Lunes de repliegue
Coronavirus en Málaga
Normalidad en tiendas y supermercados, fluidez en el transporte, el centro vacío casi por completo y algunos turistas desnortados: salvo alguna resistencia esporádica, las calles de Málaga asumen el confinamiento entre el estupor y la resignación
En la calle Lagunillas una pareja de aparentes enamorados, muy jóvenes, ríen mientras patean una lata de cerveza aplastada. Es el primer lunes y de alguna forma hay que matar el tiempo. Los pocos transeúntes que salen al paso caminan solos, aunque algunos no terminan de asimilar la exigencia de salir a la calle a título individual y lo hacen en dúos y hasta en tríos. En los supermercados, farmacias y tiendas de alimentación hay una afluencia considerable, con colas de clientes en la puerta para evitar la aglomeración en los locales, aunque se respira una normalidad mucho más extendida que el sábado, cuando había que darse de tortas para hacerse con una barra de pan. El tráfico en el entorno del centro es fluido y decididamente inferior al de cualquier otro lunes del año; en su mayor parte se corresponde con vehículos de reparto, autobuses y taxis, aunque también particulares que acuden, presumiblemente, a sus puestos de trabajo. En la misma Lagunillas, el legendario estanco ha delimitado dos pasillos, uno de entrada y otro de salida, y la negativa a atender a más de dos clientes a la vez. El asador Don Pablo ha abierto temprano y ya tiene en la puerta otra cola de compradores de pollos. En un puesto cercano de frutas y verduras en el que atienden dos chicas, una muestra su desazón a la otra: "El repartidor dice que ya no viene más. A ver qué hacemos a partir de mañana". La Plaza de la Merced está desierta, sin tráfico alguno salvo los taxis en la parada y prácticamente nadie a pie. Hay repartidores que descargan las mercancías en las tiendas de alimentación a toda velocidad y algún abuelo que no perdona el paseo del perro, pero poco más. La calle Granada comparte el mismo vacío. Los pocos que deambulan, eso sí, lo hacen con mascarillas.
En la calle Alcazabilla resulta casi sobrecogedor encontrarse el Cine Albéniz sin las vistosas carteleras antes las que uno, por sistema, se detiene siempre. Hay cuatro trabajadores de una obra en la misma Plaza de la Judería que disfrutan la pausa del bocadillo a la distancia convenida. Los aledaños del Teatro Romano son un páramo inerte, pero los operarios municipales rompen la quietud de la estampa: los jardineros mantienen a punto los Jardines de Manuel Atencia mientras los de Limasa barren y vacían contenedores. Los comercios del centro están cerrados a cal y canto, pero algunos trabajadores y propietarios aprovechan para hacer recuento y emprender algunas pequeñas reformas a puerta cerrada. La impresión es de una soledad absoluta. Todavía quedan algunos turistas que caminan en parejas, desnortados, sin saber muy bien a dónde ir. La mayoría se dirigen a la Alameda con la esperanza de coger un autobús que los lleve a algún sitio. Los vehículos de la EMT, por cierto, avanzan prácticamente vacíos. Casi todos los conductores se protegen con mascarillas. Los hoteles del centro de mayor categoría, como el Málaga Palacio, el Molina Lario y el Palacio de Solecio, están abiertos, pero otros muchos están cerrados. No hay nada que hacer aquí, salvo estar.
En Císter y en la Catedral la impresión es la misma: salvo un repartidor que lleva su mercancía en una carretilla y algún que otro turista, no se ve a nadie más. La calle Larios presenta un trasiego relativamente mayor, aunque se trata únicamente de personas que caminan solas, casi siempre con indumentarias que delatan que están trabajando. Por todas partes, eso sí, hay agentes de la Policía Local, la única fuerza de seguridad que se deja ver este lunes. Varios se concentran en el cruce de Larios y la Plaza de la Marina, y, preguntado al respecto, uno de ellos comparte sus impresiones sobre el seguimiento de la cuarentena: "Por lo general el nivel de cumplimiento de las medidas está siendo satisfactorio. Nuestra labor consiste estos días sobre todo en informar de la situación y de los servicios de los que pueden hacer uso los ciudadanos. Cuando recomendamos a alguien que vuelva a su casa y que se atenga a las normas no suele haber resistencia". Confirma el agente que la labor de la Policía no está siendo en estos primeros días especialmente sancionadora, "sino principalmente informativa". Y preguntado por la coordinación con los efectivos de la Unidad Militar de Emergencias desplegados este lunes, apunta que, de momento, "están repartidos entre el Aeropuerto y la Estación de tren, donde la situación está siendo especialmente más difícil. De todas formas, se unirán cuanto antes a las tareas de vigilancia y desinfección de las calles".
Los que no se han ido del centro son los que viven en la calle, los que tienen a donde ir. En Molina Lario, un hombre que pide limosna lucha contra el viento para evitar que el pequeño cartel que reza Tengo hambre salga volando. Pero no hay absolutamente nadie que pueda atender su demanda. En la calle Nueva un hombre se acerca a pedir limosna, igual que otro en la Plaza del Siglo: "Dame una moneda para tomarme un colacao". A suficiente distancia, un hombre le informa de que no podrá tomarse un colacao en ningún sitio, salvo que se lo prepare en su casa, y le indica el camino hacia el hogar social de Pozos Dulces. "Pregunta a la Policía si tienes alguna duda", le señala. Pero el hombre que pide la moneda, con una larga barba rala y el pelo sucio y enmarañado, sonríe de medio lado y se pierde camino a Mitjana mientras agita su mano en señal de despedida. Deja así claro que de ninguna forma piensa dirigirse a la Policía. En Casapalma y Álamos no hay un alma en la calle. De vuelta a la Plaza de la Merced, las palomas imponen su dominio en la ciudad: nada perturba entre ellas el cortejo que anuncia una insólita primavera.
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