La historia del CAC Málaga que no era el CAC Málaga

CAC Málaga

El Ayuntamiento inaugura en el centro, sin hacer referencias al CAC Málaga, la exposición organizada para cubrir el hueco hasta la adjudicación del nuevo contrato con los trabajadores despedidos reunidos en un acto de protesta

Presentación de 'Make something different', este jueves, en la sede del CAC Málaga. / Marilú Báez

Málaga/Lo que los viejos filósofos armaron intelectualmente para distinguir entre sustancia y accidente, fenómeno y noúmeno, mundo tangible y mundo ideal, ha quedado concretado de manera emblemática en el CAC Málaga. El Ayuntamiento inaugura este jueves la exposición Make something different. La gran corriente pop del siglo XXI, que podrá verse hasta el 30 de junio en la sede del centro con más de sesenta obras de artistas de la talla de Mark Ryden, Haroshi, KAWS, James Jarvis y los malagueños Javier Calleja y Julio Anaya; y este mismo jueves tuvo lugar la presentación a los medios, con la presencia del galerista japonés y comisario Shinji Nanzuka (quien ha colaborado de manera eficiente para la llegada a Málaga de estas obras, procedentes en su mayor parte de colecciones privadas); la también comisaria Alicia Gutiérrez; la directora del Área municipal de Cultura, Susana Martín; y los dos artistas malagueños citados (Calleja protagonizó el año pasado una exposición en la galería Nanzuka de Tokyo que, en gran medida, abrió la puerta a la posibilidad de que este proyecto se llevara a cabo). El Consistorio decidió en su momento dar luz verde a esta muestra en la sede del CAC mientras se resolvía el proceso de adjudicación de la nueva gestión del museo: el anterior contrato concluyó el pasado 30 de abril y a día de hoy no se sabe cuándo podrá formalizarse el próximo, lo que convierte la nueva exposición en protagonista de una situación cuanto menos bizarra. De entrada, un grupo de los trabajadores del CAC que han perdido su puesto de trabajo aprovecharon la convocatoria para concentrarse a las puertas del centro y volver a llamar la atención sobre su situación. Y ésta es, de hecho, la cuestión menos agradable del asunto.

Trabadores del CAC contratados por Gestión Cultural y Comunicación, este jueves, a las puertas del centro. / Marilú Báez

Esta historia del CAC que no era el CAC se desarrolla, más o menos, como sigue: después de varias prórrogas acumuladas a cuenta de varios retrasos por muy distintos motivos, el Centro de Arte Contemporáneo llegó a la finalización del contrato vigente en los últimos diez años, el pasado día 30, sin posibilidad alguna de garantizar el recambio inmediato. La propuesta presentada por la empresa que ha tomado las riendas del equipamiento desde su inauguración en 2003, Gestión Cultural y Comunicación, vendida por su antiguo propietario, Fernando Francés, antes de su reciente incorporación a la Junta de Andalucía como secretario general de Innovación Cultural y Museos, se impuso en la decisión de la mesa responsable del concurso público sólo unos días antes. Pero esa decisión todavía no se ha hecho efectiva: actualmente, la mesa se encuentra en el proceso de revisión de la documentación requerida a la firma ganadora del concurso. Y hasta que la adjudicación no se lleve a cabo oficialmente, el CAC Málaga, como corresponde, se encuentra inmerso en un paréntesis para el que no hay más salida que el cierre. O no: aunque la gestión ha correspondido (y corresponderá) a empresas privadas, la titularidad del espacio corresponde al Ayuntamiento, a tenor del modelo público / privado por el que en su día el alcalde, Francisco de la Torre, apostó de manera casi personal para el CAC. La concejal de Cultura, Gemma del Corral, apuntó en su día que la perspectiva de mantener el CAC cerrado durante un periodo que se presumía inevitablemente largo, y especialmente con la Noche en Blanco en juego, ofrecía una perspectiva poco o nada deseable. Así que el Consistorio decidió reabrir el centro en la medida en que algo así fuese posible.

El Ayuntamiento acude a fórmulas para referirse al CAC Málaga, marca cuya patente es propiedad de Gestión Cultural y Comunicación, como 'Espacio expositivo de C/ Alemania' o 'antiguo Mercado de Mayoristas'

Y, ciertamente, la medida parece más bien pillada con alfileres. Dado que los trabajadores de Gestión Cultural y Comunicación fueron objetos de un ERTE, el Ayuntamiento se encontraba con serios obstáculos legales para recontratarlos con vistas a esta exposición. Así que, en su lugar, optó por contratar a una empresa externa para que se hiciera cargo del mantenimiento, la seguridad y la limpieza. Pero justo de ahí viene la inquietud de los trabajadores y sus motivos de protesta: "El Ayuntamiento ha querido tranquilizarnos con la idea de que la ley obliga a la subrogación de nuestros puestos, pero que se haga ahora una exposición y no estemos nosotros dentro abre una situación en la que puede pasar cualquier cosa", explicó Inés Fernández, una de las trabajadoras del CAC contratadas por Gestión Cultural y Comunicación, quien añadió: "Se supone que esto no es una exposición del CAC, el Ayuntamiento evita incluso hacer referencia al CAC como tal; pero en la fachada del edificio se ve claro que esto es el CAC Málaga. Y la gente que venga a ver la exposición vendrá al CAC, no a un museo municipal sin nombre. Además, aunque la empresa que nos contrató ha ganado el concurso, o eso parece, hasta que la adjudicación no sea firme nadie sabe con certeza qué va a pasar con nosotros. Lo que vemos ahora es que el Ayuntamiento lo tiene muy fácil para sustituirnos por una empresa externa. Pero entre los veintidós trabajadores que se han quedado en la calle sin saber si podrán reincorporarse a sus puestos hay gente que lo está pasando mal, que ha perdido la plaza en la guardería, que se enfrenta a situaciones delicadas. Y nosotros no tenemos la culpa de que el concurso público se haya retrasado. No es justo".

Javier Calleja, con su instalación para 'Make something different'. / Marilú Báez

El Ayuntamiento, ciertamente, evita a toda costa referirse al CAC como tal. En la programación de la Noche en Blanco, el centro aparece como Espacio expositivo de C/ Alemania. Y en la información divulgada sobre Make something different se hace referencia al "antiguo Mercado de Mayoristas". Más allá de que el Consistorio no pueda o no deba intervenir en el CAC mientras se resuelve el nuevo contrato, hay otro detalle no menos importante al respecto: y es que Fernando Francés registró en la Oficina de Patentes la marca CAC Málaga en 2002 a nombre de la que entonces era su empresa, Gestión Cultural y Comunicación. La patente se renovó en 2012 por un periodo de otros diez años, así que hasta 2022 el nombre del museo sigue siendo propiedad de la firma que ha ganado el concurso y que, si no hay más sorpresas, volverá a hacerse con la gestión. Resulta entonces previsible que el Ayuntamiento quiera andarse con pies de plomo en lo que a la explotación de la marca se refiere porque podría incurrir en una ilegalidad, aunque el paisaje resultante, dado que todo transcurre en el mismo edificio, supere en unos cuantos grados el nivel de paradoja. Y ésta podría extenderse bastante más allá de lo previsto inicialmente a tenor de las alegaciones al concurso presentadas por el resto de empresas participantes. Susana Martín matizó que estas alegaciones no tienen necesariamente que retrasar aún más el proceso, ya que son recursos presentados por las empresas a su exclusión: pero una vez que se produzca la adjudicación se abrirá el plazo legal para las alegaciones a la misma y ahí sí que habría que dedicar tiempo a estudiarlas. En todo caso, la comprobación de la documentación solicitada a la empresa ganadora, dado el volumen de la misma, va para largo: el Ayuntamiento tenía previsto hacer oficial la adjudicación en la anterior Junta de Gobierno local, pero admite ya que habrá que esperar más. La previsión de que la gestión del CAC Málaga quedaría resuelta definitivamente a finales de mayo o principios de junio parece ahora más bien improbable.

Quizá la clave más significativa de todo este asunto la brindó en la presentación de la exposición el artista malagueño Javier Calleja: "Lo más cómodo habría sido mantener esto cerrado. Pero aquí se ha tomado una decisión valiente que, como tal, merece mi admiración". El problema llega, sin embargo, cuando la decisión deja a una veintena de trabajadores con un palmo de narices y con la impresión de que son sustituibles, mientras pagan en la calle un error que no cometieron ellos. Y también esto es cultura.

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