Análisis

elena blanco castilla

No metamos a todos en el mismo saco

Se trata de pedir una reflexión a jueces y fiscales y evitar que cualquier información que genere conflicto se resuelva atacando a las y los periodistas, en este caso, por la vía penal

En el debate abierto sobre regeneración democrática vienen hoy al pelo algunas reflexiones sobre el papel que desempeñan los medios de comunicación. El manifiesto de la FAPE en defensa del derecho constitucional a la información, emanado de la LXXXIII Asamblea General, celebrada hace unos días, recoge la necesidad de que se garantice el libre ejercicio de la profesión periodística. Este documento, propuesto por la Asociación de la Prensa de Málaga y que se puede leer en siguiente enlace (https:acortar.link/vANsvu), surge ante la primera sentencia condenatoria a una periodista por revelación de secreto en la cobertura del asesinato de Laura Luelmo.

Se trata de pedir una reflexión a jueces y fiscales y evitar que cualquier información que genere conflicto se resuelva atacando a las y los periodistas, en este caso, por la vía penal. “Esto acabaría llevándonos hacia una suerte de autocensura propia de tiempos pasados e incompatible con una sociedad democrática”, subraya el manifiesto ante una sentencia sin precedentes, en el que se ha optado por el camino fácil de encausar a la periodista.

Han transcurrido dos años desde que la entonces portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, anunciara la regulación por Ley orgánica del secreto profesional, sobre el derecho a no revelar la identidad de la fuente o cualquier dato que pudiera conducir a su identificación. “Ningún periodista será perseguido por proteger la identidad de sus fuentes”, sentenció. No se ha avanzado. Al contrario, los juzgados están repletos de casos de periodistas cuyas fuentes han sido investigadas judicialmente, aunque no llegaron a juicio: el requisamiento por un juez de ordenadores y teléfonos a periodistas en medios de Illes Balears en el caso Cursach; caso Morcillo y Muñoz, periodistas de ABC, por el tema Bárcenas; caso máster, contra Ignacio Escolar y Raquel Ejerique por el tema Cifuentes, entre otros.

En estos días el debate se centra en los peligros y consecuencias de la difusión de bulos y noticias falsas: acabamos de asistir a la desaparición de la vida pública de un presidente de Gobierno durante 5 días, que dice estar harto de ser víctima junto a su familia de la “maquinaria del fango”. El foro de Davos, en su última reunión, ha situado la desinformación que esta “maquinaria” genera como el principal peligro para la Democracia en el mundo, una vez demostrado su papel desestabilizador en procesos electorales (casos Trump, Brexit, referéndum Cataluña, etc.).

La amenaza parecía quedar lejos, pero hace tiempo que la sociedad en su conjunto está atrapada en este lodazal, enfangada por la crispación política y una escalada de los discursos de odio y de la desinformación que afectan gravemente a su estabilidad y calidad de vida. Ya no es suficiente con chapotear para no hundirse, hay que hacer más, y en el Periodismo está parte de la solución.

Este 3 de mayo, día establecido por la Unesco para recordar la importancia de la libertad de prensa, debemos decir a la ciudadanía que chapotear no nos libra del fango, que en el Periodismo no caben pseudoperiodistas ni pseudomedios ni periodistas que viven de la servidumbre, la mentira y el insulto. Necesitamos que la sociedad perciba quien cumple los principios éticos y deontológicos que rigen el periodismo y parar así el descredito de la profesión periodística que “los otros” generan.

Basta ya de meter a todos en el mismo saco. La inmensa mayoría de periodistas en este país son profesionales formados y cualificados, que realizan su labor con rigor y honestidad a pesar de la precariedad que caracteriza a esta profesión, y de las amenazas, presiones, coacciones, señalamientos e insultos que buscan su descrédito y la banalización del periodismo. Y se contribuye frívolamente desde las más altas representaciones del poder cuando se incumplen normas democráticas básicas, que afectan al derecho a la información de los ciudadanos y dificultan el trabajo de los periodistas, con comparecencias o ruedas de prensa sin preguntas, por ejemplo. Para eso, mande usted un comunicado y una foto y no distraiga a los medios de la investigación y el análisis.

Y también debemos convencernos de que, ante el avance arrollador de la desinformación, desbocada por la rápida popularización de la Inteligencia Artificial, la sociedad necesita formación específica para tener la capacidad individual de discernir entre lo verdadero y lo falso. La inclusión de una asignatura de alfabetización mediática en el currículo escolar no es un capricho de las asociaciones de la prensa, que llevamos tiempo demandando, sino una necesidad inaplazable.

No podemos cerrar estas líneas sin un recuerdo agradecido por su trabajo y valentía en defensa de la verdad a los periodistas asesinados en el mundo. En 2023 murieron 120 periodistas, de los cuales 85 fueron en Palestina. A día de hoy, los fallecidos por los ataques israelís en Gaza suman ya 109.

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