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Málaga/Cuando pasó el susto y las aguas bajaron, en Campanillas quedó el barro, las pertenencias perdidas, los recuerdos empapados y el choque emocional. Fue entonces cuando hubo que sobreponerse e iniciar el trabajo duro, la recomposición del hogar, la difícil vuelta a la normalidad.
Y en ese proceso no sólo ha sido necesaria la ayuda material, que aún sigue llegando al centro ciudadano Beltrán Lucena y a otros puntos del distrito. Más importante si cabe han resultado los abrazos cómplices, las manos fuertes dispuestas a implicarse, los oídos pacientes ante los que desahogarse. La calidez humana de las más de 120 voluntarias y voluntarios ha sido protagonista desde el pasado 25 de enero.
Ricardo Sánchez vivía en el domicilio de sus suegros, en la calle Cristobalina Fernández, mientras terminaba la construcción de su casa en Alhaurín de la Torre. Esa noche, todo lo que tenía en ese sótano acabó bajo la riada. El lodo llegó a las lámparas, en ellas dejó su marca. Ese sábado tenía que trabajar por la tarde.
“Llamé a mi jefa, le dije que estábamos inundados, le mandé vídeos y todo, me dijo que me iba a descontar el día y lo entendí, pero aquello era imposible tenerlo listo en un día, había que limpiar cien metros cuadrados por un metro ochenta de agua”, indica Ricardo, que perdió su trabajo al ausentarse más días. Su contrato de fin de obra terminó de una manera muy poco solidaria y desde entonces está en el desempleo.
“Vinieron a ayudarme voluntarios de Cártama, de Maqueda y el Sexmo, terminé el jueves y el viernes me fui a la zona cero, a la calle Varsovia a ayudar en lo que pude”, comenta. Allí se enteró que en el centro Beltrán Lucen se había habilitado un puesto de ayuda y “desde entonces estoy aquí todos los días que abre”.
Con Salvador, que ha puesto su camión a disposición de los vecinos, ha recogido muebles donados y los ha llevado a la casa de los afectados, ha cargado somieres y colchones en su coche, ha entregado lavadoras, vitrocerámicas, mesas y sofás.
“Hemos preparado lotes de ropa, de toallas y ropa de cama, de productos de limpieza y lo hemos repartido casa por casa, a todos los que hemos podido, a los que han solicitado ayuda o a los que hemos visto necesitados y se la hemos ofrecido nosotros directamente”, explica este voluntario y destaca la ola de solidaridad que ha regado este distrito malagueño.
“Ha llegado material de muchísimos lugares”, agrega. Entre ellos, de Francia gracias a la familia de su padre. Particulares y asociaciones de Mijas, Torremolinos, Benalmádena, Ubrique, Barcelona, Sevilla, Córdoba y Granada, de Totalán, de Yunquera, de Alhaurín de la Torre, de entidades malagueñas, de la Federación de Peñas... La lista es larga.
Francisca García llegó desde el municipio almeriense de Vera. Cuando vio las imágenes de Campanillas en las noticias no pudo quedarse en el sofá. Movilizó a sus contactos y cuando recogió todo lo que pudo llenó su coche con productos de limpieza, con la ropa de baño y cama de un hotel de su municipio y condujo hasta Málaga.
Conoció el distrito el 1 de febrero y no pudo ni quiso irse hasta una semana después. “Cuando vi el volumen de trabajo que había supe que no podía volverme, ante una emergencia de esa magnitud no nos podemos quedar de brazos cruzados”, comenta ya de regreso.
“Yo puse mi cara y mi presencia, pero el municipio de Vera ha sido totalmente solidario con Campanillas, debería de haber un hermanamiento”, agrega Francisca, concejala socialista en el Ayuntamiento de Vera.
Durante su semana de voluntariado ella ha sido Paqui, “la chica de Almería”.
Venía con lo puesto y los vecinos la acogieron en sus casas como una más. En el centro ciudadano atendió unas 150 llamadas al día. “Necesitaban a gente que mostrara su apoyo, su cariño, que les diera un poco de consuelo porque las caras de desolación eran impactantes, el color del barro, el olor a humedad lo teñía todo y me llegó al alma”, recuerda. Tanto es así que le costó marcharse de nuevo a casa.
Cinco días más tarde estaba enviando un trailer con 34 sofás camas y 26 sillones y sofás de una y dos piezas de un hotel de su municipio. El coste del transporte también lo asumió un empresario de la zona. “Es la primera experiencia de este tipo que tengo y ha sido muy importante, descubrir el altruismo y el voluntariado ha sido muy grande, vi que no era la única loca y que se trata de ir sumando, de cada lado, de donde se pudiese y eso ha sido excepcional”, relata.
Desde el primer momento, Raquel Quirós, presidenta del AMPA del colegio Francisco de Quevedo, fue la cara más conocida del equipo. “Conozco a todas las familias damnificadas, pertenecen al colegio, son compañeros de mis hijos, amigos, no me podía quedar en casa, tenía que prestar mi ayuda”, indica.
Así que cuando amaneció y frenó la intensidad de la lluvia cogió el paraguas, se calzó sus botas y bajó a comprobar la magnitud de la riada, tanto en las casas como en el colegio, en el que vive la conserje Mercedes, a punto de perder la vida al quedar atrapada en su domicilio.
Dos días después se hizo una reunión en la junta de distrito y se puso en marcha un voluntariado coordinado por la Organización Social de Ayuda Humanitaria (OSAH), que preside Antonio Paneque. Raquel ofreció su trabajo y desde entonces han sido cientos de horas dedicadas a los demás. “Hemos ido casa por casa, llamando para saber qué necesidades tenían para ver en qué podíamos ayudarles”, apunta.
Y señala que hubo gente que tardó en solicitar ayuda “por vergüenza” o por pudor, sabiendo que el de al lado estaba peor. Encontrase una cara amiga como la de Raquel les ha servido para desterrar prejuicios, para abrirse y hablar con sinceridad de las dificultades que arrastran desde aquella noche.
Como José Francisco Mengíbar, que perdió dos vehículos y una moto, además de muebles, ordenadores, cámaras y otros objetos valorados en unos 24.000 euros. “Soy un contribuyente ejemplar, que pago mis impuestos y mis seguros, no hay derecho que después de pagar por todo ahora que hace falta no tenga respuesta de mis compañías, todo va a través del Consorcio y los 7.000 primero euros no los cubren”, lamenta este vecino.
Ante la frustración y la impotencia de verse desasistido y sabiendo que las ayuda públicas tardarán en llegar, el voluntariado ha sido esencial. “Se les ha tratado con mucho cariño, ha venido gente que psicológicamente estaba muy mal, ha roto a llorar y necesitaban ese abrazo, ese consuelo”, estima Raquel Quirós. Ella ayudó a la asociación ASIT a repartir el material escolar y las mochilas compradas con la pedrea de la Lotería de Navidad para que ningún escolar de la zona volviera al colegio sin lo necesario. “Fue una alegría tremenda para los niños”, recuerda.
El centro cultural ha sido el puesto base de un grupo que se ha convertido en familia durante dos semanas. “Tenía que estar aquí porque era donde me necesitaban, y mis hijos y mi marido lo han entendido perfectamente”, apunta. Su labor no ha terminado y asegura que mientras quede ropa por lavar y barro por limpiar estará allí. “De todo esto me quedo con la calidad humana con la que se ha tratado a las personas, dentro del desastre ha sido una experiencia gratificante, la gente se va más tranquila, más acogida, se han cubierto muchas necesidades”, afirma.
Después de varios días cerrado, la reapertura este pasado miércoles del Beltrán Lucena lo convierte en un ir y venir de gente. Entre ellos, Isabel, vecina de El Brillante, una zona “que se convirtió en un lago”. Su casa se encharcó, ha perdido el parqué y los muebles del salón, además de algunos electrodomésticos.
Así que lo primero fue achicar agua, sacar la madera hinchada, quitar el lodo con la ayuda de unos amigos de Coín. Isabel pertenece al club motero Hayabusa Andalucía, con el que ya había participado en proyectos solidarios. Así que llamó al Motoclub Nacional 331 y puso en marcha un evento benéfico para los afectados con el apoyo de los clubes andaluces.
Su iniciativa se unirá a otras que ya se estaban gestando para crear, el próximo 7 y 8 de marzo, un fin de semana festivo y solidario. “Se ha suspendido el Carnaval y en su lugar habrá una fiesta con conciertos, espectáculos de baile, un arroz solidario, barras de bebida y comida”, apunta Isabel, que regenta un taller mecánico en el Viso.
Además, habló con la asociación de vecinos de su comunidad y centralizó donaciones en el local de la entidad para el reparto directo de material a los vecinos del Brillante. “Estamos trabajando desde el día 25 sin descanso, cuando terminamos de trabajar o cuando nos podemos escapar vamos a recoger y a hacer entregas, la gente se ha volcado porque hay otros que han perdido mucho”, dice y teme que pueda volver a repetirse porque el germen del problema “no se ha arreglado”.
Raquel y Cristina Martín descargan mano a mano el trailer llegado de Vera a un local que ha cedido el PTA para almacenar las donaciones de mayor volumen. Cristina pertenece a la asociación cultural El Carmen y a la comunidad parroquial. Por eso el cura la llamó solicitando ayuda para la iglesia del Carmen. “Cogimos los cacharros de limpieza y nos fuimos abajo, aquello era otro mundo, no parecía Campanillas, aquello era grave”, reconoce.
Así que tras limpiar el templo continuó con su ayuda desinteresada en el Beltrán Lucena, “repartiendo cosas, haciendo de taxista, de todo”. Y comenta que “el que no ha venido a ayudar es porque no ha visto la magnitud de esto”.
El eco de la entrega humanitaria en Campanillas ha llegado muy lejos. También se ha devuelto desde cerca, desde aquellos que sufrieron lo mismo hace poco más de un año, de los que saben en Campillos lo importante del apoyo cuando se tiene que volver a empezar.
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