“Es fácil quejarse de que no viene el público: hay que ir a buscarlo”
José María Moreno | Director titular de la Orquesta Filarmónica de Málaga
El mallorquín debuta este jueves como titular en la tarima del Teatro Cervantes para inaugurar la temporada más complicada de la OFM, en la que la orquesta celebra su 30 aniversario
Málaga/El pasado mes de noviembre, la Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM) anunció el nombramiento de José María Moreno como su nuevo director titular, cargo que el mallorquín pasaría a asumir en junio de este año en sustitución de Manuel Hernández Silva. Lo que debía ser un proceso lleno de ilusiones y retos artísticos adquirió un carácter bien distinto cuando el Estado de Alarma decretado en marzo obligó a clausurar el Teatro Cervantes y cancelar la temporada. Contra viento y marea, tras el concierto extraordinario celebrado la semana pasada en la plaza de toros, Moreno debuta en la tarima del Cervantes como director titular de la OFM con el primer programa de la nueva temporada, que la agrupación defenderá este jueves y el viernes con la participación del pianista sevillano Juan Pérez Floristán para el Concierto en Sol mayor para piano y orquesta de Ravel y, a modo de conmemoración especial en la apertura de la temporada en la que la orquesta celebrará su 30 aniversario, la misma partitura con la que la OFM se presentó por primera vez ante su público el 14 de febrero de 1991: la Sinfonía Fantástica de Berlioz.
-¿Se ha perdido mucho de la programación prevista para la nueva temporada a cuenta de la crisis?
-Queda poco de la idea inicial, lo que no quiere decir que gran parte del repertorio que vamos a tocar este año no lo hubiera programado yo en próximas temporadas. Ha quedado configurada una programación desde mi punto de vista muy interesante, que busca como objetivo esencial hacer que el público se sienta atraído por la idea de ir al Cervantes, que el temor a salir de casa y las reticencias queden en un segundo plano ante la motivación por ir a escuchar lo que ofrecemos. Esa es la intención fundamental con la que trabajamos. Pero, claro, hablamos de una programación afectada por la situación en diferentes sentidos a tener en cuenta, como el tamaño de la orquesta que podemos subir al escenario. Hemos tenido que asumir una incertidumbre enorme: cuando fui nombrado director titular me encontré una temporada ya realizada en gran parte, dada la anticipación con la que trabaja la OFM. A partir de ahí empecé a elaborar mi propia parte de la programación. Pero en marzo se decretó el confinamiento y se tuvo que cancelar el Año Beethoven. Eso, de entrada, me llevó a tener que incluir en la nueva temporada algunas de las obras de Beethoven que se quedaron sin hacer en la anterior. No supimos si íbamos a poder comenzar la temporada ni en qué condiciones hasta julio, cuando grabamos la Quinta Sinfonía de Mahler; entonces, nos fuimos al Cervantes y, metro en mano, medimos todos los espacios para garantizar las distancias de seguridad obligadas entre los músicos. Cuando lo hicimos, nos dimos cuenta de que la plantilla de la que podíamos disponer era bastante más reducida de lo que contábamos en nuestras previsiones, con lo que no podíamos hacer buena parte de lo que habíamos programado. Así que hubo que levantar varios títulos de la programación y empezar a buscar alternativas con muy poco tiempo. Hemos ido dando tumbos. Pero, al final, para un año tan complejo como el que se nos presenta, hemos podido cerrar una programación con un poco de todo, cosas más tradicionales, cosas más arriesgadas, solistas de primer nivel, excelentes directores invitados y otros valores que considero muy positivos.
-De todas formas, más allá de la epidemia sanitaria, ¿cuáles son en su opinión las líneas a tener cuenta a la hora de programar la temporada de una orquesta?
-Con un instrumento como la OFM, con su estructura y su carácter orgánico, es inevitable que nos movamos en el repertorio que se corresponde más con este tipo de orquestas, el compuesto entre finales del XIX y principios del XX y que abarca el Romanticismo, los Nacionalismos y el Impresionismo. Digamos que ése es el medio natural de una orquesta como la Filarmónica, con su plantilla, diferente a la de otras orquestas más pequeñas. Pero ya ahí se nos abre un abanico extraordinariamente amplio que abarca música rusa, escandinava, eslava, centroeuropea, francesa, británica, norteamericana, latinoamericana, italiana… Todo eso está ahí, igual que la música del siglo XX, y es lo que va a atraer a la mayor parte del público, en Málaga y en cualquier ciudad del mundo. Ahora bien, tengo claro que, como orquesta española y andaluza, tenemos una responsabilidad respecto a la defensa de nuestro patrimonio musical. Nos corresponde dar a conocer a los compositores más cercanos, no sólo a los más conocidos, también a los que aún están por descubrir. Esta temporada, por ejemplo, terminaremos con el mejor sinfonista español del siglo XIX, Miguel Marqués, cuya obra es de enorme calidad pero tristemente desconocida. Y también, por supuesto, vamos a reivindicar a los compositores actuales. En este sentido, tengo que familiarizarme aún más con la nueva creación que se hace en Málaga y Andalucía. Y pienso hacerlo, desde luego.
-En cuanto al eterno reto de los nuevos públicos, Juan Pérez Floristán afirmaba en una entrevista reciente que esos nuevos públicos de las orquestas no tienen que ser necesariamente jóvenes. ¿Qué opina usted al respecto?
-Es falso que el público sea cada vez más viejo. Y es falso que nos estemos quedando sin público, algo que llevo décadas leyendo en la prensa especializada. La música clásica llega a la gente en su momento. Lo habitual es que los jóvenes busquen otras formas de enriquecimiento cultural y personal, mientras que la gente suele inclinarse por la música clásica en una etapa vital más tardía, con más madurez. En un determinado momento de cambio filosófico y espiritual que se corresponde con esa madurez es cuando muchos empiezan a disfrutar de la música clásica. A esa edad despiertan cosas que pudieron haber sido sembradas en la infancia o la juventud, pero la germinación es habitualmente tardía. Hablamos de un desarrollo natural de las personas. Pero, sea como sea, creo que la música es un arma muy poderosa, con una capacidad regeneradora que puede ayudar a muchos a mejorar en muchos sentidos. Desde este prisma, nuestra función cultural y social es muy importante, a la hora de llegar a gente que por muchas razones, principalmente culturales y de educación, no ha tenido acceso a la música clásica. En Colombia y México, donde he tenido ocasión de trabajar mucho, he sido testigo de lo que la música es capaz de hacer en ámbitos marginales, rurales, donde el acceso a la educación es más difícil. He vivido situaciones realmente mágicas ante un público virgen, que nunca antes había escuchado a una orquesta. Pero no hace falta ir a Colombia ni a México: hay muchas posibilidades en Málaga.
-¿Tiene eso que ver con los conciertos celebrados recientemente al aire libre, como el de la plaza de toros y el de la plaza del Santuario de la Victoria?
-Así es. En el caso del que ofreció la orquesta en la plaza de la iglesia de la Victoria, podemos entrar en cuestiones artísticas, pero lo importante ahí era llevar la orquesta a un barrio donde a lo mejor no hay muchos abonados de la OFM aunque esté a un paso del Teatro Cervantes. Es que podemos sentarnos a preguntarnos por qué no viene el público, o a quejarnos de que siempre vienen los mismos, eso es muy fácil; pero lo que hay que hacer es dar el paso de ir a buscarlo. Hay que ir a los sitios y comprobar si lo que hacemos gusta a la gente. Si de verdad les damos herramientas para que se sientan mejor y sean mejores.
-¿En qué estado técnico encontró a la orquesta tras los meses de confinamiento?
-El instrumento ha sufrido las consecuencias de tantos meses de inactividad. Una cosa es que los profesores puedan trabajar en su casa y otra muy distinta es el día a día de la orquesta, en el que trabajamos todos juntos. En una orquesta sinfónica, el trabajo diario en la sala de ensayos con el maestro es fundamental, y esto nos ha faltado durante demasiados meses. Ha habido que remontar esta carencia y ponernos las pilas para compensarlo todo cuanto antes. La inactividad grupal ha pasado factura como conjunto, no lo niego. Pero tengo que decir que me encanta esta orquesta. Disfruto muchísimo estando aquí. No pasará mucho tiempo hasta que la OFM sea reconocida como una de las orquestas más brillantes de España. Estoy convencido. Las posibilidades son extraordinarias. Vengo a trabajar para conseguirlo, en cuerpo y alma. Hay trabajo que hacer, no lo dudo. Pero tengo muchas ganas de hacerlo.
-¿Y en lo anímico?
-Hay también consecuencias, claro, como en todo el mundo. Todos los músicos tienen sus familias, hay incertidumbre en muchos sentidos. Los músicos suelen ser personas sensibles y una adversidad como ésta puede dejar mella en su estado de ánimo. Por eso no me canso de decirles que ellos son como faros que iluminan a mucha gente. Hay personas para las que la música constituye un verdadero apoyo sin el que esta coyuntura sería mucho más complicada. Y nosotros estamos aquí para dársela.
-¿Cómo valora las decisiones de la Dirección de Salud Pública y de la Junta de Andalucía como la reducción de aforos para evitar nuevos rebrotes del virus?
-Somos conscientes de que todos tenemos que hacer sacrificios. Pero algunas de esas decisiones resultan difíciles de comprender y mucho más de justificar. El sábado pasado, la orquesta ofreció un concierto en el Teatro Cervantes dentro del ciclo de música de cine Movie Score Málaga (Mosma). Aunque hasta poco antes la limitación del aforo se había fijado en un 65%, lo que en el Cervantes se traduce en un máximo de 650 personas, la autoridad decidió recientemente rebajar aún más el porcentaje ante la delicada evolución de la epidemia en Málaga y limitar el máximo aforo permitido a doscientos espectadores. Doscientos espectadores en un aforo de mil personas que, como es el caso del Teatro Cervantes, ha demostrado haber desarrollado un protocolo de seguridad bien efectivo, y cuando la limitación del 65% ya se había mostrado eficaz, es una reducción más que considerable. Bien, yo fui uno de los doscientos espectadores: asistí al concierto y, cuando terminó, fui caminando hasta la plaza de Uncibay. Y allí me encontré a varios cientos de personas, sin mascarillas, sin distancias de seguridad y sin apenas medidas sanitarias, sentadas en las terrazas. Cuando ves cosas así, comprendes que algo falla. Insisto, todo tenemos que hacer sacrificios. Pero no pueden darse estos desequilibrios. Creo que lo mínimo que se puede pedir es rigor científico.
-¿Es optimista respecto a que se den pasos definitivos en los próximos años para el Auditorio?
-Soy muy optimista. Pronto veremos la recta final a este entuerto. El alcalde está muy decidido y es muy consciente de que esto ya no puede parar. Es más, creo que la situación que ha generado la epidemia podría significar un revulsivo para que algunos se den cuenta de que Málaga no puede seguir sufriendo un agravio comparativo incomprensible respecto a otras ciudades más pequeñas y con menos población que sí tienen auditorio. Ese agravio no puede continuar y parece que esa idea ha calado. Lo lograremos.
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