"No es necesario ampliar el museo, ya tenemos un espacio fabuloso para lo que queremos hacer"
Miguel López-Remiro | Director del Museo Picasso Málaga
Recién llegado a su puesto, el nuevo responsable artístico del museo más visitado de Andalucía apunta algunas líneas fundamentales para su actuación, con la educación y la relación con la sociedad malagueña como claves principales
"Quiero contribuir al éxito del Museo Picasso en España y en el mundo"
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Málaga/Licenciado en Economía y Doctor en Filosofía y Letras, Estética y Teoría del Arte por la Universidad de Navarra, máster en administración de empresas (MBA) por el IESE y graduado por el Getty Leadership Institute de la Universidad de Claremont en Los Ángeles, el profesor, artista y comisario Miguel López-Remiro (Pamplona, 1977) es desde el pasado 1 de enero el director artístico del Museo Picasso Málaga, puesto que conservará hasta, al menos, 2029. Su experiencia como subdirector curatorial en el Museo Guggenheim de Bilbao entraña su principal aval a la hora de recibir el relevo de José Lebrero, pero su trayectoria en la gestión cultural abarca otras muchas instituciones y proyectos. No oculta su vocación docente, que asoma cuando se refiere al Museo Picasso como una herramienta educativa. En esta entrevista, concedida este viernes tras su presentación en la pinacoteca, apunta algunas líneas fundamentales relativas a su actuación al frente de la institución.
-La poderosa titularidad picassiana hace de este museo un centro particular. ¿Cuánta utilidad cree que tendrá para usted su experiencia previa y cuánto sospecha que tendrá que inventar?
-Conozco el museo desde su inauguración, lo visité en su momento con Carmen Giménez y desde entonces he venido a menudo. Siempre, en cada visita, encontraba un museo muy serio, muy consolidado, con exposiciones de un nivel muy alto. Y eso es lo que quiero que siga siendo. Por supuesto, siempre que trabajas en un sitio deseas dejar impronta personal, una conciencia discursiva. Tienes una visión de qué puede ser lo mejor para la institución y a partir de ahí te pones en marcha para gestionar lo mejor que puedas las actividades, los equipos, la relación con otras instituciones y las entidades que nos ayudan. Sería complejo dar una respuesta concreta a tu pregunta, pero sí puedo decirte que he participado en proyectos que presentaban notables confluencias con el Museo Picasso Málaga. Y que, desde luego, pondré toda la experiencia atesorada al servicio del museo.
-Llega usted al Museo Picasso en un momento dulce, después del año con su mayor registro histórico de visitantes. ¿Pesa así la responsabilidad más que al frente de un museo en crisis?
-Es cierto que los números son buenos, pero detrás de eso hay un equipo profesional que explica ese éxito de manera clara. Es lo que me he podido encontrar hasta ahora. Los directores de museos y los agentes culturales prestamos atención a los balances cuantitativos, por supuesto, pero también hay que tener en cuenta claves cualitativas. A mí me interesa especialmente la manera en que el museo puede afectar a una persona que lo visita, cómo puede hacer el museo que esa persona se sienta bien alguien que, por ejemplo, viene a un concierto o participa en una actividad educativa. O cómo podemos ayudar a una persona en riesgo de exclusión social a encontrar cauces para una integración efectiva. Estas cosas son difíciles de medir en cualquier museo, pero también son importantes. Por supuesto que los números cuentan, los museos deben ser equipamientos sostenibles, no podemos hacer como que el recuento de la afluencia no importa. Pero, como gestores culturales, debemos ser conscientes de que lo cualitativo no es menos trascendente.
-¿Reclama usted entonces, al igual que otros directores de museos, nuevos indicadores cualitativos?
-Totalmente. Lo que a mí me gustaría es salir a la calle y preguntar a los ciudadanos cómo valoran el Museo Picasso. Si lo encuentran atractivo, si lo disfrutan, si les hace pensar, si tienen alguna experiencia enriquecedora, si les ayuda a reconectar con determinados valores. Al final, el arte es una maquinaria creadora de artefactos que, en su calidad de signos, nos permiten entendernos en virtud de determinados valores. Y esos valores son cualitativos.
-Imagine que un extraterrestre con una ligera noción de la civilización humana llega a la Tierra y le hace a usted esta pregunta: ¿para qué sirve un museo?
-Pues somos instituciones relativamente jóvenes en la historia de la humanidad. Nacimos hace doscientos años en el seno de un proyecto humanista que entendía que teníamos que democratizar bienes que hasta entonces habían pertenecido a la monarquía y la nobleza. Somos custodios, guardamos cosas, como las wunderkammer o cámaras de las maravillas. Durante todo este tiempo hemos conservado estos bienes pero ahora nos hemos dado cuenta de que quizá somos algo más. Así que nos corresponde empezar a parecernos a algo así como las plazas de las ciudades. Recientemente, un artículo publicado en el Wall Street Journal exigía menos catedrales y más plazas para la cultura. De eso se trata, no sólo de conservar el patrimonio artístico, también de hacerlo pivotar para poder congregar a más personas a su alrededor. Somos, fundamentalmente, espacios educativos.
-Pero, ¿es el público local es la oveja negra, o el vellocino de oro?
-En todos los museos urbanos que conozco la seducción del público local es complicada. Creo, eso sí, que hay en todo esto una clave relacionada con la psicología de la percepción. He tenido la suerte de acompañar a amigos que viven en Madrid cuando visitaban por primera vez el Museo del Prado. Y se da una emoción muy curiosa cuando entras por primera vez a un sitio con el que has contado siempre, que desde siempre ha formado parte de tu itinerario vital. Es habitual, claro, que cuando visitas una ciudad quieras conocer sus lugares más significativos, y por lo general eso incluye a los museos. Digamos que eso ya está hecho. Y es importante. Pero no lo es menor lograr que alguien que ha nacido aquí o que ha vivido aquí siempre tenga la sensación de que ahora sí está terminando de conocer su ciudad, de que tenía esta cuenta pendiente, cuando entra en un museo. Creo que, para lograr este objetivo, las actividades culturales recurrentes que se programan más allá de las exposiciones son fundamentales, porque obedecen a unos hábitos más afín al público local en cuanto a horarios. Hace unos días estuve en un concierto de un cuarteto de la Orquesta Filarmónica de Málaga aquí en el auditorio del museo y creo que el público, que por cierto llenaba la sala, era en su totalidad local. Por no hablar de los talleres educativos, donde la participación es también de proximidad casi de manera exclusiva y en los que a menudo son los hijos los que tiran de sus padres para que vengan al museo. En cualquier caso, te diría que las principales preocupaciones de los directores de los museos tienen que ver con los públicos locales, el público joven y universitario y las personas en riesgo de exclusión social. Vivimos tiempos de una cultura líquida, la cultura está en todas partes, también en las redes, a menudo donde menos se la espera.
-Respecto a la exclusión social, la gentrificación que sufren ciudades como Málaga ha generado nuevos mecanismos de marginalidad. ¿Considera que, en cuanto polos de atracción turística, los museos tienen alguna responsabilidad en este sentido y que, por tanto, les corresponde proponer soluciones?
-Sí, desde luego, los museos tienen que hacer esa reflexión, sobre todo los que, como el Museo Picasso, se encuentran en los centros de las ciudades. Siempre atendemos a las externalidades positivas, pero también hay que ver qué sucede con las negativas. Los museos no pueden desentenderse de eso y les corresponde también, como dices, aportar posibles soluciones, incluso a nivel museístico. Si somos instituciones educativas, que asumen entre sus objetivos la generación de conocimiento, hay que aplicar ese conocimiento a los impactos menos amables para corregirlos. Algunos museos, por ejemplo, desarrollan actividades en entornos periféricos con la intuición de influir en ellos de manera creativa. Tenemos que contribuir a ese debate y generar espacios urbanos más saludables y acogedores.
-¿Vaticina cambios en los próximos años en la colección permanente del museo, más allá de la nueva exposición que se inaugurará en marzo?
-La colección del museo, además de constituir un patrimonio artístico único, es un activo fundamental en la relación del Museo Picasso con otros museos e instituciones internacionales. Y queremos crecer en ese sentido. El apoyo que obtenemos de alguien como Bernard Ruiz-Picasso a la hora de favorecer préstamos e intercambios es impagable. Desde luego, contamos con el prestigio internacional y con el equipo técnico necesarios para que las redes de colaboración sigan creciendo. Que tengamos a la familia Ruiz-Picasso vinculada directamente a la gestión del museo nos permite llegar a ciertos coleccionistas con los que resultaría muy difícil contactar de otro modo. El mundo museístico pasa por la asociación de personas con sensibilidades parecidas y por la implicación de esa unión en la creación de proyectos virtuosos. Si reparas en el Patronato del Museo Picasso y en su historial de exposiciones, comprendes de inmediato que las redes son en este sentido bien sólidas.
-El anterior director del museo, José Lebrero, apuntó en su momento que, dado el crecimiento de la colección, la institución tendría que plantearse una ampliación de sus instalaciones a medio plazo. Aquel aviso no tuvo consecuencias, pero ¿ha pensado usted algo al respecto?
-No. Lo que sí sé es que tenemos un espacio más que interesante para lo que tenemos y para lo que queremos hacer. Se trata además de un espacio en una ubicación extraordinaria, que ha impulsado un verdadero campus de museos concentrado en el centro de Málaga. Disponemos de una arquitectura fabulosa y más que suficiente para lo que queremos desarrollar.
-En cuanto a las exposiciones temporales que podremos ver a partir de 2025, insiste usted en la idea de poner a Picasso en el centro. ¿Podría ser más preciso?
-Sí, la idea es que Picasso afecte siempre a nuestra programación. Ahora bien, puede hacerlo de manera directa o más colateral. Lo que puedo avanzar, dejando claro que la programación se hace siempre en equipo y que contamos tanto con el Consejo Ejecutivo del museo como con su Patronato, es que tendremos en cuenta todo lo programado hasta ahora para ver de qué manera podemos dejar nuestra propia impronta, partiendo de la base de que estamos en un lugar soñado por Picasso, lleno de historia y de posibilidades narrativas. Personalmente, tengo mucha ilusión y muchas ganas de afrontarlo.
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