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Creadores en La Térmica
La sexta convocatoria del programa de Creadores en residencia de La Térmica recibió el año pasado un total de 215 propuestas llegadas desde países como Reino Unido, Alemania, Suiza, México, Venezuela e India, además de España. Finalmente, el comité de selección, formado por el director del Centro Andaluz de Fotografía, Rafael Doctor; la directora artística del Museo Carmen Thyssen, Lourdes Moreno; y la profesora de la Facultad de Bellas Artes de la UMA Blanca Montalvo, optó por los proyectos de Dela Delos (Oviedo), Julio Anaya (Torremolinos), Paloma de la Cruz (Málaga), Antonio Navarro (Málaga), Miguel Scheroff (Jaén) y Valle Galera (Granada), seis jóvenes creadores cuya mirada confluye en una interpretación múltiple, diversa y harto significativa sobre el mundo presente. El próximo 7 de junio se inaugurará en La Térmica una exposición con los trabajos que estos artistas vienen desarrollando en las instalaciones del centro desde hace unos meses, pero antes los protagonistas reciben a Málaga Hoy para dar cuenta de sus obras.
Nacida en 1980 en Jaén, Valle Galera se licenció en Bellas Artes en Granada en 2004 y se doctoró posteriormente con la tesis Fotografía e identidad. Apropiaciones, desmontajes y reinvenciones. Su proyecto para La Térmica, sin título, conecta poderosamente con este trabajo, ya que el núcleo del mismo es el conjunto de fotografías que realizó a varios preadolescentes de entre 13 y 15 años en sus entornos domésticos, especialmente en sus dormitorios, donde los retratados dan cuenta de sus gustos personales y su vida cotidiana. Galera tuvo en cuenta cómo querían ser retratados sus jóvenes modelos y, especialmente, “cómo perciben ellos las imágenes que les rodean a diario y cómo las incorporan a su mundo”. En su proyecto, la artista indaga en la paradoja de un sistema audiovisual que ha desterrado a los adolescentes bajo el argumento de la seguridad pero que, al mismo, proyecta de ellos una imagen que se corresponde mucho más con la vida adulta a través de la publicidad, “lo que cabe interpretar como que los adolescentes únicamente son importantes como consumidores”. Lo más complicado para Galera fue recabar los permisos para fotografiar a sus modelos, un trabajo en el que tuvo que invertir “tres meses llenos de dificultades y mucha paciencia”. Su instalación, que atiende igualmente a la paradoja que a su vez encierran las redes sociales, incluirá fotos en papel, otras proyectadas en un monitor y un banner luminoso que reproduce textualmente los argumentos de padres y profesores que se negaron a que sus hijos y alumnos participaran en el proyecto, “para hacerlos presentes de alguna forma”.
Recién llegado de su primera individual en Italia, y presente en la muestra colectiva Make something different que actualmente puede verse en la sede del CAC Málaga, Julio Anaya Cabanding ha obtenido una gran repercusión en los últimos años con sus intervenciones que reproducen en lugares abandonados algunas obras maestras de la tradición pictórica, del Barroco al Impresionismo pasando por la Escuela Holandesa, recreadas a modo de trampantojos que incluyen incluso los marcos con los que actualmente se muestran en los principales museos del mundo. Para su proyecto en La Térmica, también sin título, Anaya ha establecido a partir de aquí un singular viaje de ida y vuelta con materiales (fundamentalmente cartones, aunque también elementos textiles y otras superficies de diversa índole) que ha encontrado en los lugares abandonados donde ha realizado algunas de sus intervenciones anteriores (puentes, descampados, polígonos industriales, entornos degradados de las afueras) y que ha trasladado a La Térmica para intervenirlos, de nuevo, reproduciendo sobre ellos obras maestras de la historia de la pintura. “Lo más complicado fue preparar los materiales para poder intervenir en ellos: tuve que limpiarlos, desinfectarlos a fondo y aplicarles una cobertura con látex para darles la rigidez necesaria”, apunta Anaya, quien admite su querencia por un arte popular (“Esto le podría gustar a mi abuela”) pero “chocante”.
En Salvajes escenarios latentes, Miguel Scheroff (Navas de Tolosa, 1988) acude al lenguaje pictórico y escultórico para una investigación que conecta tanto con la postmodernidad (en la unión de referentes clásicos y populares) como con el discurso social abiertamente crítico, pero dando en todo caso la palabra al observador. El proyecto incluye tres pinturas de gran formato en las que cita tanto a Rubens a la hora de retratar a Hércules en pugna con el león como a los personajes del videojuego Battle Royale; y lo hace con un uso del color que rompe incluso los límites del pop (“Muy al gusto de los millennials”, apunta) merced a grandes cantidades de óleo (distribuido sobre el lienzo con manga pastelera) e incrustaciones de carbonato cálcico. Scheroff incluye también dos esculturas de figuración animal y mitológica, realizadas con espuma y vendas de escayola y cubiertas abundantemente con esmalte hasta conseguir el mismo efecto del color. A través de las representaciones de naturalezas heridas, con un protagonismo esencial de la sangre y la carne, el artista aspira a mover a la reflexión “sobre la responsabilidad del ser humano en la destrucción de su entorno como signo del mundo contemporáneo”.
En Puppy purée (expresión que podría traducirse como Puré de perrito), Alicia de la Fuente (Oviedo, 1992), conocida en el ámbito artístico como Dela Delos, presenta un diagnóstico implacable y no exento de humor de la generación millennial a través de tres piezas escultóricas. Delos advierte dos signos de identidad claros en el colectivo social señalado: “La asunción del no future como modo de vida propicio al bajón y el código autorreferencial reinante en las redes sociales”. Y justo estas dos características están presentes en una escultura que representa a un perro inacabado, “con las tripas fuera”, y un rostro humano aplicado mediante un antifaz que corresponde nada menos que al filósofo polaco Zygmunt Bauman, padre del concepto de sociedad líquida. “Bauman es un referente millennial decisivo y también es un pensador muy autorreferencial. Con esta obra he querido rendirle homenaje pero también, al mismo tiempo, trolearlo”, explica Delos. En cuanto al perro, “es un corgi, un perro de patas cortas muy habitual en los memes. Venía que ni pintado para la parodia”. La segunda pieza, titulada Pulsión tierna, es un conjunto de excrementos de gran tamaño realizados con purpurina y slime y que representa la pervivencia del juego infantil en edades propiamente adultas: “El slime es de hecho un material abyecto que logra hacerse pasar por cuqui para satisfacer la continuidad de esa pulsión primaria hacia la caca, lo que resulta muy representativo del mundo millennial”, explica la autora. La tercera pieza incide en el juego con un columpio enorme pero inservible, en el que pueden encontrarse tanto alambres de espino como imágenes de contenidos políticos y estética trap, como símbolo de una generación “que vive en la reivindicación permanente y asume códigos como el queer, pero a poco que indagues encuentras que se trata de valores vacíos de crítica y significado”.
El malagueño Antonio Navarro (1990) ha bautizado su proyecto Arraijanal, y de hecho su aportación, realizada a través de vídeos y fotografías, presenta un aprovechamiento profundo de las posibilidades que ofrece el enclave. “Me gusta trabajar en la definición de los espacios a través de sus usos, y al fijarme en Arraijanal encontré un lugar en ebullición. Se trata de un entorno natural, objeto de reivindicación por parte de los defensores del medio ambiente, por el que pasan aviones todo el rato y que además es punto de encuentro para practicantes del cruising así como objetivo para importantes proyectos como la Academia del Málaga”, explica Navarro, quien señala su empeño en recoger esta naturaleza múltiple. Así, un vídeo grabado desde la ventana de un hotel de noche muestra la oscuridad de la zona surcada por los faros de los coches de quienes acuden en busca de sexo espontáneo, mientras las fotografías muestran paisajes poéticos casi extraterrestres con restos de acampadas y manifestaciones ecologistas, incluidas las pintadas en una valla con un claro mensaje: “No”. Los reflejos del sol en los trozos de cristal diseminados completan una “cartografía poética” de los efectos colaterales de la política urbana.
En Carne de cañón, Paloma Castro de la Cruz (Málaga, 1991) también presenta un caso de aprovechamiento integral de un espacio: el del mismo Centro Cívico que acoge las instalaciones de La Térmica, desde una perspectiva histórica. La artista recrea la propia arquitectura del edificio “con el fin de revelar que en esa misma arquitectura queda contenida toda la historia del espacio, que está llena de momentos trascendentales”. Así, parte de la instalación de De la Cruz consiste en una recreación de los característicos azulejos del suelo y de las paredes del edificio, realizada en cerámica, que presenta una herida sangrienta que parece emanar de la piel de los muros, en referencia a la época en que el centro albergó el Hospital de la Sangre, durante la Guerra de Melilla, en la primera década del siglo XX. La artista incluye además la captura de dos proyecciones de luz filtradas en los pasillos de la galería de acceso al corazón del edificio, “porque esas proyecciones de luz se han dado exactamente así desde 1909 hasta ahora”. Lo más complicado ha sido “el trabajo con la cerámica, ya que en La Térmica no tenemos horno y tenía que trasladarla”. El pasado se diluye así, íntegro, filtrado, en el presente.
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