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Málaga/Son menores y viajan solos por el mundo buscando una vida mejor. Por protección a su intimidad no pueden hablar para contar sus historias; para explicar que les lleva a jugarse la vida en una patera o en los bajos de un camión. Se aventuran a recorrer miles de kilómetros sin padres que los protejan pese a que, en casos extremos, llegan a tener 10 años. Son los llamados menas: menores no acompañados.
La Junta de Andalucía tiene en la actualidad bajo su tutela 180 menas en la provincia. De modo que suponen el 20% de los 900 menores desamparados que están a su cargo. Constituyen una de las situaciones humanitarias “más graves” en opinión del responsable del Servicio de Protección de Menores de la Delegación de Igualdad de la Junta, Jaime Aguilera.
Hay menores de 32 nacionalidades. Aunque el perfil es el de un adolescente marroquí de entre 14 y 17 años. “Pero hemos visto niños de 10 y 11 años”, aclara el responsable del Servicio.
El año pasado llegaron a Málaga más de 350 menas. La Junta los asume como a cualquier niño desamparado. En torno a la mitad se queda. Pero otro tanto, pese a su corta edad, sigue su camino, solo, casi siempre hacia países de Europa central. A este grupo, la Administración autonómica les pierde la pista porque se van.
“A veces alguno de estos menores contacta con su familia y le dice que quiere volver. Pero los padres les contestan que no vuelvan porque quieren lo mejor para sus hijos; porque saben que la Junta los acogerá”, explica Aguilera.
Hay algunos casos en los que la causa de la emigración es religiosa o sexual, lo que los convierte en refugiados. Pero en la abrumadora mayoría de los casos, el detonante es económico. “Es un proyecto migratorio económico, lo mismo que cuando una familia española se iba a Suiza o a Alemania”, reflexiona el jefe del Servicio de Protección de Menores.
En su larga trayectoria profesional ha visto pasar a “miles” de menas bajo la tutela de la Junta. Detalla que “solo uno” volvió con sus progenitores en Argelia.
Los menas llegan indocumentados para impedir que los devuelvan. La Delegación de Igualdad pone entonces en marcha los mecanismos para contactar con sus padres en el país de origen. Pero la reacción de estos es, como la mayoría son marroquíes, decirles “en bereber” que no regresen.
Casi todos son oriundos de Marruecos. Pero hay menores no acompañados que han hecho miles de kilómetros solos atravesando media África hasta llegar a Málaga. Proceden de Ginea Conakry, Costa de Marfil, Angola, Sierra Leona, Somalia y hasta de Armenia. La amplia mayoría son varones. Por ejemplo entre los 225 menas marroquíes que llegaron el año pasado a la provincia sólo había una adolescente.
De los 900 menores tutelados que en total tiene la Junta de Andalucía en Málaga, unos 600 están en integrados en familias –porque son menores de siete años– y unos 300 viven en centros. Los menas suponen prácticamente dos de cada tres de estos últimos adolescentes tutelados por la Administración autonómica ya que ascienden en la actualidad a 180.
Este fenómeno migratorio en aumento hizo colapsar los recursos existentes. La Junta tuvo que concertar un centenar de plazas en centros –65 en Cortes de la Frontera y 30 en Alhaurín de la Torre– para poder dar respuesta a la atención de los menas.
Estos niños o adolescentes llegan en pateras, como polizones en el melillero, en motos acuáticas por la parte más occidental de la provincia donde la distancia entre ambos continentes es menor e incluso en narcolanchas por la zona del Estrecho de Gibraltar. “[Estas embarcaciones] lo mismo que llevan droga, llevan niños”, afirma Aguilera en relación al transporte de estos menores por parte de narcotraficantes.
Detrás del menor que llega en los bajos de un camión, camuflado en el melillero no hay mafias, pero sí detrás de los que arriban en pateras. “Hay mafias, no hay otra”, cree Aguilera.
El goteo con que se produce la llegada de los menas los hace pasar desapercibidos. La intimidad de su vida que debe ser escrupulosamente protegida por la Junta de Andalucía por tratarse de menores a su cargo impide a la prensa hacerles preguntas; conocer sus sueños, sus miedos, los traspiés de su camino.
Son menores, pero demuestran una valentía propia de un adulto al emprender una migración hacia países con otra lengua y otra cultura donde siempre serán extranjeros. Cuando flaqueen tendrán a la Junta que los tutela, pero no a sus padres que los apoyen. Y cuando lleguen a la mayoría de edad quedarán desprotegidos salvo que sus circunstancias personales les permitan acceder a la renta básica durante un tiempo, que alguna ONG les proporcione alojamiento en pisos o que logren –con poca formación y escaso manejo del español– insertarse en el difícil mercado laboral. Es una tragedia invisible que hay que empezar a ver.
La provincia de Málaga es líder nacional en familias de acogida de urgencia para menores de siete años. “Es el único sitio de España en donde no pisan un centro; algo de lo que me siento orgulloso”, sostiene el jefe del Servicio de Protección de Menores de la Junta, Jaime Aguilera.
Aclara que ese camino lo inició su predecesor, Isidro Ramos, con la colaboración de Hogar Abierto e Infania, entidades especializadas en acogimiento familiar. “Tenemos 70 familias de urgencias dispuestas las 24 horas, los 365 días del año a ir a donde le digamos, sea a las dos de la mañana, a la Comisaría o al hospital”, añade Aguilera.
En total, la Delegación de Igualdad tiene 900 menores tutelados sobre los que ha decretado el desamparo; 600 con familias y 300 en centros. Entre las 600 familias, hay menores en acogida de urgencia, otros con acogimiento temporal, permanente (no adopción) o especial (para niños con discapacidad). La familia que acoge al niño puede ser extensa (vinculada a los padres) o ajena.
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