Y los catetos entraron al museo

Exposición

Jorge Dragón presenta en el Museo de Málaga hasta el 28 de mayo ‘La fiesta sin nombre’, una exposición fotográfica concebida como una inmersión en los verdiales, su representación, su rito y su paradoja

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'La fiesta sin nombre', de Jorge Dragón, en el Museo de Málaga. / Javier Albiñana

Málaga/Ahora que va quedando claro que la identidad de los museos se construye en paralelo a la identidad de la ciudad, corresponde admitir hasta qué punto la identidad de Málaga como espacio urbano ha quedado definida por la Fiesta de verdiales. Se da aquí, si se quiere, una suerte de relación en negativo, con su inevitable paradoja: asociada al mundo rural desde las Saturnales latinas, imbricada en un patrimonio folklórico que abarca desde Los Montes a la Capadocia, la fiesta llegó a la ciudad asociada al éxodo que gran parte de la población de los municipios del interior de la provincia de Málaga emprendieron hacia la capital a partir de los años 60 del siglo pasado, en busca de una prosperidad que sólo llegó a concretarse a duras penas. Quienes ya habitaban la ciudad saludaron en gran parte aquella expresión de cantes abandolaos, cintas, espejos, bailes frenéticos, vocabulario corrosivo y aquelarres camperos como signo de atraso y subdesarrollo: esto es, como cosa de catetos, lo que por otra hacía honor al origen mismo de la Fiesta, cercano al de la comedia, cuando, dentro de los desmadres heredados de las antiquísimas liturgias dionisíacas, aquellos romanizados se lo pasaban en grande escogiendo cada solsticio de invierno al tonto oficial del pueblo para que por un día hiciera de alcalde y convirtiera su capricho en ley. Aquellos pobladores del siglo pasado, crecidos al amparo de los calendarios agrícolas, se asentaron en los arrabales de la ciudad y desde su periferia terminaron de concretar la función de la propia Málaga como elemento aglutinador y mestizo. Ahora sabemos que, sin aquellos catetos, Málaga sería otra cosa, por mucho que sus arrabales sigan a menudo siendo tales. Y es de justicia, por tanto, que el Museo de Málaga, como principal catalizador de la identidad de la ciudad y su provincia, haga honor a esta evidencia. Dicho y hecho: hasta el 28 de mayo, el museo de la Aduana acoge la exposición Verdiales. La fiesta sin nombre, con las fotografías de quien seguramente mejor ha sabido recoger el espíritu de la fiesta en el objetivo: Jorge García Rojas Dragón.

De manera paralela a la exposición, el Museo de Málaga acogerá un ciclo de actividades con conferencias, actuaciones y visitas guiadas
De los paisajes de la Fiesta a sus ornamentos característicos. / Javier Albiñana

Presentada este jueves, La fiesta sin nombre reúne un centenar de fotografías realizadas entre 2009 y 2022 en diversas fiestas de verdiales realizadas en la provincia. Las imágenes, de distintos formatos y técnicas, se distribuyen en doce retablos de ocho fotografías cada uno, completados con textos sobre los verdiales y su representación. Conviene advertir que quien busque la típica expresión pintoresca de los verdiales hará bien en mirar a otro lado: si en la Fiesta predomina el color en los atuendos, las fotos de Jorge Dragon se exhiben en un portentoso blanco y negro cuyo revelado concreta una evocación muy distinta del verdial, centrada en su alma y vertida en el rito, las miradas, el instante. Tal y como explica el mismo Jorge Dragón, su empeño, como el de la misma fiesta en sí, no es otro que el de “representar lo irrepresentable: más allá de músicas, el virtuosismo técnico o la capacidad expresiva, la importancia de la Fiesta radica en producir un tiempo sin tiempo en el que desaparecen roles, estatus, por qués y para qués. Es aquí donde se apoya la decisión de elegir la imagen fija, un intento de llegar lo más cerca posible a ese no-tiempo: una foto es un mero instante, entre un tercio y una milésima parte de segundo”. En esa disolución de identidades para la conformación de una nueva, el espíritu del caos que entusiasmaba y entusiasma a los pueblos mediterráneos, el tiempo es el aliado fundamental. Y ninguna otra disciplina logra concretar la naturaleza del tiempo como la fotografía.

Alta cultura, cultura popular

Pero que los catetos entren al museo entraña a su vez una alegoría de otro elemento esencial de los verdiales: la con-fusión entre la alta cultura y la cultura popular. Como aclara Jorge Dragón, "la llamada alta cultura y la cultura de lo popular rinden culto a las imágenes de modo distinto; si en los grandes templos se aíslan una de otras -y casi siempre de su contexto-, en las culturas de lo popular se acercan hasta entrar en resonancia; sería el caso de los álbumes familiares, también de las agrupaciones de estampas, fotografías y exvotos en lugares sagrados, o los cientos de fotos en las paredes de las asociaciones populares. No obstante, aquí vemos imágenes de hoy, registros de la última década, y se nos muestran agrupadas, puestas en relación”.

Tiempo detenido en las fotografías de Jorge Dragón. / Javier Albiñana

Tal conquista, sin embargo, no acaba en las imágenes. De manera paralela, el Museo de Málaga acogerá un ciclo de actividades en torno a los verdiales que ampliará y completará la muestra con una resonancia múltiple. Tres artistas de la música y la escena que han incorporado los verdiales y su representación a su trabajo, la coreógrafa y directora Luz Arcas, la violinista y compositora Luz Prado y el director y actor Alberto Cortés, compartirán experiencias e impresiones el martes 11 de abril a las 19:00. A partir de entonces, el programa continuará con conferencias, proyecciones, visitas guiadas y actuaciones de pandas hasta el encuentro fiestero previo a la despedida de la exposición el 27 de mayo. Si los verdiales se contagian como un veneno, lo mejor será perder el miedo y dejarse morder. Algo de aquella brutalidad pervive todavía.

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