“Andalucía se ha conformado con que cuenten su historia desde fuera”
Manu Sánchez | Humorista
El actor y presentador vuelve al Teatro Cervantes de Málaga este fin de semana con ‘El gran emigrante’, un espectáculo en el que un extraterreste propone su versión de los hechos
Málaga/Presentador popular, humorista mordaz, analista fino de la actualidad y artista pegado a la calle, Manu Sánchez (Dos Hermanas, Sevilla, 1985) no es alguien precisamente necesitado de muchas presentaciones. Este fin de semana (viernes 12 a las 18:00 y sábado 13 a las 12:00 y las 18:00) regresa al Teatro Cervantes con su espectáculo El gran emigrante, en el que interpreta a un extraterrestre que viene a la Tierra y aprovecha para dar su particular versión de los acontecimientos.
-¿La mejor manera de reírse de la tribu es salirse de sus filas, verla desde fuera, hacerse pasar por alguien venido de lejos?
-Sí, desde dentro lo que tenemos es, cuanto menos, información sesgada. Y a menudo, directamente, prejuicios. Yo concibo El gran emigrante como un regalo: un ojo virgen que nos cuenta, con absoluta objetividad, como si se tratara de un espejo, cómo ve la cosa, y que desde la distancia nos confirma si lo que nos parece bien está en realidad tan bien y si lo que nos parece mal está en realidad en tal mal. Y que conste que me estoy refiriendo en todo momento a un extraterrestre, no al rey emérito.
-Menos mal. Yo creía que se estaba refiriendo a Puigdemont.
-También, también, desde luego. En estos tiempos tenemos a grandes colados en las filas de las vacunas y a grandes emigrantes.
-¿Pero no estaban antes?
-Sí, bueno, no deja de ser significativa la evolución que han vivido estos personajes de los que hablamos. Pero el extraterrestre de El gran emigrante responde en algunos sentidos a cierto arquetipo que el público reconoce enseguida. En las funciones que haremos en el Teatro Cervantes, el alienígena llega a Málaga y se comporta como un turista más. Incluso actúa con esa especie de chulería, de supremacismo, con el que actúan muchos cuando viajan a otra parte, como mirando por encima del hombro. Al principio, el extraterrestre se muestra arrogante, incluso con el público. Pero luego cambian las tornas cuando un falló tecnológico lo deja tirado en la Tierra y se ve entonces en una posición más frágil, más en desventaja.Creo que eso también puede aplicarse a ciertos personajes actuales que han experimentado cambios parecidos. Al menos, desde luego, ya no se ven tan arrogantes como cuando se fueron.
-Estaba pensando que su extraterrestre las pasaría canutas en Málaga: se vería obligado a residir en un apartamento turístico y le saldría por un ojo de la cara.
-Bueno, nuestro personaje tiene una nave suficientemente grande para vivir en ella cómodamente.De hecho, decide anclarla en una azotea, en lo alto de un edificio, y desde allí observa a gusto todo lo que pasa. En el teatro, después, cuenta sus impresiones.
-Volvamos a la tribu. ¿La mejor manera de conocer Andalucía es irse a otra parte?
-Las cosas se ven de otra manera desde fuera, eso es así. Para empezar, cuando estás fuera se destruye cierta idea de normalidad. Yo no sabía que mi acento, por ejemplo, al igual que otras cosas, resultaba exótico hasta que me fui. Y sólo cuando me fui supe que mi acento constituye para algunos un problema. Yo no tenía ni idea de eso: para mí, mi acento, y todas las demás cosas que fuera de Andalucía constituyen una anomalía, formaban parte de la más absoluta normalidad, la misma que después nos tiran a la cara. A mí me gusta pensar en el término surnormalidad, que es la normalidad del sur. Parece que al decir esto me refiero a un grupo reducido de gente, pero si lo piensas, la brújula siempre señala al norte. Estés donde estés, da igual: si te vas al Polo Norte, la brújula seguirá señalando al norte. Así que todos , vivamos donde vivamos, estamos de alguna manera en el sur y compartimos esa surnormalidad.
-¿Qué ha pesado más a la hora de que nos tiren la surnormalidad a la cara, el prejuicio de unos o la indolencia de otros?
-Pues supongo que las dos cosas. Ya el padre de la Patria Andaluza decidió empezar su himno echándonos un rapapolvo: si nos decía “andaluces, levantaos”, es porque daba por hecho que estábamos sentados o, directamente, acostados. Digamos que los andaluces no hemos puesto mucho empeño en contar nuestra historia. Nos hemos conformado con que la hagan otros desde fuera. Y eso trae luego algunas consecuencias. Por ejemplo, nadie duda, ni dentro ni fuera de Andalucía, de que la tierra aquí es muy fértil. Pero si luego dices que la tierra debe ser para quien la trabaja, porque no puede ser que se lleven todos los beneficios a otra parte y que aquí se quede únicamente la mano de obra, pues muchos se indignan, como si hubieras dicho algo malo. Si esa historia se hubiera contado en Andalucía, y no desde fuera, tal vez la situación sería distinta. Con la cultura pasa igual: tenemos a los mejores artistas y a los mejores creadores, eso nadie lo pone en duda. Pero lo que no tenemos es una industria cultural que reinvierta en Andalucía los beneficios que todo ese talento genera. Y estaría bien que en lo que se refiere a la industria se vieran también CIF andaluces. Tenemos mucho por hacer, esto no va sólo de sentirnos orgullosos. No me gusta nada que se diga que Andalucía es el mejor lugar del mundo: el mejor lugar del mundo es el mundo, y Andalucía es el trozo que nos ha tocado en el que trabajar para lograr un mundo mejor. No soy nada chauvinista. En los ombligos sólo hay pelusas.
-¿Siente que de alguna forma las cosas están cambiando, que el prejuicio contra lo andaluz remite o al menos no se exhibe tanto?
-Yo soy muy optimista. Que las cosas están cambiando es evidente. Mis cuatro abuelos tenían una mente privilegiada pero eran analfabetos. Yo tengo una productora y hago obras de teatro. Pero, si las cosas cambian, será, de nuevo, porque seamos nosotros los que contemos nuestra historia. Ahora tenemos unos Goya malagueños y a todo el mundo le parece genial. Que Antonio Banderas es un fenómeno ya lo sabíamos. Pero lo más importante es que Banderas ha decidido crear una empresa malagueña y abrir un teatro en Málaga. Ésa es la diferencia. Es ahí donde debe estar nuestra lucha.
-¿Dónde pone usted los límites de la libertad de expresión?
-Si pienso en los límites de la libertad de expresión, lo primero que puedo decir es que el humor es la pirueta idónea para saltárselos. Yo considero que la libertad de expresión consagra el derecho de cualquiera a parecer un gilipollas. Cualquiera puede emitir su opinión, pero esto no significa que todas las opiniones sean respetables. Y me gustaría pensar que en algún momento la sociedad sabrá responder y reaccionar como es debido ante opiniones no respetables. Que, si alguien hace uso de la libertad de expresión para divulgar ideas xenófobas o machistas, la sociedad responderá aislando a ese alguien, dejando de comprar en sus tiendas. Que conste que hablo de libertad de expresión, no de delitos tipificados. Pero si utilizas el humor, con él puedes saltarte todos los límites. Es así. Por eso mucha gente va a ver a los humoristas como quien va a ver a un trapecista. Un trapecista corre el riesgo de morir, y eso le da mucha emoción al espectáculo. Un humorista corre el riesgo de meterse en un charco del que no pueda salir, y eso también es muy emocionante.
-¿Corren buenos tiempos para la ironía?
-No, qué va. Para nada. Si tienes que añadir el lema ironía on para dejar claro que estás ironizando, estás matando la ironía. Son buenos tiempos para la ironía off.
-¿El virus nos ha hecho mejores?
-Ya lo creo: el que antes era un gilipollas, ahora es mejor gilipollas. El que antes era un paranoico, ahora es mejor paranoico. Y el que antes era repostero, ahora es mejor repostero. Ojalá esto hubiera servido, al menos, para caricaturizarnos. Pero me temo que ni eso.
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