“Sin el Auditorio, la Filarmónica es un Stradivarius rajado por la barriga”
Manuel Hernández Silva | Director titular de la Orquesta Filarmónica de Málaga
Después de seis años al frente, Hernández Silva deja este mes su puesto de director titular de la OFM
En esta entrevista hace balance y apunta dificultades y satisfacciones
Málaga/Llegó Manuel Hernández Silva (Caracas, 1962) a la Orquesta Filarmónica de Málaga como director titular en 2014 tras triplicar el número de abonados de la Orquesta de Córdoba durante su periodo al frente de la misma. Ahora, el maestro deja su puesto con un balance similar, después de haber consolidado a la OFM como la orquesta con más abonados de Andalucía (920 en la temporada que ahora acaba). Antes de pasar el testigo a su sucesor, José María Moreno Valiente, Hernández Silva hace en esta entrevista su particular ajuste de cuentas con las satisfacciones, los sinsabores, los éxitos y las frustraciones, aunque cabe subrayar que, en comparación con algunas de las batutas titulares precedentes, la impresión positiva es más notoria en su caso. Eso sí, su vínculo con la orquesta perdurará todavía tras su marcha: la OFM inauguró recientemente su canal de YouTube con la histórica grabación de la Titán de Mahler dirigida por Hernández Silva y el próximo 6 de agosto el director volverá a prestar su batuta a la orquesta para la grabación de un concierto cerrado al público en el patio del Museo de Málagapara su posterior emisión en televisión. Además, el maestro volverá al Teatro Cervantes en mayo de 2021 como director invitado y tendrá ocasión de despedirse entonces de su público como Dios manda: compareciendo en la tarima.
-Es de suponer que su última temporada con la Filarmónica le deja un sabor amargo tras la cancelación decretada en marzo por la crisis del coronavirus.
-Yo hablaría más de tristeza que de amargura. La amargura te deja un poso de insatisfacción, lo que no es el caso. Aunque, desde luego, ha sido un palo no poder completar una temporada que preparamos con mucha ilusión, centrada en Beethoven por el 250 aniversario de su nacimiento. Al menos pudimos hacer el Fidelio, pero es que me he quedado sin dirigir la mitad de lo que tenía previsto. Mi idea era despedirme de mi público en Málaga con el Emperador y con la Segunda de Sibelius, para mí era un sueño, pero finalmente no pudo ser. Eso sí, tengo que decir que la orquesta ha preparado mi salida con mucho esmero: en agosto volveré para dirigir la Quinta de Schubert en el Museo de Málaga, a puerta cerrada, y luego el público podrá disfrutarlo en televisión, en su casa, lo que me parece una iniciativa magnífica. Además, han tenido el detalle de inaugurar con nuestra Titán el canal de YouTube de la OFM, lo que significa mucho para mí. Y en mayo de 2021 volveré como director invitado y podré despedirme de mi público. Esa espinita no se va a quedar.
-Se marcha con un incremento notable del número de abonados. ¿Cuál ha sido la clave?
-Con el tiempo uno desarrolla su propia imagen como artista. Una imagen que es la que es, sin trampa ni cartón. Cuando te presentas al público con esa imagen, la misma que traes de casa, no una impostada, eso el propio público lo percibe de inmediato. Cada vez que salgo a dirigir lo hago como si fuese la última, y creo que eso ha podido influir en el mantenimiento de una buena relación con los abonados y con el público en general. En Córdoba tuve una experiencia igual de enriquecedora, con un público creciente y un desarrollo muy importante de la orquesta. De hecho, pude llevar adelante mi empeño de llevar a la orquesta al Musikverein de Viena, algo que lamentablemente no hemos podido hacer en Málaga porque los tiempos ya eran muy distintos. Sin embargo, a pesar de las dificultades, principalmente económicas, hemos podido mantener esa buena relación. Mi mayor atención ha estado siempre puesta en los jóvenes, de hecho tengo una especial relación con los titulares del abono joven, me envían mensajes de agradecimiento, es muy reconfortante sentir que trabajas para ellos y que te corresponden. También a través de la Asociación de Amigos de la Filarmónica he encontrado una vía para mantener un contacto más estrecho con el público. Y además he disfrutado mucho de Málaga, mi familia y yo la hemos hecho nuestra, la conocemos bien, la amamos. Y creo que eso también se nota cuando sales a dirigir.
-¿Cómo ha sido su relación con el gerente de la orquesta, Juan Carlos Ramírez?
-Fantástica. Tengo que decir que en mi trayectoria como director titular en varias orquestas he trabajado con cinco gerentes, muy distintos, y que con todos tengo buena relación. Pero el caso de JuanCarlos es diferente. Siempre, en cada momento, lo he encontrado donde lo necesitaba. En Málaga he dirigido absolutamente todo lo que he querido dirigir, todo, y eso sólo es posible cuando tienes contigo un gerente que te apoya. Juan Carlos tiene un gran sentido del gasto, sabe invertir muy bien los presupuestos e intuye cuándo es la mejor ocasión para hacer una cosa u otra. Y ese instinto suyo me ha permitido dirigir todo lo que he querido en Málaga. No siempre es así, ni mucho menos. El trabajo de gerente y el director artístico se parecen en que los dos tienen que afrontar episodios ingratos. Pero con él ha sido más fácil.
-¿Y con respecto a las administraciones del Consorcio, el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía? ¿Ha sido igual de fácil?
-Desde que llegué a España he trabajado en muchas instituciones dependientes de la Junta de Andalucía. He sido director de la Orquesta de Córdoba y de la Orquesta Joven de Andalucía (OJA), he dirigido en el Festival de Granada y en el de Úbeda y también tengo mucha vinculación con la Fundación Barenboim-Said. Así que cuando me incorporé a la OFM conocía ya bien cómo funciona la administración autonómica, sus intríngulis. Y la verdad es que sólo puedo estar agradecido. La Junta me ha apoyado en todos y cada uno de mis proyectos en Andalucía: dio su confianza para que yo fuera director en Córdoba, en la OJA y también en Málaga. En cuanto a los Ayuntamientos, coincidí en Córdoba primero con Rosa Aguilar y después con José Antonio Nieto, y teniendo los dos orientaciones políticas distintas la verdad es que me entendí muy bien con ambos. En Málaga ha sucedido lo mismo con Francisco de la Torre, que nunca ha retirado su apoyo a la orquesta, ni siquiera en tiempos difíciles, y al que en muchos sentidos considero un amigo.
-¿Siguió teniendo la confianza de la Junta de Andalucía tras el cambio de Gobierno?
-La verdad es que no tenido ocasión de conocer a mucha gente de la nueva administración. Pero, para ser honestos, te diré que los políticos pasan, pero con quienes conviene llevarse bien es con quienes se parten la pana todos los días fuera de la luz pública para que se lleven a cabo todos los proyectos, que son los funcionarios. Y mi relación con ellos es estupenda.
-¿Es el Auditorio la cuenta pendiente más dolorosa que deja tras su paso por Málaga?
-Así es. Tengo ahí una frustración que he compartido cada momento con el alcalde. Me duele irme de Málaga sin haber visto el Auditorio, porque es lo único que le falta a la orquesta. Durante estos años mis principales objetivos han sido forjar en Málaga una identidad sonora y aplicar una disciplina orquestal efectiva a tenor de dos criterios: la excelencia y el público. Siempre. Bien, puedo decir que eso la orquesta lo tiene, de sobra. Pero le falta la caja acústica. Ahora mismo, la OFM es como un Stradivarius rajado por la barriga: es un instrumento excelente, de primera categoría, fabuloso. Pero no puede sonar bien. Necesita un Auditorio para hacerlo. No se trata de repartir culpas ni de crear polémicas, pero sí de que cada político, cada persona con responsabilidad y capacidad de decisión, se quede convencido del impulso que daría el Auditorio no sólo a la orquesta, sino a toda Málaga. No se puede hablar de una gran ciudad cultural sin un auditorio, eso para empezar. A partir de ahí, hay que poner todos los recursos en marcha y lograrlo cuanto antes.
-Por el contrario, sí ha logrado encauzar la relación de la Filarmónica con el Teatro Cervantes.
-Eso ha sido gracias a su director, Juan Antonio Vigar. Para mí ha sido muy fácil trabajar con él, en gran medida porque, como director, sabe de lo suyo tanto o más que yo de lo mío, y bajo esa premisa siempre es más fácil entenderse. Hemos logrado encontrar soluciones a todos los obstáculos, y en eso Vigar ha sido una pieza fundamental. Cuando la orquesta pidió al teatro que pudiera disponer de parte de la recaudación de la taquilla, únicamente tuve que escribirle un correo electrónico para obtener un compromiso por su parte, porque entendía que era una solicitud razonable. Cuando el Cervantes contrató a una orquesta para que interpretara una Novena de Beethoven en la programación navideña justo en la misma temporada en que nosotros habíamos programado nuestra Novena, me dirigí a él para hacerle ver que esa situación constituía un agravio injusto para nosotros y él se puso de inmediato de nuestra parte. Insisto, siempre ha sido muy fácil trabajar con Vigar sencillamente porque es un gestor extraordinario. Mi sucesor tendrá la gran fortuna de trabajar con él.
-Después de la huelga declarada por los músicos el año pasado, ¿podemos hablar hoy de paz social en el seno de la orquesta?
-La huelga fue el momento más difícil de toda mi carrera. Nunca antes me había enfrentado a una decisión así y me costó mucho ubicarme. Además, la huelga se decretó en el último concierto de la temporada, un momento muy especial, y esto lo agravó todo aún más. De un día para otro me vi comprometido en una situación muy delicada: por una parte, compartía algunas de las reivindicaciones que planteaban los músicos y que me parecían del todo legítimas; por otra, me parecía excesivo llevar a la orquesta a una huelga cuando no se le debía un euro a nadie. Es decir, por mucho que parecieran dignas de ser defendidas las exigencias de los músicos, no entendía qué sentido tenía hacer una huelga cuando nadie había dejado de percibir nada e incluso había un pequeño superávit. De modo que, aunque mi intención era apoyar a los músicos, entendía que el medio no era el más adecuado. Visto ahora, un año después, habría que admitir que hubo errores desde todos los ámbitos. Y que de aquella huelga todos aprendimos algo. Sacamos conclusiones que deberían sernos útiles de cara al futuro, sin necesidad de buscar culpables. Sobre lo que preguntas de la paz social, debería pronunciarse el comité de empresa. Pero mi impresión es que la orquesta más unida. Sólo hay que ver que, tras la pandemia, la OFM ha puesto en marcha proyectos pioneros en España para seguir adelante, como las emisiones en televisión. Y eso sólo puede hacerlo una orquesta unida.
-¿Qué le deparará la música después de Málaga?
-Me queda una temporada más como director titular de la Orquesta Sinfónica de Navarra, puesto que he compaginado con el de Málaga. Y mi intención para después es descansar un poco de las funciones que acarrea la titularidad. De momento, en los próximos dos años daré los conciertos que ya tenía programados y los que se han quedado pendientes con la pandemia. Tengo en la agenda conciertos en Tucson, en el Teatro Colón de Buenos Aires, en Francia, en Noruega y en más sitios. Y también prepararemos el estreno del Stabat Mater de Manuel Moreno Buendía con la Orquesta Sinfónica de Murcia. Me gustaría tener más tiempo para leer, para escribir, para seguir estudiando y aprendiendo. Y bueno, ya ves: ya me hace ilusión volver a Málaga.
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