“Me gusta comprobar que nada de lo que he hecho ha participado de las modas”
Javier Fesser | Cineasta
El director de ‘El milagro de P. Tinto’ y ‘Campeones’ presenta este viernes sus ‘Historias lamentables’ en la Sección Oficial de Festival de Málaga, que rinde tributo a su aportación al cine español con una Biznaga de Honor
Málaga/Tras una primera andadura en las plataformas en virtud de la pandemia, Historias lamentables, la última película de Javier Fesser (Madrid, 1964), tiene este viernes su estreno en salas y también en el Festival de Málaga, donde se presenta en la Sección Oficial fuera de concurso. Además, el certamen rinde homenaje al director con una Biznaga de Honor por su contribución, única e intransferible, al cine español, vertida en películas ampliamente reconocidas como El milagro de P. Tinto, Camino, Campeones y las entregas de Mortadelo y Filemón.
-¿Cómo ha vivido el devenir de Historias lamentables a cuenta de la pandemia, con su llegada a las plataformas antes que a las salas: con resignación, con frustración o como una oportunidad?
-Absolutamente como una oportunidad. Con la excitación que provoca saber que estás en un ambiente en movimiento y en evolución. Los cineastas retratamos el mundo y el mundo se mueve ya casi a la velocidad del sonido. Ahora estamos en un escenario nuevo, con todas sus dificultades pero también con todas sus oportunidades. Y cuando eso ocurre, te puedes quedar parado a esperar a ver por dónde sopla el viento o participar en ese cambio. Por supuesto que esto entraña un riesgo, pero es que a día de hoy no arriesgarte ya significa correr un riesgo que no todo el mundo puede permitirse. Lo cierto es que, en esta coyuntura, nada de lo que hayas hecho en una película anterior nos sirve ahora. Nada de lo que en su momento logramos puede trasladarse a lo que corresponde hacer hoy. A ver, cada película sigue su camino y tiene un proceso distinto, pero ahora hay que reinventarse más, ya sólo en términos de exhibición, donde la realidad es muy distinta. Todo esto tiene mucho de experimento. Ojalá nos salga bien la jugada, porque si nos sale bien eso valdrá también a los que vengan después. Entre los que me incluyo, por supuesto. Pienso seguir haciendo películas.
-Es curioso que diga esto, porque después de títulos como Camino y Campeones, Historias lamentables nos devuelve a un cine más reconocible por su parte, más cerca de El milagro de P. Tinto e incluso de Aquel ritmillo.
-Sí, así es. Esta película ha nacido del deseo de recuperar el sello de nuestras primeras producciones, los cortometrajes y El milagro de P. Tinto. Queríamos volver a ese trabajo minucioso sobre la narrativa, el color, la fotografía, la dirección artística, todo eso. Un trabajo en el que todo está muy planificado y en el que cada cosa que aparece en la pantalla está elegida de manera concienzuda. En mi evolución como contador de historias, al principio le daba mucha importancia a la narrativa, porque es donde me sentía más fuerte si bien, paradójicamente, era donde tenía menos experiencia. Progresivamente me he ido centrando más en los personajes y las emociones mientras la narrativa, cómo se cuentan las cosas, quedaba en un segundo plano. He ido trabajando más cámara en mano, con las secuencias planificadas a menudo en el mismo rodaje o en un primer ensayo. Pero en Historias lamentables la cámara vuelve a estar colocada en un travelling permanente, donde todo responde al story board y hay un guión de color muy determinado. Al trabajar así, el objetivo es disfrutar del lenguaje del cine, de cómo cambia un plano respecto a la altura de la cámara o a la velocidad con que la mueves. En ese sentido, la película está hecha desde un lugar en el que todo está por descubrir.
-Su obra parece señalar a la sala de montaje como verdadera cocina de sus películas, ¿es así?
-En realidad es difícil separar el proceso. Primero escribo cada historia pensando cómo la voy a rodar y luego la ruedo pensando cómo la voy a montar. Cada paso forma parte de un todo, por eso participo en todas y cada una de las partes del proceso. Pero sí que es verdad que el montaje es tal vez la parte del proceso que más me divierte, donde más disfruto. Y seguramente me gusta tanto porque el montaje desmonta todos los dogmas que has tenido por irrenunciables a lo largo del proceso. Lo que en el guión te parecía que era inamovible se ha podido quedar en el rodaje, de una manera o de otra, pero luego a lo mejor en el montaje ves claro que esas dos páginas de guión que creías imprescindibles las ha dicho un personaje con sólo un gesto o con sólo guiñar un ojo, así que prescindes de ellas y las quitas. Además, el montaje es el lugar ideal para probar cosas. Aunque indagues en posibilidades que de antemano sepas que no se van a quedar, siempre es posible que todo eso te lleve a un lugar interesante. Confieso que soy un director bastante pesado en el montaje, no quiero dejar nada sin explorar. Pero es que me divierte mucho ver cómo una misma secuencia cambia por completo de sentido con una música distinta. Es alucinante, magia pura.
-¿Se reconoce hoy, todavía, en sus primeras películas?
-Sí. Soy un buen espectador de mis películas. Lo que hago me hace feliz y me gusta ver lo que he hecho, porque también esto me permite comprobar lo que he ido aprendiendo. Cuando hoy veo El milagro de P. Tinto encuentro errores, claro, pero eso me parece lo más deseable. Si la viera perfecta, me daría cuanto menos un poco de grima, como que no he aprendido nada con los años. Lo que más me satisface es comprobar que nada de lo que he hecho ha participado nunca de las modas del momento. Seguramente por eso resisten mejor en el tiempo. Y que conste no es fácil abstraerte siempre de lo que más se ve en cada momento, ni de esa película que has visto y que tanto te ha gustado, que tanto te ha inspirado. Colocarte por encima de lo que más y mejor parece funcionar para darle a tu cine tu propia personalidad exige cierta disciplina. Pero es que así han trabajado los grandes clásicos. ¿Qué película de Berlanga no parece hoy absolutamente moderna y rompedora, como si se hubiera rodado ayer mismo?
-¿Echa de menos a Luis Ciges?
-Sí, ya lo creo. Es que la forma de trabajar de Luis Ciges era única e irrepetible. Tan irrepetible que ni él mismo era capaz de repetirlas: si rodabas con él cinco tomas, las cinco eran diferentes pero a la vez todas ellas tenían algo fascinante. Ni él podía imitarse a sí mismo. Luis aportaba mucha ternura a todo lo que hacía. Tenía mucha comicidad a la hora de moverse y de hablar. En sus personajes siempre había mucha humildad porque la había también en su persona. Y a todo eso hay que añadirle el surrealismo con el que lo impregnaba todo, como un aura que traía de manera natural. Con él me resultaba muy sencillo hacer ver ese surrealismo que, por lo general, es muy difícil de atrapar.
-Después de Mortadelo y Filemón, ¿hay algún otro tebeo que le gustaría llevar al cine?
-Sí, bueno, hice para La Casera aquello con 13, Rue del Percebe que era bastante más que publicidad, casi una miniserie. Pero es que el mundo del tebeo está presente en todo lo que se me pasa por la cabeza, y de hecho Historias lamentables se nutre de personajes que salen directamente del mundo del tebeo. Más aún, buena parte de las personas que conozco, y la que encuentro cuando me miro en el espejo, tienen mucho de tebeo. El tebeo no se lo ha inventado nadie de la nada, procede de la misma realidad, es un viaje de ida y vuelta. Así que más que interesarme personajes e historias concretas del cómic, lo que más me interesa es comprobar cómo se manifiesta el espíritu del tebeo en la realidad. Entender la realidad desde los ojos de un dibujante de tebeos.
-¿Reconocería como una nota predominante en su filmografía el empeño en encontrar la belleza donde menos se la espera?
-Tengo una atracción innata por las cosas pequeñas en lugar de las grandes. Me llama mucho más la atención lo que pasa desapercibido que los grandes titulares. Pero lo que me ha funcionado desde siempre es hacer todo lo posible por trabajar sin prejuicios. Cuando te acercas a cualquier realidad que no conoces, a cualquier sitio en el que no has estado, cualquier cultura que se te escapa e incluso a cualquier persona, y lo haces con la mayor disposición a interpretar las cosas como son, sin tus prejuicios, ahí aflora la humanidad. Y buscar la humanidad en todos tus personajes es un ejercicio fascinante. Cuando escribes un guión y creas unos personajes, estás obligado a entenderlos y a quererlos, aunque digan o hagan una barbaridad. Todo lo que hacemos y lo que decimos va a algún lugar. Lo bueno de las películas es que durante una hora y media te ponen en el lugar del otro. Te dicen: mira, tú eres el que eres, pero perfectamente podrías ser este otro. Y ese aprendizaje no tiene precio.
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