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Municipal
Málaga/El plan especial de control del aprovechamiento del espacio público en la Alameda Principal aprobado por el Ayuntamiento de Málaga marca una nueva línea de acción en la búsqueda de un equilibrio de usos en los espacios ganados para el peatón. A diferencia de lo ocurrido en otros procesos de reurbanización, la segunda gran transformación de la Alameda lleva aparejada un modelo de ocupación con terrazas por parte de los negocios de hostelería acotado.
Cuarenta son los puntos fijados sobre el escenario urbano para que los bares y restaurantes puedan disponer mesas y sillas. Pero no de cualquier manera. La planificación final, objeto del trabajo conjunto de la Gerencia de Urbanismo y el área de Comercio, establece una serie de condicionantes claros, entre los que destaca la necesidad de establecer un mobiliario "de características especiales". Con ello, se persigue lograr "una correcta integración en un espacio del valor histórico y patrimonial de la Alameda", se expone en la memoria de la iniciativa.
A este primer elemento hay que añadir la obligación de que las zonas de terraza se ajusten a una superficie tope de 12,96 metros cuadrados en cuadrículas de 3,6x3,6, un área dentro de la cual sólo se permitirá una densidad máxima de cuatro mesas (de 0,80x0,80) y 16 sillas. Esta superficie es algo superior si se incluye la implantación de dos sombrillas en los laterales, también de diseño establecido.
El plan municipal incide en que la ocupación de la vía tendrá que estar separada de la fachada al menos en 1,8 metros, liberando ese espacio para el tránsito del peatón (fue una de las peticiones que en su día hicieron los colectivos vecinales y sociales), al tiempo que tendrán que dejar un ámbito de protección de cualquier elemento vegetal.
Es la superficie mínima que las terrazas tendrá que dejar libre para el paso junto a la fachada de los edificios
Se prohíbe la instalación de toldos verticales y horizontales. "La sombra se proporcionará en su caso mediante sombrillas aisladas sin fijación de ningún tipo de elemento auxiliar anclado al suelo", precisa el documento. Y se incide en la generación de "un ámbito de protección a los elementos vegetales". "Los árboles deben poder tener un crecimiento saludable sin interferencia de elementos de mobiliario de las ocupaciones de autorización", se añade.
De los 40 puntos dibujados para terrazas, seis (cuatro en la acera norte y otros dos en la sur) se corresponden con negocios que ya disponen del permiso municipal para esta ocupación; ocho (cuatro al norte y cuatro al sur) zonas "susceptibles de ocupación para terrazas", cuyas peticiones fueron frenadas ante el inicio de las actuaciones. La novedad reside en que a estos puntos se suman otros 26 (nueve en el lateral norte) "como espacio máximo a repartir para futuras ocupaciones". El resto de la superficie cerrada al tráfico en los dos laterales de la Alameda queda vetada para mesas y sillas.
Tomando como referencia las dimensiones máximas que permitirá, la superficie global que podría ser ocupada por terrazas en la Alameda rozaría los 520 metros cuadrados, lo que equivale a poco más de 2,4% de los cerca de 21.000 metros cuadrados de espacio peatonal que se genera con el proyecto de semipeatonalización.
Los técnicos municipales encargados del trabajo, que tras ser aprobado por la Junta de Gobierno Local el pasado 17 de mayo tendrá que avanzar en su tramitación, destacan los orígenes de la Alameda, donde "se ubicaban las murallas defensivas medievales en su frente marítimo sur". Debido a los continuos aportes de material en la desembocadura de Guadalmedina acabó generándose "un nuevo espacio" que dio a la ciudad la "oportunidad de configurar en el siglo XVIII un paseo arbolado de grandes dimensiones con gerentes edificados de casas nobles y mansiones donde se asentó la clase mercantil malagueña conocida como la ‘oligarquía de la Alameda’, transformándose en una zona privilegiada de la Málaga del siglo XIX".
Fue en 1925 cuando la Alameda se abrió al tráfico con el nombre de Avenida de Alfonso XIII. El desarrollo del vehículo privado y “el fuerte establecimiento del transporte público” hicieron de la calle un espacio "poco amable al ciudadano, con más del 70% del mismo destinado a los vehículos". Una imagen que cambia ahora radicalmente con la peatonalización de los laterales norte y sur.
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