Málaga y sus sanitarios, una vocación primordial en tiempos del coronavirus
Los aplausos diarios reconocen el trabajo de los miles de profesionales de la sanidad malagueña que están siendo claves en esta crisis
Málaga/En sus años de experiencia, de guardias difíciles, de historias clínicas insalvables, de dramas, de recuperaciones milagrosas, de críticas o agradecimiento sincero, no habían vivido nada como esto. Llevan 50 días siendo los primeros en el campo de batalla frente a un enemigo desconocido, polifacético y engañoso, que ha agotado reservas y ánimos, que los ha dejado desprovistos de herramientas ante el miedo y la incertidumbre.
Pero también los ha llenado de valentía, de constancia, de entrega y ganas de vencer en una lucha que saben que aún es larga. Los aplausos diarios han reconocido la labor de miles de profesionales de la sanidad malagueña y este periódico quiere rendirles homenaje en el Día Internacional de los Trabajadores. Seis de ellos relatan sus vivencias durante esta crisis.
Silvia Sánchez es enfermera del servicio de Urgencias del Hospital Universitario Virgen de la Victoria. Ha trabajado en Lisboa, en el Hospital de la Paz en Madrid, en Mallorca, en Cádiz y aquí en Málaga y, como relata, “nunca jamás he vivido una situación así”. “No había tenido esta sensación de caos, de no saber cómo actuar, si lo haces bien o mal y con protocolos cambiando cada día, nos hemos enfrentado a esto con mucho desconocimiento, con muchas dudas”, apunta esta profesional.
Lo que sí tuvieron muy presente desde el principio, afirma, “es que estábamos mal protegidos”. Señala que “todos los pacientes eran susceptibles de ser Covid-19 y no llevábamos los equipos apropiados”. Y pone el ejemplo de quienes llegaban a urgencias por una insuficiencia renal, entraban por el “circuito limpio y a las 24 horas se le hacían la batería de test para ver qué tenía y daban positivo en coronavirus”.
Un tiempo de incertidumbre y falta de protección
También indica que cuando empezaron a llegar los primeros casos se perdía “mucho tiempo en diagnosticar, primero se descartaban otros virus como la gripe A, y nos íbamos exponiendo todos los profesionales que tratábamos a estos enfermos sin tener conocimiento de su patología”. También han usado hasta tres tipos de mascarillas retiradas por no cumplir con la protección adecuada. Por ello la pasada semana se sometió a la prueba para descartar el contagio. “A los sanitarios no nos están haciendo los test rápidos”, lamenta.
Ahora la presión ha disminuido y “está empezando a normalizarse” el servicio de Urgencias, que ya recibe a más pacientes con otras patologías que con Covid-19. Pero esto no quita que perciba con temor las medidas para salir del confinamiento. “Creo que la gente realmente no es consciente de la situación que hemos tenido, esto ha sido muy grave, hemos estado muy agobiados y pienso que puede haber otro repunte”, comenta.
Para esta profesional lo más duro ha sido “ver a los pacientes mayores morir solos, uno tras otro”, relata. Y no se puede olvidar del llanto de un marido, hospitalizado en observación, cuando supo que su mujer había muerto en el box de al lado sin poder despedirse de ella. También cuando su compañero del alma, Benju, contrajo el coronavirus. “Tuvo una neumonía y vive solo y al décimo día de la enfermedad empezó con dificultades para respirar, tenía miedo a morir solo, no sabía qué hacer si empeoraba”, recuerda.
Luis Palma, enfermero de Urgencias del Hospital Regional desde 1992 también se contagió. “Mis primeros síntomas fueron el 23 de marzo, me hicieron la PCR y me salió positiva, en mi casa ya había contagiado a mi mujer y a mi hija”, señala y destaca que el pasado 20 de abril volvió al trabajo tras superar la enfermedad.
Para Luis lo más grave ha sido “que nos han puesto a trabajar sin protección, sin recursos, a pelo, tengo mucha rabia y mucha indignación porque no nos han dado los equipos adecuados y me parece una irresponsabilidad tremenda, están jugando con nuestras vidas”, dice. Haciendo un símil, “es como si mandaran a la Policía a luchar contra un grupo de narcotraficantes en calzoncillos”, opina.
El 13 de marzo, afirma, se montó el primer circuito Covid en el Regional “y a partir de ahí comenzaron a decirnos qué íbamos a hacer y cómo ponernos el EPI (equipo de protección individual) sin contaminación. Vinieron tarde, mal y con equipos defectuosos, a formarnos precipitadamente”, sostiene.
E indica que “no tenemos calzas, nos ponemos bolsas de basura, no nos dan el mono de protección, sino una simple bata, nuestra mascarilla y visera y salga usted a lidiar con el toro, los monos los han dejado para las UCI y para unas determinadas horas, para el lavado de los pacientes”.
Para Luis este último mes y medio ha resultado desconcertante y caótico. “Sé que ha sido una situación nueva pero lo he vivido con mucha descoordinación”, comenta y explica que los pacientes “venían más o menos normales y en 20 minutos se echaban a morir, tenías que intubar a toda prisa, ponerles un respirador, monitorizarlos”. Y le apena especialmente que estén falleciendo “pacientes de todas las edades y sin patología previa”.
Un tsunami para la vida de los sanitarios
El coronavirus llegó a la vida de los sanitarios como un tsunami, inundando cada hueco de su faceta profesional y personal. “Hemos tenido que modificar muchas cosas, desde la casa al trabajo, estar 24 horas los siete días de la semana disponibles, estudiando, actualizándonos a diario, siguiendo los nuevos protocolos, adaptándonos a la clínica, a los tratamientos y la población”, comenta Maribel Castillo, médica de Urgencias del Hospital Regional de Málaga.
“También hay que agradecer a la gente que ha sabido contenerse y no han acudido a urgencias, algunos aguantando en casa más de lo debido”, agrega la médica, que pasó cinco semanas fuera de su domicilio para evitar el contagio a su familia.
“Es un poco penoso, aunque ya se va llevando mucho mejor”, asegura y rompe una lanza a favor de la ciudadanía. “La gente sabe entender cuando las circunstancias son malas, sabe colaborar y ayudarse unos a otros, nos han ofrecido desde comida a hacernos uniformes, lo que hiciera falta”, agradece. Maribel apunta que lo más difícil de llevar ha sido la incomunicación de los enfermos aislados y, por encima de todo como es lógico, los fallecimientos en soledad.
“Ahora tenemos la posibilidad de que pueda venir alguien a acompañar a su familiar, antes no podíamos ayudarles a estar con ellos”, lamenta. En el hospital también están ayudando a los más mayores a contactar con sus seres queridos a través de vídeo conferencias y eso “está siendo un refuerzo positivo para sus defensas, como si les diésemos vitaminas”.
Los contagios entre el personal sanitario
En el mismo centro hospitalario, en el Regional de Málaga, Mónica Devolx es médico del trabajo en la Unidad de Vigilancia de la Salud. Esto supone que ha tenido que velar por todos sus compañeros. Facultativos, enfermeros, auxiliares, administrativos, pinches, celadores, técnicos de laboratorio, todos.
“Nuestra labor ha sido hacer estudios de contactos con pacientes positivos, colectivos de riesgo, embarazadas también, y mucha labor formativa e informativa hacia todos los compañeros”, detalla. El desconocimiento y el temor hizo que reclamasen mucha información para intentar darles la tranquilidad y seguridad que necesitaban, como explica Mónica. También ha sido clave la vigilancia y el seguimiento de los que se fueron contagiando.
“Nuestro hospital es de los que menos contagios de profesionales ha tenido, estoy muy orgullosa y satisfecha de la reacción de los compañeros porque el miedo genera muchas dudas y muchas preguntas, hemos trabajado muy duro y lo han valorado”, afirma la doctora. Eso sí, reconoce que “los primeros casos de compañeros que resultaron positivos fueron muy duros, momentos muy complicados, el compañero se preocupa por él y, sobre todo, por su familia”. Cuando se les iba dando el alta “todos han tenido muchas ganas de volver, de seguir trabajando”, estima.
En casa también había que tomar medidas y sus tres hijos eran conscientes de que cuando entraba mamá por la puerta, hasta que no hiciese todo su protocolo de desinfección no podían acercarse a ella. “Esto al final se normaliza”, considera y pide responsabilidad en la desescalada del confinamiento. “Hay que respetar al máximo las normas, ajustarse al plan que se está siguiendo y estar muy concienciados”, concluye.
La desescalada del confinamiento vista con temor
Aún con la máxima de las precauciones, la enfermera Natalia Pérez, que actualmente trabaja en el Hospital Clínico Universitario Virgen de la Victoria, cree que habrá un repunte. “Como todo tipo de virus va a haber un repunte, quizás no tan grande, ya algo sabemos, pero sí podrá repetirse, creo que será anual hasta que no saquen la vacuna”, piensa. Por eso es tan importante acatar las normas y actuar con cabeza.
“Esto ha sido impactante y los sanitarios nos hemos visto un poco desamparados, sobre todo, al principio”, relata Natalia. “Se han producido muchas muertes, nos ha sido imposible salvar esas vidas y eso te genera también mucha impotencia”, añade.
Natalia comenzó el contrato a finales de marzo, cuando el Covid-19 ya era protagonista absoluto en los hospitales malagueños. Después de estar varias semanas en una de las plantas de riesgo biológico le hicieron la prueba y dio negativo, pero el ritual para intentar no llevarse el virus a casa lo siguió a rajatabla. Incluso desinfectaba el coche. “Vivo con mis padres y son personas de riesgo, he tenido que ser muy precavida”, señala.
El aislamiento de los pacientes más mayores, de las personas con demencia o alzheimer, que se podían quitar la vía sin que nadie se diese cuenta, que se dejaban la bandeja de la comida sin tocar, ha sido para especialmente difícil de llevar para Natalia. “El contacto directo, poder escucharlos, ayudarlos más de lo que lo hemos hecho, porque están completamente solos”, dice, es lo que más ha echado en falta. También las personas invidentes “que estaban aún más desconcertadas”, señala.
La ansiada vuelta a la normalidad
La hospitalización de enfermos de coronavirus ha bajado sustancialmente y estos profesionales comienzan a normalizar un poco sus rutinas. “Esta semana hemos empezado a dar citas presenciales a nuestros pacientes”, comenta Carolina Díaz, médico internista del Hospital Quirón Salud. Pero las seis semanas anteriores han sido tremendas.
“Es una enfermedad que no conoces, nunca has visto nada parecido, en España no habíamos tenido otro tipo de coronavirus, así que no tienes ni idea de cómo se maneja”, apunta. Por eso, remaron todos a una, hicieron un equipo multidisciplinar y comenzaron a realizar sesiones hospitalarias todos los días, también conectados con profesionales de otras provincias.
“Poníamos en común lo que cada uno leía, investigaba, hablábamos con el Hospital Regional, con la Fundación Jiménez Díaz, recurríamos a plataformas médicas, leíamos todo lo que había porque cada día aparecían datos nuevos de estudios, de fármacos”, subraya Carolina.
“Pensábamos que era como una gripe porque tiene una primera fase, la viral, que actúa con tos, malestar general, dolor de cabeza, fiebre, pero luego tiene una fase inflamatoria que puede tener afectación pulmonar, renal, neurológica, trombosis, así que hemos estado muy atentos a qué era lo nuevo que pasaba y cómo manejarlo”, agrega.
Para esta médico está resultando una experiencia difícil, por enfrentarse a lo desconocido, pero también enriquecedora. “Hemos compartido conocimientos, protocolos con todos los servicios, hemos ido a una”, destaca. La incomodidad de tener que trabajar con el EPI puesto durante horas, la falta de contacto físico y de charla con los pacientes ha enfriado las relaciones y esto le ha costado llevarlo. También la “monotonía, todos los tipos de pacientes eran los mismos, todos los días como el de la marmota, iguales”, dice.
Pero es optimista y considera que pronto se irá “controlando la situación, siempre y cuando la gente colabore”. Cree que en verano habrá un número constante de pacientes, que cuando se relajen las medidas habrá más casos y que quizás cuando se vaya el calor, ya en octubre, estemos ante otro repunte hasta que llegue la vacuna. Pero todo son conjeturas. “Hay que gestionar la incertidumbre y manejar la situación poco a poco, con lo que viene”, dice. Queda esperar que lo que tenga que llegar no sea tan trágico como lo vivido en los últimos 50 días.
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