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Málaga/A comienzos de los años 60, un hallazgo arqueológico reveló hasta qué punto los modos de vida han llegado a ser distintos por parte de los seres humanos a lo largo de la historia. En el corazón de la región turca de Capadocia se descubrió la ciudad de Derinkuyu, un entramado subterráneo con hasta dieciocho niveles de túneles, a 85 metros de profundidad, que estuvo poblado durante milenios. Persas, frigios y cristianos se sucedieron a lo largo de distintas épocas en tales dominios hasta, en realidad, pocos años antes de su hallazgo: los últimos habitantes se retiraron en la década de los años 20 del pasado siglo, durante la guerra greco-turca, para huir a Grecia. En sus tiempos de mayor esplendor la urbe llegó a acoger a más de 20.000 personas, si bien Derinkuyu sirvió principalmente como refugio para extranjeros y perseguidos en un enclave sometido a continuas conquistas y a una convulsión perenne. Pero no es descabellado pensar en la coexistencia, sostenida siglo tras siglo, de una ciudad subterránea y de otra población a ras de suelo, condenadas al mutuo desconocimiento y separadas por un abismo que, en realidad, resultaba ser mucho más fino de lo que habría cabido imaginar.
La historia de Derinkuyu inspiró a la compañía malagueña Pata Teatro para la creación de su nuevo espectáculo, Tierra mía, que celebra su estreno absoluto este fin de semana (sábado 26 a las 18:30 y domingo 27 a las 12:00) en el Teatro Cánovas. En esta propuesta familiar, y tras el reciente éxito de su Quijoteen el ciclo de Clásicos en Verano, Macarena Pérez Bravo y Josemi Rodríguez, fundadores y responsables de la compañía, sirven en bandeja la historia de un encuentro inesperado para abordar cuestiones como los prejuicios, la desconfianza a lo desconocido y el señalamiento del otro como distinto, aspectos atravesados a menudo por la paradoja: “En el mundo conviven ardillas y topos, gente que se pasa en el día en los árboles y gente que lo hace bajo tierra. Pero, curiosamente, a la hora de señalar a los adversarios, casi siempre se opta por los que están más cerca. De ahí viene la rivalidad que comparten, por ejemplo, muchas ciudades vecinas: los que se encuentran aquí al lado, apenas al cruzar la calle, son los salvajes, y nosotros somos los civilizados”, explica Josemi Rodríguez director de la obra e intérprete en escena junto a Macarena Pérez Bravo. Ambos se han encargado además de la dramaturgia de una función que gustará a grandes y pequeños y que, como siempre, invita a volver a mirar al mundo desde un prisma poético, revelador y, en gran medida, revolucionario.
Tierra mía cuenta así la historia de Luna, quien vive en una ciudad sobre la tierra, y Roco, quien reside en una ciudad subterránea. Un día, Roco decide salir al exterior y encuentra allí a Luna. Ambos comenzarán a conocerse y compartirán “una historia de amistad que se irá fraguando conforme vayan derribando sus prejuicios y vayan descubriendo que todo lo que las leyendas decían sobre los otros, representados como poco menos que monstruos, era mentira”, apunta Pérez Bravo, quien añade: “Esta obra trata sobre las fronteras, los límites, no sólo los físicos, también los mentales, los que tienen que ver con el miedo. Queremos mostrar cómo la curiosidad, las ganas de conocer, y de conocer al otro, son el mejor antídoto contra este recelo”. No hace falta subrayar la idoneidad de la propuesta en un tiempo donde los límites y miedos, de todo tipo, parecen haber cobrado triste y especial vigencia.
Pata Teatro pone esta historia al alcance del público familiar vistiéndola de comedia, “lo que no deja de ser un signo de identidad de la compañía. Consideramos que podemos hablar sobre cualquier cosa a través de un espectáculo divertido y ameno, que guste a todo el mundo, y aquí hemos vuelto a hacerlo”, explica al respecto Rodríguez. Eso sí, la compañía ha puesto en esta ocasión toda la carne en el asador para concitar distintos lenguajes escénicos a la hora de contar esta historia ambientada en dos polos opuestos: “Hemos optado por un formato multidisciplinar, con títeres, sombras y diversos juegos escenográficos que nos permiten recrear estos dos mundos de la manera más natural. Hay mucho trabajo detrás pero preferimos evitar las complejidades”, destaca Pérez Bravo.
Como creadores e intérpretes, Macarena Pérez Bravo y Josemi Rodríguez constituyen el principal estandarte de Tierra mía, pero el espectáculo cuenta también con la participación de Vicente Palacios y Carlos Monzón en el diseño escenográfico, Iker Pérez en el diseño y construcción de títeres, Elisa Postigo en el diseño de vestuario, Jesús Durán en la composición musical y otros técnicos y colaboradores hasta conformar un equipo de unas veinte personas. Tras el estreno en el Teatro Cánovas, Tierra mía protagonizará el ciclo navideño de Pata Teatro en el Teatro Echegaray, del 26 al 30 de diciembre, y será objeto de gira nacional ya el año que viene, al igual que el Quijote estrenado el verano pasado en el patio del Instituto Gaona. Ante tal órdago, sólo cabe estar, siempre, contra las fronteras y con Pata Teatro.
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