“La literatura es un objeto de precisión que opera sobre lo más impreciso: la vida”
Álvaro García | Escritor
El autor, dueño de una trayectoria poética ampliamente reconocida, presenta este viernes en Málaga su segunda novela, ‘Discurso de boda’ (Canto y Cuento), una aproximación al amor como resistencia
Málaga/En la bibliografía poética de Álvaro García (Málaga, 1965) figuran títulos imprescindibles como La noche junto al álbum (Premio Hiperión en 1989), Canción en blanco (Premio Loewe en 2011) y Ser sin sitio (2014). En 2018 publicó su primera novela, El tenista argentino, con la que obtuvo el Premio Ciudad de Barbastro; y ahora publica la segunda, Discurso de boda, que presenta este viernes a las 21:00 en el restaurante O Mamma Mía (Avda. Príes, 13).
-¿En qué medida son importantes para usted la higiene y la limpieza a la hora de escribir?
-¿A qué te refieres con higiene?
-A retirar la paja para ir al grano.
-Creo que hay tener claro que la vida no es lo que uno cuenta. En todo caso, lo que yo hago es contar con la vida para escribir. Asumo que mi trabajo con la poesía me condiciona a la hora de escribir novelas, lo que seguramente tiene que ver con tu pregunta; pero la poesía no es lo que cree la mayoría: es un arte combinatorio y contrapuntístico sustentado en los matices, no en realidades planas. Esta característica también es propia de la novela, especialmente desde que la poesía empezó a ser imitación y había que ser Garcilaso para hacer música con ella. Decía Ezra Pound que la novela viene a nuestro alcance cuando la poesía nos abandona. Pues bien, la humanidad ha hecho justo ese viaje. Si cuando eres joven acudes a la poesía, cuando maduras acudes a la vida para escribir novelas. Eso lo vemos claro en Flaubert, pero sobre todo en Henry James. De hecho, James es ya puro matiz.
-Sí, pero ¿podemos contar las cosas tal y como son? ¿Podemos aspirar a la claridad, ya usemos una sintaxis más o menos compleja? Se lo pregunto porque advierto esto en su novela, una elaboración a menudo ambiciosa con una aspiración de claridad, cuando lo que sucede habitualmente es lo contrario.
-La literatura es un objeto de precisión que opera sobre lo más impreciso: la vida. En esto se parece a la música. Cuando escribo, no estoy particularmente a favor de los hechos. Sería incapaz de dedicarme a levantar acta, sin más, en parte porque he optado por la confrontación. Para mí, la claridad se parece a peinar un animal a contrapelo. Cuando haces esto en realidad no peinas al animal, sino que lo despeinas, pero así puedes ver lo que hay debajo de la pelambrera. Eso es la literatura.
-En Discurso de boda reivindica el culo como instrumento político, lo que me ha recordado mucho a David Lodge.
-Con eso del culo ha sucedido una cosa muy curiosa. En uno de los momentos más explícitos de la novela aparece escrito que el protagonista apoya su lengua “en un punto fijo”. Yo daba por hecho que todo el mundo interpretaría de inmediato que me refiero al clítoris. Pero algunos lectores me han expresado dudas al respecto y me han apuntado la posibilidad de que me refiriera al ano. Seguramente, la culpa es mía: tal vez debí haber sido aún más explícito. El problema es que si escribes clítoris ya lo das todo hecho, no hay nada más que decir, mientras que la expresión punto fijo apela de manera más abierta a la imaginación del lector. Esto invita a reflexionar sobre lo que uno escribe pensando en cómo va a ser interpretado y lo que finalmente el lector interpreta. Respecto a la política, sí, hay una apreciación política del culo a través de la danza, que reconoce el cuerpo como una realidad política. Como te decía, la literatura no está para levantar acta. Para eso está el telediario. La literatura es una combinación imprevista. Pero es así como la literatura se convierte a su vez en un objeto político, porque a la política le conviene lo imprevisto. Es en situaciones imprevistas, como una epidemia, cuando comprobamos en qué medida tenemos política o no la tenemos en absoluto.
-¿Y hasta qué punto le conviene a la política una literatura realista?
-La literatura no es únicamente una cuestión práctica. Me decepcionaría un escritor que aspirara a ser tan sólo un autor realista. Ahora bien, la literatura permanente sería algo intolerable. Por eso necesita acudir a la vida práctica de vez en cuando, para descansar un poco de sí misma.
-¿El humor es en su novela una herramienta premeditada?
-El humor se parece al amor del mismo modo en que la literatura no va sobre algo, sino que es como algo. De nuevo, está hecha a base de combinaciones imprevistas. Así funciona, imitando los procedimientos vitales. De modo que el humor aparece en la novela como resultado de esas combinaciones. No era mi intención que estuviera. Yo soy un ser más bien trágico, pero las combinaciones son contundentes, no hay manera de oponerse a ellas. Sé que resulta muy impopular citar a Ortega hoy día, pero Ortega dio en el clavo cuando afirmó que la novela es como un sueño: si te tocan la mejilla, te despiertas. Da igual si el sueño está hecho de lenguaje o de cualquier otra cosa. Es lo mismo: si te tocan la mejilla, ya no hay sueño.
-Discurso de boda es una novela sobre el amor. ¿El amor es más sueño que la novela?
-El amor es lo único verdaderamente íntimo. Todo lo demás es público. Puedes vender el amor, saliendo en el Hola, por ejemplo: pero seguirá formando parte de lo más íntimo. El amor es tan íntimo que está en lucha con todo lo demás. En el fondo, todos los amantes son los amantes de Teruel, todos se tiran por un barranco. Todos son Romeo y Julieta. Los que amamos estamos en lucha para que algo íntimo prevalezca al fin entre todo esto.
-Pero, ¿realmente se puede escribir sobre el amor? ¿Contamos con las palabras idóneas?
-La literatura es el arte de exponer argumentos mostrencos a través del lenguaje.
-¿Cree que podría haber escrito esta novela hace diez años, o dentro de otros diez?
-No, no podría haberla escrito en otro momento. La he hecho cuando he podido tomar distancias. Y, sobre todo, cuando he sido capaz de poner en imágenes lo que quería contar. Eso era para mí fundamental. Por eso la novela está compuesta, fundamentalmente, de imágenes. A través de cómo son sus dientes puedes llegar a conocer mucho de un personaje.
-¿Qué piensa cuando le hacen comentarios del tipo “ésta es la novela de un poeta”, algo que se suele entender como un elogio?
-No me importan esos comentarios, pero sí quiero dejar claro que ésta es la novela de un poeta que se ha tomado muy en serio la poesía. Que no la ha escrito para tener éxito en una sociedad de eslóganes. Yo quería someter el mundo práctico al canto. Y me lo tomé muy en serio. Luego pasé del canto al cuento, pero a la hora de escribir novelas mis motivos son exactamente los mismos. Necesito que esa combinación imprevista que es la literatura me queme. Si no me quema, no me interesa.
-Decía antes que la novela está construida a base de imágenes, y lo cierto es que resulta muy cinematográfica por más que la voz del narrador sea la absoluta protagonista. ¿El cine es aquí una referencia tan esencial como la misma literatura?
-A estas alturas no podemos ver la realidad como si no existiera el cine. Hablamos y nos besamos, por ejemplo, como hablan y se besan en el cine. Ya no somos inocentes. Y, desde luego, alguien que se dedica al lenguaje no lo va a ser menos. Respecto a la voz del narrador, es verdad que no hay diálogos formales, pero es que no me gusta escribirlos. Prefiero que el diálogo forme parte del sueño.
-¿Ha aprovechado el tiempo en esta cuarentena?
-He terminado una novela corta que me ha costado especialmente y otra larga. He hecho en tres meses el trabajo de tres años.
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