Volver a los museos
Coronavirus en Málaga | Museos
Condenados a la clausura a cuenta de la epidemia, los museos afrontan un panorama incierto a la hora de volver a hacerse atractivos al público cuando puedan reabrir sus puertas
El director del Museo Picasso Málaga, José Lebrero, apunta algunas claves para el futuro inmediato sobre una cuestión vital en la ciudad
Málaga/En la batalla emprendida por el sector cultural para hacer oír sus reivindicaciones en la coyuntura de una epidemia que obliga a mantenerla actividad parada y los espacios cerrados, los museos han representado un papel considerablemente más discreto que otros ámbitos dada, en primer lugar, la titularidad pública que, en mayor o menor grado, corresponde a estos centros. No son aquí los autónomos, las pymes ni un sector productivo más o menos definido los que se juegan el tipo, sino, como norma general, instituciones sustentadas en el empeño o la sensibilidad cultural de las administraciones correspondientes. Con los museos cerrados a cal y canto, sin embargo, los motivos de preocupación son muy parecidos: por más que casi todos cuenten con financiación pública, la afluencia de visitantes representa, para bien o para mal, el termómetro más comúnmente aceptado para justificar la oportunidad e idoneidad social de los museos, gracias sobre todo al binomio cultura / turismo que en las últimas décadas se ha terminado de coronar como Santo Grial del sostenimiento de las ciudades; sin contar con que, a tenor del modelo adoptado en España, los ingresos en taquilla constituyen un resorte que muy pocos están dispuestos a rechazar, por más que al fin dejara de abrigarse la quimera de los museos autosuficientes que en su día se asumió como aspiración. Además, cabe sospechar que, al igual que sucede con los teatros, una vez dada por terminada la clausura el público tenderá a pensárselo dos veces antes de meterse en un espacio cerrado en el que las distancias de seguridad quedarán fácilmente vulneradas, un recelo que sólo la certeza absoluta respecto a las medidas de limpieza y desinfección que habrá que asumir podrá erosionar en parte. Se da por hecho además que, más allá de un presunto regreso a la normalidad, pasarán años hasta que el turismo internacional recupere los registros de 2019 en España, lo que amenaza con resultar letal para los museos que tienen precisamente en los visitantes extranjeros su principal fuente de usuarios. Ante semejante panorama corresponde, cuanto menos, hacerse preguntas. Y sí parece estar claro que, una vez reabiertos, los museos tampoco volverán a ser lo que fueron. Y que de las decisiones adoptadas durante la transición hasta la recuperación de las viejas cifras dependerá su supervivencia. Ya no vale seguir jugando al mismo juego.
Todo esto tiene consecuencias directas en Málaga, una ciudad que ha hecho de sus museos causa mayor de identidad, proyección, desarrollo, estrategia e ingresos. El Ayuntamiento invierte cada año unos cinco millones de euros en los museos dependientes de la Agencia municipal para la gestión de espacios museísticos (la Fundación Picasso Casa Natal, el Centro Pompidou y el Museo Ruso) así como en los museos de cuyos patronatos es parte fundamental, como el Museo Carmen Thyssen, cuyo órgano rector es la Fundación Palacio de Villalón. Además, el presupuesto anual establecido para el CAC Málaga en este año, tras la renovación del contrato de gestión el año pasado, se queda en 3,2 millones de euros, lo que supone una rebaja respecto a los 3,5 millones contemplados en los contratos anteriores. Por su parte, la Junta de Andalucía aporta cada año 4,3 millones de euros al Museo Picasso Málaga (cuya titularidad comparte con los titulares del Legado Paul, Christine y Bernard Ruiz-Picasso) y 2,5 millones al Museo de Málaga. En cuanto a la afluencia, el Museo Picasso ha venido encadenando en los últimos años sucesivos récords de visitantes hasta superar los 700.000 de 2019, lo que consagra al centro como el museo más visitado de Andalucía y uno de los más demandados en España. En el mismo año, el Centro Pompidou Málaga obtuvo también el mejor registro desde su inauguración hace cinco años, con un total 177.491 visitas; la Casa Natal recibió a 121.406, el Museo Ruso a 82.724, el Museo Carmen Thyssen más de 170.00 y el Museo de Málaga más de 150.000. Dado que el CAC Málaga permaneció cerrado buena parte del año a la espera de la resolución de su nuevo contrato, conviene reflejar el registro de 2018, con más de 475.000 visitantes que accedieron de manera gratuita a sus exposiciones y actividades. Ahora, el coronavirus ha dejado todo este esfuerzo en una suspensión agónica mientras los museos acuden a internet para mantener en la medida de lo posible el contacto con su público, aunque sea de manera virtual. Pero cabe la sospecha de que esta conexión resulte contraproducente cuando se trate de convocar a los visitantes potenciales de vuelta a sus museos. De cualquier modo, no será fácil.
Preguntado sobre si esta crisis obligará a cambiar la función, el sentido y la organización de los museos, así como su relación con el publico y con las ciudades, el director del Museo Picasso Málaga, José Lebrero, aporta su particular reflexión: "Si la función principal de los museos es conservar, estudiar y dar a conocer el patrimonio artístico no hay motivos para creer que esto cambie. Lo que ahora no sabemos muy bien es cómo y a quién". En este sentido, Lebrero tira de historia reciente para dilucidar la cuestión actual: "Llevamos ya tiempo tratando de averiguar cómo hay que hacerlo en una sociedad convertida en un gigantesco zoco global en el que infinitas imágenes de todo tipo compiten por ganar significación y hacerse con un hueco en el imaginario colectivo. La crisis financiera de 2008 forzó a un estricto replanteamiento de las capacidades del museo como agente económico, llevando a la mayoría de las instituciones más vulnerables a la irrelevancia social o, lo que es peor, al pasillo hacia una especie de muerte anunciada. Lo de ahora pienso que puede provocar una herida estructural mas profunda si el ecosistema de la cultura no reacciona pronto".
Pero este ecosistema adquiere en el mundo del arte una estructura que puede llegar a ser muy compleja, tal y como explica Lebrero: "El sector económico más poderoso en el arte de hoy, las casas de subastas y las galerías transnacionales, siguen con ritmo sus operaciones después del primer susto. Los museos de primera división mundial están moviéndose deprisa para intentar llevar a cabo futuros grandes proyectos. No parece pues cierto que los grandes eventos desaparezcan. El impacto mas negativo será para las organizaciones y personas hacen las veces de pymes y autónomos en el ecosistema del arte. Se llevará cada vez más lo digital que al ser inmaterial tiene un coste menor y un beneficio superior. Probablemente también serán algunos de los severamente afectados financieramente quienes aporten innovación y renovación al lenguaje de los museos". Y es aquí donde advierte el director del Museo Picasso un mayor peligro respecto al futuro inmediato si se consolidan determinadas tendencias: "Así sucedió con la pasada crisis financiera, que dio pie al nacimiento de empresas que hoy son líderes mundiales en su campo como AirnB o Uber. ¿Se impondrá una modalidad nueva de museos higiénicos y robotizados sin patrimonio físico que tutelar y de consumo sostenible? El negocio de las exposiciones inmersivas abiertas las 24 horas y replicadas globalmente crecerá. Las obras maestras de momento quedarán para el disfrute de los más pudientes".
La perspectiva, entonces, no puede ser otra que la de un esfuerzo mayor, más dirigido y más consciente, en clave histórica, cultural y política. Lebrero da cuenta de sus razones para asimilar esta coyuntura como una oportunidad: "Si seguimos creyendo que nuestra primera función como museos es tutelar y compartir con la sociedad civil uno los grandes bienes que logra sobrevivir a guerras y crisis sociales, el legado cultural, habrá que hacer más esfuerzos para adaptar los modos de contar, compartir y escuchar las bondades del arte sin perder el espíritu crítico ni olvidar que el día después tendremos la obligación de convertir el fracaso en acierto. Poner toda la energía posible en hacer algo bueno para conservar los valores propios de una sociedad democrática. Parece ser que fue Haruki Murakami quien dijo: 'cuando salgas de la tormenta, ya no serás la misma persona que había entrado en ello. En eso consiste la tormenta'. Parece que ahora los museos tienen ante sí una gran oportunidad para hacerse sentir mejor en el territorio al que están inscritos. Si lo conseguimos, espero que sea pronto".
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