Picasso por sí mismo
Libros
La editorial Confluencias reúne en el volumen 'El arte no es la verdad' las entrevistas concedidas por Pablo Picasso, con la edición a cargo de Rafael Inglada
Málaga/La afirmación, bien extendida, de que Pablo Picasso vivía de espaldas a los medios de comunicación, especialmente desde que se convirtió en el pintor universalmente conocido por poner el arte patas arriba, no es exacta. El malagueño concedió algunas entrevistas, de forma esporádica, en las que, sin renunciar al misterio que prefería, dio jugosas claves sobre sí mismo y sobre su manera de ver el mundo. Algunas de sus declaraciones, de hecho, parecen contrariar la imagen de titán pantagruélico, sátiro y devastador que la Historia le ha reservado. Picasso concedió estas entrevistas, principalmente, a medios franceses y estadounidenses que lograron acercarse al genio a base de paciencia y determinación. Estas entrevistas terminaron en hemerotecas, bibliotecas y otros archivos, a menudo desperdigados y sin excesiva catalogación, lo que las ha mantenido durante décadas fuera del alcance del público general. Hasta ahora: la editorial Confluencias publicó recientemente con la colaboración del Museo Picasso Málaga el volumen El arte no es la verdad, que reúne y saca a la luz las entrevistas de Picasso conservadas, a menudo, en el olvido, salvo por posibles citas referenciales aparecidas en otras obras. La edición ha quedado al cargo del poeta malagueño Rafael Inglada, a la sazón biógrafo picassiano y responsable de publicaciones de la Fundación Picasso Casa Natal, donde también ejerce de comisario de exposiciones; para reunir estos textos, Inglada ha puesto a prueba su propia capacidad de buscador de joyas escondidas con resultados asombrosos, de manera que El arte no es la verdad constituye desde ya un libro de cabecera para cualquiera que decida investigar la vida y la obra de Pablo Picasso. El volumen, que incluye un prólogo del director del Museo Picasso Barcelona, Emmanuel Guigon, constituye en realidad la primera entrega que quedará completada con una segunda, también a cargo de Confluencias, con todos los testimonios y declaraciones del artista.
Traducidas por Irene Alcántara Infante, Judit Cusidó, José Jesús Fornieles Alférez y el citado Rafael Inglada, las entrevistas se corresponden en gran parte con los años de madurez de Picasso, aunque no faltan algunas más tempranas como las firmadas por Kate Carew (titulada, a modo de declaración de intenciones, Kate Carew alcanza el éxtasis con un postcubista) o Ángel Ferrant. No faltan, por parte de los entrevistadores, miradas irónicas o desmitificadoras (Una visita a Picasso, señor feudal, de Albert Junyent; o Picasso no es un oficial del ejército francés, de Simone Téry), perfiles de largo alcance (Los dos Picassos: político y pintor, de Joseph A. Barry) ni encuentros históricos, como el que compartió el escritor Giovanni Papini para la entrevista titulada Visita a Picasso (o acerca del fin del arte), en la que el genio afirmó: "Yo no busco nada, no hago más que intentar incorporar la mayor humanidad posible en mis cuadros. Tanto peor si ofendo a algunos idólatras de la efigie humana convencional. No tienen, por otra parte, más que mirarse un poco en el espejo... ¿Qué es un rostro, en definitiva?, ¿su foto?, ¿su maquillaje?, ¿o el rostro como lo ha representado tal o cual pintor? ¿Qué es lo que hay delante?, ¿y delante de eso? ¿Y detrás? ¿Y lo que queda, no lo ve cada cual a su modo? No existen apenas deformaciones". No menos conmovedoras son las concedidas a la mayor edad, como la redactada por Sylvie Marion en la que un Pablo Picasso de 80 años afirmaba: "El amor es lo único que vale la pena".
Apunta en su prólogo Emmanuel Guigon que el lector "tendrá la oportunidad de descubrir en estas conversaciones la extraordinaria lucidez y las sólidas reflexiones de Picasso, en particular las distintas formas en las que el pintor aborda sus obras, evoca su aventura y sus alegrías, así como sus múltiples miradas sobre la actualidad. No son credos estéticos propiamente dichos, sino reflexiones y análisis fragmentarios, como si de escritos paralelos sobre su pintura se tratase". Lo curioso es el modo en que estos análisis fragmentarios, servidos así en su conjunto, constituyen muestras de un discurso sobre el arte sin parangón, que Picasso no articulaba tanto en palabras como en impulsos pero que corresponde aquí al lector trenzar a la manera del detective. Confirma por su parte Inglada que algunas de estas entrevistas, sin traducir casi en su totalidad al castellano hasta ahora, "son conocidas solo a través de la abundante bibliografía picassiana, convertidas en una simple y escueta información orientativa. De otras, casi no quedaban referencias, como las de Rosemond R. Wilms, Pita Rodríguez o Ramírez de Lucas, tan olvidadas siempre y tan desterradas al olvido". En otros muchos casos, las entrevistas "habían sido mutiladas o convertidas en refritos para centrarse solo en los diálogos, obviando así la importancia de los preámbulos que ofrecen los entrevistadores". El trabajo de edición se hace aquí, por tanto, verdadera restauración para recuperar un espejo único de Pablo Picasso.
Afirmó Picasso a Ángel Ferrant en 1926: "Es la mano quien lo hace todo, a menudo sin la intervención del pensamiento. Además, con frecuencia realizo retratos que en nada se parecen al original, y todo el mundo los reconoce". El retratado es ahora, en sus propias palabras, el mismo Pablo Picasso. Y reconocerlo, aunque sea a veces desde la sorpresa o desde la licencia inesperada, es todo un placer.
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