José Antonio Sau: “No me interesa la escritura como mero ejercicio de estilo”

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El escritor y periodista malagueño acaba de publicar la novela corta ‘Historia de un suicida’ en el sello La Isla de Siltolá

José Antonio Sau, con un ejemplar de ‘Historia de un suicida’.
José Antonio Sau, con un ejemplar de ‘Historia de un suicida’. / M. H.

Málaga/En Historia de un suicida, José Antonio Sau cuenta la historia de un hombre que decide quitarse la vida. Pero no es la voz del protagonista que sube a la barandilla de su balcón mientras amenaza con arrojarse de un quinto piso la que trenza el relato, sino que es un coro de personajes (familiares, presuntos amigos, acreedores sin escrúpulos y algún periodista) el que va dando pistas de sus causas y razones bajo un marco común: todos ellos pretenden sacar tajada del muerto inminente y ponen en marcha la maquinaria precisa. Después del volumen de relatos La chica de los ojos manga (finalista el Premio Setenil)La chica de los ojos manga y de la novela Lola Oporto (finalista del Premio Icue Negro), el periodista y escritor malagueño regresa al catálogo de La Isla de Siltolá con esta nouvelle recién llegada a las librerías que juega con las reglas de la novela negra, el género predilecto del autor, para llevarlas a otros sitio: “No creo que esta novela pudiera encuadrarse en el género, entre otras cosas porque en su transcurso no ha llegado a cometerse el crimen aún y, por tanto, carecemos del enigma heredado de la novela policiaca. Hablaríamos más bien de una novela que aborda o analiza las relaciones personales desde una perspectiva crítica, porque esas relaciones, igual que pueden hacer que una persona alcance la plenitud vital o socorrerla si pasa un mal trance, también pueden hundirte si no son las adecuadas o si has elegido mal”, explica Sau.

El autor debuta en el género de la novela corta pero llega curtido, eso sí, en el relato, disciplina que le ha permitido ajustar con soltura la narración al formato: “Para mí es importante que, en una novela corta como esta, en la que quiero transmitir urgencia, asfixia y tensión, las palabras me ayuden a generar esa atmósfera y cuando uno describe hasta el mínimo detalle contribuye a ello: se trata también cerrar una trama sustentada sobre una catarata de palabras que, finalmente, acaban generando imágenes que conecten con el lector. En una novela corta, la profusión de palabras, y diría también que la concisión de aquello que estas definen, son importantes para lograr una unidad en la brevedad que exige el género”. El objetivo era, en cualquier caso, “que el lector reflexionara conmigo sobre lo vacías, inicuas y falsas que son muchas veces las relaciones personales de cualquier naturaleza y sobre cómo, pese a ello seguimos agarrándonos a las mismas. Somos incapaces de liberarnos de esas ataduras y nos consideramos obligados a responder a la altura a personas que no se relacionan con nosotros de igual a igual”.

"Quiero que el lector reflexione conmigo sobre lo vacías y falsas que son a veces las relaciones personales"

La mayor flexibilidad con la que José Antonio Sau decide jugar con los géneros se traduce, de alguna forma, en un punto de inflexión en su trayectoria que tiene que ver con sus lecturas acumuladas: “Aquí tienen tanto que decir Don Winslow o Ravelo como Miguel Delibes. O Antonio Tabucchi, o el primer Cercas. Y, por supuesto, también hay reminiscencias de los cuentistas que adoro, de Pedro Ugarte a Carver, pasando por María Fernanda Ampuero o Rubén Castillo”. Añade el escritor malagueño, eso sí, a modo de preclara declaración de intenciones: “Me gusta escribir con emoción. La emoción, la búsqueda de la emoción es un motor clave para el humano. Y a veces leo texto desprovistos de corazón, como si fuéramos máquinas intelectuales perfectamente predecibles. Huyo de la escritura como mero ejercicio estilístico. Quiero que el libro sea incómodo, que duela leer, o que emocione. Pero que provoque algo”.

En Historia de un suicida, Sau retrata a través de uno de los personajes un oficio que conoce bien: el del periodismo. Así, “el periodista que sale en la novela y sobre el que, de alguna forma, pivota toda la estructura narrativa tiene mucho de mí, sin duda. Para empezar tiene mi edad, arrastra el mismo desencanto con este apasionante oficio que veo reflejado en muchos de mis compañeros, está acostumbrado a ver cómo a su alrededor los periodistas son presa de la precariedad laboral y de los ataques en redes sociales, y algunos años informó en el área de tribunales. Antes creía que una buena crónica podía cambiar cosas, pero ahora cree que, con muchas crónicas, sean buenas o malas, sólo podrá pagar el alquiler si tiene suerte”. Y también hay en la novela una a mirada entre la admiración y el desencanto a Málaga, escenario fundamental de la historia, sin ahorrar guiños a asuntos como la especulación urbanística y la gentrificación: “Málaga es un escaparate excepcional para todo tipo de novelas, incluidas las de corte negro. Historia de un suicida está ubicada en Hoyo de Esparteros como un pequeño homenaje al edificio de La Mundial y a esa Málaga que desaparece cada día un poco más, como ha ocurrido con El Perchel o La Trinidad. Me gusta mucho que escritores de la talla de Pablo Aranda o Antonio Soler, por ejemplo, decidieran radicar las historias que creaban en Málaga. Al fin y al cabo, esta ciudad es también un cruce de caminos y en los cruces de caminos siempre ocurren historias extraordinarias que podemos contar los escritores malagueños, sin caer en el localismo rancio y casposo. Narrar Málaga, desde Málaga, al mundo, que es también una forma de contarnos nosotros mismos, con nuestros defectos y virtudes. Tal vez el principal defecto sea que todo lo que viene de fuera nos parece genial”.

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