivas en el fondo del mar, donde lo único vivo son las algas y los peces con dientes de sierra que vemos en nuestras pesadillas. Tal vez todo el revuelo provenga de esa anomalía. Hay vida en el territorio de la muerte. Hay algo en ese aparente vacío.

Funcionamos así. Los pintores y los psicólogos saben que un color claro oscurece el color que está a su lado. Todo en la vida tiene la raíz en otro sitio, de todo esperamos algo. Dijo o escribió Platón que aprender es recordar, traer a nuestro mundo una verdad que andaba sola, flotando alegremente en un vacío eterno. Buscarle el sentido a las cosas es, en el fondo, recordar, comparar. Todo se proyecta sobre un mapa, un fondo, y es tal vez por eso por lo que recordamos mejor los nombres raros, porque casi todos los nombres son los mismos, o por lo que recordamos mejor los malos momentos, porque la base de todo es la infancia, donde habitan la felicidad y el olvido y el engaño.

En todo esperamos ver lo esperado. Nikola Jokic es un hombretón gordote y serbio y taciturno que ha ganado la NBA y ha sido el mejor jugador de la temporada desplegando un juego extraño en un hombre de su corpulencia y su rol. Lo recuerdo mucho porque todo a su alrededor es ruido y espectáculo, individualidad. Él es silencio, vacío.

Georges Perec escribió una novela sin la letra e, la más común del francés. La llamó La disparition. Lo hizo durante cientos de páginas, tan bien que muchos ni se dieron cuenta. Legó un monumento al juego y un enorme dolor de cabeza a los traductores. Lo que Perec no advirtió es que había tres letras rebeldes, aldeas galas del alfabeto, destacadas en la portada: las de su nombre y apellidos. No podemos renunciar a nosotros mismos. También de nosotros esperamos siempre algo, también nosotros somos el mapa en el que proyectamos nuestros anhelos.

Bret Easton Ellis habla en una reciente entrevista de su juventud y de los amigos de entonces: “Los quiero tanto como los quise entonces pero, ahora, de un modo más profundo, como se quiere a algo que ya no existe pero aun así permanece”. Cargamos con los años más y más paladas de realidad, y esta deja poco a poco de llamarnos la atención. Yo pienso al revés. Es precisamente lo que no existe lo que permanece. Cuanto más hemos visto, más debería sorprendernos todo. Porque es sorprendente que todo se repita y que todo pueda ser, que todo sea, contra todo pronóstico y quizás por eso, luminosamente nuevo.

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