“El objetivo del teatro debería ser siempre ayudarnos a ponernos en el lugar del otro”

Andrés Lima | Director teatral

El creador escénico, Premio Nacional de Teatro en 2019, presenta en ‘Asesinato y adolescencia’ una mirada nada complaciente al tránsito a la madurez que podrá verse los próximos días 10 y 11 en el Teatro del Soho

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El director teatral Andrés Lima (Madrid, 1961). / Laura Ortega

Málaga/Desde que fundara Animalario, la posición magistral de Andrés Lima (Madrid, 1961) no tiene mucha discusión. El Premio Nacional de Teatro en 2019 y sus cinco Premios Max avalan una trayectoria marcada a fuego por la exploración incansable y la puesta a prueba de muy diversos lenguajes escénicos. Ahora, tras poner patas arriba la pasada edición del Festival de Mérida con su montaje de La comedia de los errores de Shakespeare, Lima apela de nuevo al debate social más urgente con Asesinato y adolescencia, una mirada nada complaciente al tránsito a la madurez escrita por Alberto San Juan (para cuyo texto se inspiró en parte en M, el vampiro de Düsseldorf, el clásico de Fritz Lang) y protagonizada por Jesús Barranco y Lucía Juárez. El espectáculo, fruto de una investigación en la que participaron numerosos adolescentes, además de educadores y otros profesionales, podrá verse en el Teatro del Soho Caixabank los próximos 10 y 11 de noviembre.

-¿Hubo algún suceso reciente que sirviera de detonante a Asesinato y adolescencia?

-El proyecto viene de más tiempo. Hace ya mucho que quería abordar la adolescencia en una obra. Hay varios motivos, pero supongo que uno de los principales es mi hija, que tenía 16 años cuando empezamos la investigación previa a Asesinato y adolescencia y que terminó formando parte del proceso. La adolescencia ha sido siempre una edad desatendida por parte de los adultos. Representa algo así como un paréntesis, una etapa sobre la que nadie parece tener nada que decir pero que en muchos sentidos resulta fundamental. Luego, sí, hubo determinadas noticias relacionadas con adolescentes, especialmente de carácter trágico, que nos llamaron la atención. Y fue ahí donde vimos la posibilidad de M, el vampiro de Düsseldorf, una película que cuenta la historia de un asesino de niños.

-¿Adopta este proyecto el tono documental de su díptico Shock?

-No, esta obra no tiene una vocación documental. El tema de la adolescencia es muy amplio, habría que tener en cuenta muchísimas claves. Lo que hemos hecho aquí es poner en marcha una investigación pero sólo para contar una historia. Eso sí, asumimos la premisa de que el objetivo esencial del teatro debería ser ayudarnos a ponernos en la piel del otro. Así que, en este caso, citamos a diversos adolescentes para que hablaran entre ellos y compartieran sus experiencias. También invitamos a abogados, psicopedagogos, educadores, psicólogos y hasta a una antigua jefa de los Latin Kings. Durante varios días atesoramos la información necesaria para nuestro proyecto. Pero, como te decía, nunca hemos tenido la intención de ofrecer una imagen documental de la adolescencia, sino de contar una historia en torno a los adolescentes.

-¿Por qué encargo a Alberto San Juan este texto?

-Porque Alberto es uno de los mejores autores teatrales que conozco. Y, al mismo tiempo, dadas las muchas veces que hemos trabajado juntos, conozco de sobra su sensibilidad. Para ‘Asesinato y adolescencia’ necesitaba a alguien así, con su mirada y su manera de traducir el mundo a la escena. Desde el principio era el cómplice idóneo para esta obra.

-Es evidente que un espectáculo como Asesinato y adolescencia requiere grandes dosis de sensibilidad dado el material que trata, pero ¿está seguro de que esa sensibilidad no se ha interpuesto en su libertad creativa?

-Eso espero. En el arte, la exactitud no es uno de los valores exigibles. Lo que queremos es hacer preguntas: por qué, por ejemplo, una chica decide autolesionarse después de hablar con sus padres. Por qué las tasas de suicidio en adolescentes son tan altas en España sin que nadie parezca tener claro qué hacer con eso, cómo ponerle remedio. Lo hacemos, eso sí, desde el más absoluto respeto. De hecho, los adolescentes que participaron en la investigación nos dieron su permiso para que los grabáramos y reprodujéramos sus intervenciones en el muro que preside la escenografía. No se nos habría ocurrido hacerlo de otra forma.

"Parece que sólo quienes traen de casa un cierto acceso a la cultura tienen derecho a una programación a su altura"

-La escenografía funciona, precisamente, como un personaje más del espectáculo. ¿Cómo llegaron a definirla?

-Ese no es un proceso que se dé en una línea recta de principio a fin, sino que vamos abriendo ciclos, estudiando posibilidades y, finalmente, incorporando soluciones. Desde el principio sabíamos que necesitábamos un elemento que destacara en la escenografía y que a su vez fuese representativo del mundo de la adolescencia, de una manera fiel pero también dinámica. Y ese elemento terminó siendo el muro silencioso y tenebroso que puede verse en la obra, pero no lo tuvimos claro hasta que el proyecto estaba ya bastante avanzado. Lo cierto es que el muro funciona a la perfección en el contexto de la historia que contamos.

-Hablaba de la adolescencia como una edad desatendida. ¿Eso implica también al teatro?

-Es un hecho. La juventud está absolutamente olvidada por las instituciones responsables de nuestros teatros públicos. Podríamos decir lo mismo del teatro popular: parece que sólo quienes traen de casa un cierto acceso a la cultura tienen derecho a una programación a su altura. En los últimos años han aparecido iniciativas como el Teatro del Barrio que trabajan para paliar esta situación, pero, a nivel público, el panorama es desolador. Falta una conciencia clara de que la creación de nuevos públicos debe operar en todas las edades, desde la infancia a la madurez. Por eso me parece lamentable que no exista en España un centro de producción nacional de teatro infantil y juvenil. Por otra parte, también conviene cambiar la habitual actitud paternalista con la que hablamos de adolescencia por un marco de intercambio, de crecimiento compartido. Los adolescentes que participaron en la investigación de Asesinato y adolescencia nos asesoraron en lo relativo a la música de la obra, y teníamos claro que lo mejor que podíamos hacer era dejarnos asesorar por ellos.

-¿Entrarían los clásicos en esa definición de un teatro atractivo para jóvenes? Pienso en Shakespeare, que escribió no pocas obras protagonizadas por adolescentes.

-Por supuesto. Cualquier obra de buen teatro nos serviría. Hombre, Shakespeare es un fichaje seguro, engancha siempre. En cualquier caso, lo importante es que los teatros públicos queden convencidos de que hay que ofrecer cosas a los adolescentes. Y que no hacerlo tiene un coste demasiado elevado.

-¿Cómo definiría su teatro, el teatro que hace Andrés Lima?

-Es difícil. Creo que todo lo que hago está marcado por una inquietud vital hacia lo que me rodea. Cuando me dieron el Premio Nacional, alguien me definió como un “activista cultural”. Y eso me gusta.

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