Escuchar con los ojos, abrazar la escena

'Oye-Escucha' | Crítica

Antonio Zafra. / Javier Albiñana

La Ficha

OYE-ESCUCHA

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Centro Cultural Provincial MVA. Fecha: 17 de enero. Texto e interpretación: Antonio Zafra. Dirección: Víctor Alfonso. Aforo: Lleno.

Concebir un espectáculo como Oye-Escucha puede tener mucho de atrevimiento, pero llevarlo al escenario y además bien, o muy bien, ya sí que es rematadamente difícil. Antonio Zafra, actor de larga trayectoria especialmente curtido en la comedia, ha ideado una propuesta al más puro estilo stand-up comedy en la que cuenta cómo es el día a día de las personas sordas. Parte del contenido está inspirado en su propia experiencia con la sordera, aunque también ha recabado testimonios de educadores y varias voces autorizadas que comparecen mediante proyecciones de vídeo. El principal valor de la obra reside en cuanto tiene de revelación: la mayor parte de las situaciones que recrea Zafra, desde una conversación comercial por teléfono a la espera de un aviso por megafonía, son desconocidas para el gran público, que rara vez puede llegar a plantearse la existencia en esos términos. Zafra se refiere a las personas sordas como invisibles, y ciertamente sus pequeñas y grandes tragedias pasan inadvertidas. Así, el actor, acompañado en escena por una eficaz intérprete de lenguaje de signos, conduce al espectador a la piel del otro, a un mundo distinto en muchos aspectos que sin embargo late, a veces, bien cerca.

Y lo hace con la mejor herramienta posible: el humor. Pero donde Zafra se revela un maestro del oficio es a la hora de provocar carcajadas cuando evoca en escena situaciones realmente duras, siempre con el máximo rigor y respeto. O con la mayor fidelidad a la sensibilidad humana, en la que la risa ante la adversidad es una moneda mucho más corriente de lo que conscientemente muchos están dispuestos a admitir. Oye-Escucha es un espectáculo descacharrante y a la vez serio, que no evita los malos tragos y llama a las cosas por su nombre. Sólo un actor de la talla de Antonio Zafra, capaz de abrazar la escena como en un baile, llega a poner un patio de butacas lleno a escuchar con los ojos. Conmovedor y libre. Inolvidable.

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