Málaga: el último árbol de la Vega de Mestanza
Calle Larios
Qué tiempos extraños en los que hay que insistir en que cualquier medida que pase por la tala masiva de un espacio natural debería descastarse de inmediato, pero la responsabilidad civil también pasa por aquí
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Málaga/Lo más urgente que corresponde afirmar respecto a la Vega de Mestanza es su existencia. Y sí, existe: se trata de un paraje natural, la última vega cultivada con superficie en el término municipal de Málaga, a un tiro de piedra de algunos de los centros neurálgicos de la ciudad (como el Aeropuerto o el Málaga TechPark) y desconocido por la mayoría de los malagueños. Lo primero que llama la atención cuando visitas la zona es el silencio, de una calidad muy superior a la media, a pesar de la proximidad de la Autovía del Guadalhorce. Los árboles se disponen a tus pies como un mar verde y quieto donde solo los pájaros, de diversidad suficiente como para hacer las delicias del ornitólogo mayor del reino, rompen la delicada placidez en el oído. No hay muchas oportunidades para encontrar un paraje así, abierto junto al río como un oasis inesperado, tan cerca de casa. Los vecinos se refieren a menudo a la Vega como el “Central Park de Málaga”, y sí, no es difícil imaginar el volumen de aire limpio y renovado que se emite desde aquí a diario, a beneficio de Málaga, Cártama y Alhaurín de la Torre. Como saben, el plan de la Junta de Andalucía para el lugar pasa por la tala de árboles para la instalación de la nueva depuradora de aguas (la EDAR Norte) que necesita el territorio ya con cierta urgencia, dado el abultado crecimiento de la afluencia turística. Respecto a de cuántos árboles hablamos, el baile de cifras es aquí también ley: la Junta los cifra en 8.500; los vecinos, por su parte, consideran que, a pesar de las últimas modificaciones introducidas en el proyecto, en teoría más respetuosas con el enclave, la instalación seguirá llevándose por delante unos 20.000 árboles. Convendría, en cualquier caso, mantener la cuestión apartada de la dichosa peleíta partidista de turno: la ubicación de la depuradora la decidió un gobierno socialista y después la ratificó un gobierno popular. A partir de aquí, alcaldes, concejales, portavoces y demás responsables de muy distintos signos han empleado el paraje para intentar sacar su rédito electoral; eso ya sabemos cómo funciona y no hay mucho más que añadir, los políticos tienen todo el derecho del mundo a hacer su trabajo como consideren pero, a menudo, cuando determinados valores se ponen en juego, conviene bajar al fango y negociar con todas las cartas sobre la mesa. En este caso, sin embargo, se trata de mirar. De ir a la Vega y ver el paisaje. Y decidir a partir de entonces. Si no, ay, lo que se decida, dentro o fuera de la peleíta, se habrá adoptado a ciegas.
Solo los 8.500 árboles de los que habla la Junta producen en torno a un millón y medio de kilos de cítricos al año, exportados, con el correspondiente certificado ecológico, a Inglaterra, Alemania y Francia. Hablamos, por lo tanto, del pan de mucha gente. Pero no solo eso: Helen Todd dejó dicho que queremos el pan, pero también queremos las rosas, y pocas veces semejante lema resulta tan apropiado. Pueden imaginar lo que supondría la instalación de una depuradora en la misma puerta de sus casas a la calidad de vida de los vecinos, por no hablar de un desastre medioambiental sin muchos precedentes en la historia de la provincia de Málaga que acabaría con una diversidad biológica única. Si no hubiera más remedio que instalar la depuradora aquí, tendríamos servido un debate de altura en la medida en que, de una manera u otra, estaríamos condenados, como en una comedia sartreana, a elegir una solución detestable. Pero resulta que, por una parte, la instalación de la Edar Norte en la Vega de Mestanza podría incurrir en una ilegalidad, ya que se vulneraría el artículo 3.1 de la Ley de Aguas al ubicar el equipamiento en una zona inundable; y, por otra, el Gobierno Andaluz ha barajado desde el principio al menos otros cuatro posibles emplazamientos en los que no habría riesgo de inundación y en los que, además, la actuación resultaría considerablemente más económica. Estas cuatro ubicaciones alternativas se encuentran cerca de la Vega de Mestanza y, entre ellas, destaca por su idoneidad la que se encuentra justo al lado de la depuradora del Guadalhorce: en su momento, cuando se instaló la maquinaria ahora operativa, se preservó un área anexa a la espera de una ampliación que el tiempo, tal y como ha quedado demostrado, haría necesaria. Así lo explican los propios vecinos de la Vega de Mestanza, quienes recuerdan que aquellos terrenos ya estaban dirigidos a tal fin y que, por tanto, nunca, al menos bajo el imperio del sentido común, cabía esperar que se destinaría la Vega a la Edar Norte. En los últimos años, parte de la superficie teóricamente dispuesta para la ampliación de la depuradora del Guadalhorce ha acogido el Autocine que cerró sus puertas y el posterior festival de música que volverá a celebrarse este verano bajo la marca Selvatic Fest. A algunos vecinos de la Vega, como a otros de Churriana y de otros distritos colindantes, el ruido festivalero les resulta incómodo, pero todos cambiarían con gusto una depuradora del tamaño de la Enterprise por un festival (de verdiales, si fuese posible) en la puerta de su casa.
Todo apunta, en fin, a que las verdaderas razones por las que aún se mantiene la Vega de Mestanza como espacio designado para la depuradora no llegarán a saberse del todo, al menos, hasta dentro de mucho tiempo. Cuando el Calígula de Albert Camus entendió el poder político como un medio para desafiar la lógica, no estaba haciéndole el juego únicamente al fascismo: también nuestra noble democracia parlamentaria sabe arrojar los dados a donde no podemos verlos. Lo que quieren los vecinos es que el presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno Bonilla, visite la Vega de Mestanza, como prometió que haría. Y uno solo puede recomendarle al presidente que sí, que acepte la invitación, que se acerque un rato y se deje conquistar por el silencio, la belleza y la alegría que acompaña al descubrimiento de que la Vega existe. Mientras tanto, la responsabilidad civil pasa por resistir e insistir hasta que el último árbol siga en pie. Cuenten con ello.
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