El acoso escolar sigue patente en las aulas y el ‘ciberbullying’ afecta ya al 15% del alumnado

Convivencia en el sistema educativo

Expertas afirman que hace falta no solo formación, sino también tiempo y espacios para que el profesorado pueda actuar tras el primer conflicto

La educación en valores de la familia es fundamental para frenar estos roles y prevenir conductas agresivas en la edad adulta

Un grupo de alumnos charla antes de la entrada en clase. / Javier Albiñana

Llegó a tener pensamientos suicidas. Su día a día en el colegio se había hecho insoportable y cuando supo contar lo que le ocurría sus padres no vieron otra salida que cambiarlo de centro. No es un hecho aislado que sale en las noticias, como el chaval al que extorsionaban sus compañeros a los que llegó a pagar 5.000 euros. Es el rostro anónimo de un problema que continúa patente en las aulas. Tres de cada diez alumnos sufren algún tipo de acoso escolar, según un estudio realizado por la Universidad de Córdoba. Y el Instituto Andaluz Interuniversitario de Criminología de la Universidad de Málaga determina en un informe reciente que el ciberbullying ya afecta al 15,5% del alumnado. Los insultos, las pequeñas agresiones físicas y la exclusión son algunas de las formas más frecuentes de acosar dentro del espacio educativo. Lo malo es que desde la irrupción del móvil en la infancia y la adolescencia, el acoso se sigue dando en el entorno privado del menor, ese en el que antes se sentía a salvo.

“Los niños de 10 u 11 años tienen su móvil apenas sin control parental por lo que la exposición es alta”, explica Marta Jurado, educadora social y experta en mediación y acoso escolar. “Además, ahora el acoso se extiende fuera del colegio, antes te ibas a tu casa y descansabas pero ahora no, hay más continuidad en el día, en la semana, en las vacaciones de verano, la víctima nunca descansa cuando hay redes sociales, pueden hacer daño los 365 días”, agrega y subraya que los picos más altos de acoso se dan en sexto de Primaria, primero y segundo de la ESO.

El acoso y el trabajo con los protagonistas

Para hablar de acoso escolar las conductas tienen que ser reiteradas en el tiempo, provocar un daño físico o psicológico y que exista un desequilibrio de poder. Habría que trabajar con la familia del agresor sobre su problemática, si hay desatención o por el contrario un estilo educativo muy exigente y autoritario, frialdad emocional y falta de empatía. La familia de la víctima suele tender a la sobreprotección, lo que causa más inseguridad en el menor.

“Muchos, en su reafirmación de la personalidad, lo hacen a través de la violencia y la agresividad, me construyo como persona siendo más fuerte que el otro y los espacios de socialización son los idóneos para hacerse destacar”, considera Olivia Muñoz, técnica de la asociación Arrabal AID y coordinadora del informe sobre acoso escolar encargado por la Diputación de Málaga el pasado año.

Para Muñoz, cuyo estudio desveló que los acosadores son principalmente varones y actúan en grupo, está claro que “el bullying no solo es la persona que agrede y la agredida, también todos los espectadores, los que normalizan estas conductas, así estamos sembrando semillas que luego podrían legitimar la violencia machista u otro tipos de agresiones”, dice la técnico de Arrabal. Y estima que “si se sigue sin tener herramientas para cambiar las tendencias agresivas y prepotentes, si no se pone un freno directo y claro, no se evitarán situaciones futuras”.

Del insulto a la exclusión

En las relaciones de claro desequilibrio de poder, donde hay escolares que abusan sistemáticamente de otros, el daño físico es lo más visible aunque lo menos predominante. Los insultos, los motes, las mentiras difundidas con el ánimo de hacer daño y la exclusión son otras formas de maltrato que dejan una huella psicológica profunda. “Ante la exclusión seguimos diciendo que el niño al que se deja de lado es el rarito, que quiere estar solo, se buscan otros culpables, la propia víctima incluso se responsabiliza”, dice Marta Jurado. Estima que “la exclusión está lejos de ser reconocida como acoso por los centros” y asegura que ésta es más propia entre las niñas.

Para la experta en mediación y acoso escolar, “lo primero para atajar el problema es la formación, saber lo que es el acoso, por qué sucede y qué parte de responsabilidad tiene cada uno”. Jurado considera que tanto el profesorado como las familias están tomando cada vez más conciencia del problema y se habla más de ello, “pero creo que los docentes ni tienen formación suficiente ni tiempo para gestionar estos temas”. En el estudio realizado por Arrabal se preguntaba también al profesorado.

"No existen tiempos programados en la jornada lectiva para resolver estas cuestiones"

“Definen perfectamente las situaciones, tienen claro como abordar el conflicto y qué hacer dentro del aula, pero el problema es que no existen tiempos programados en la jornada para resolver estas cuestiones, ni espacios ni asignación económica, no hay una definición curricular”, apunta Olivia Muñoz. También señala como fundamental que la familia “se tiene que hacer responsable de educar fomentando valores de respeto y convivencia”.

Una actuación temprana en un caso de acoso puede evitar mucho daño. “Si el conflicto se trata desde la raíz con las personas que lo producen y aquellos que lo permiten se podría minimizar el impacto”, considera Olivia Muñoz. Marta Jurado coincide en la importancia de estar atentos a las señales desde los primeros años de colegio.

Cuando el ser diferente los pone en la diana

Una niña esconde la cara entre sus piernas.

“El respeto a la diversidad es fundamental, hay colectivos como el lgtb que sufren más el acoso”, afirma María del Mar Ramos, psicóloga del programa Caixa Proinfancia. Ramos trabaja cada vez más con supuestos de acoso. “Hay más preocupación por parte de las familias, saben las secuelas que crean en los menores y ya no piensan que sea cosa de niños, se le da más voz a lo que sienten”, indica la psicóloga.

"Hay más preocupación por parte de las familias, saben las secuelas que crean y ya no piensan que sea cosa de niños"

Tener altas capacidades o algún trastorno del espectro autista, no comulgar con los juegos y las aficiones de la mayoría o ser más introvertido, por ejemplo, pueden detonar el rechazo de un compañero o un grupo y provocar una situación de maltrato reiterada. Señala la psicóloga que la víctima “no siempre es consciente de que está siendo acosada” y destaca que “en los niños priorizan las conductas más agresivas y en las niñas, hacer invisibles a sus compañeras, no contar con su opinión o amenazarlas, son casos más complejos”.“En esto son protagonistas también los que no hacen nada, y hay que trabajar con ellos, con los observadores, y con los acosadores”, dice Ramos y subraya que “los colegios están haciendo muchas cosas, a los niños más conflictivos los ponen como mediadores para que integren a los que estén solos, solucionen conflictos e integren otros valores, se están haciendo cosas estupendas”, destaca.

"A las víctimas hay que quitarles la sensación de culpal porque muchos se sienten responsables del maltrato"

En su actuación terapéutica con las víctimas lo que procede es “devolverles la seguridad en sí mismos, que puedan retomar su relación con los demás, su participación en clase y, sobre todo, quitarles la culpa, porque se llegan a considerar responsables del maltrato, creen que no han tenido las herramientas para hacerle frente y llegan a perder la motivación por el estudio”.

Eso sin contar, como dice la experta en acoso Marta Jurado, con los síntomas psicosomáticos que se producen cuando un menor está viviendo una situación de tensión en el colegio. Dolor abdominal y de cabeza, nauseas, insomnio, ansiedad y en los casos más severos estrés pos traumático. “Los culpables también tienen muchos problemas detrás e igual mente hay que trabajar con ellos”, estima Jurado.

Los protocolos activados por acoso descienden

“Tenemos la percepción de una sensible mejora del clima escolar en los centros educativos de la provincia”, dicen desde la Delegación Territorial de Educación. De hecho, aseguran, los protocolos activados ante supuestos de acoso escolar y ciberacoso han disminuido notablemente respecto a los del curso anterior. En cuanto a las medidas que se toman en los centros, siempre son educativas no punitivas. Se activan una serie de mecanismos para extremar la vigilancia en los momentos clave como recreos, salidas e intercambios de clase y se entrevista a los agresores y las víctimas para recopilar información y concretar medidas.

“Se recibe a las familias y se recaba información del resto de alumnado que tuviera conocimiento de la situación, lo más importante es implicar al alumnado observador, ya que es el primero tanto en detectar como en reconducir situaciones de conflicto”, comentan desde Educación. De ahí que en muchos centros se forme a alumnado ayudante, que más que mediar en situaciones concretas lo que hacen es dinamizar al resto con actividades grupales que aumentan la cohesión. Dependiendo de si el acoso ha sido por motivos de lgtbfobia, por alguna necesidad especial, violencia de género o algún otro motivo, se llevan a cabo actividades específicas de sensibilización tanto con los afectados como con el resto de la comunidad educativa. Los centros trabajan para desarrollar hábitos, valores y habilidades sociales en su alumnado.

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