Miquel Barceló: la digresión continua
Museo Picasso Málaga
El Museo Picasso presenta con la presencia del artista la exposición 'Miquel Barceló. Metamorfosis', que reúne un centenar de obras realizadas entre 2014 y 2020 y que podrá verse hasta septiembre
Málaga/Era sólo cuestión de tiempo que el Museo Picasso Málaga acogiera una exposición de Miquel Barceló (Felanich, Mallorca, 1957), dadas, al menos, dos premisas esenciales: la amistad del artista con Bernard Ruiz-Picasso, cultivada desde hace ya varias décadas; y, más aún, las muchas conexiones estéticas que cabe advertir entre Barceló y Picasso, especialmente a la hora de entender la creación artística como un continuo en constante movimiento y transformación. Ambos, Picasso y Barceló, nutren su obra de referencias e influencias dispares en el tiempo y en el espacio, clásicas, contemporáneas, transatlánticas, próximas: el primero con su legendario compromiso con el sedentarismo, el segundo en la identidad de un nómada guiado por la aventura, los dos confluyen en una incorporación caníbal de registros, formatos y herramientas sin entender de fronteras ni de distancias, concebido el mundo como un caldo de cultivo para sus motivos y estímulos. Si Terencio afirmó que nada de lo humano le era ajeno, Miquel Barceló y Pablo Picasso confieren a esta idea una praxis definitiva a través del arte. Puede decirse, por tanto, que el mallorquín y el museo malagueño se venían buscando desde hacía tiempo. De hecho, la exposición en cuestión estuvo anunciada para el año pasado, aunque la epidemia del coronavirus obligó a su aplazamiento. Finalmente, aquí está: el Museo Picasso Málaga presenta la exposición Miquel Barceló. Metamorfosis, que podrá verse hasta el próximo mes de septiembre y en cuya puesta de largo ante los medios participaron este lunes el director del Museo Picasso, José Lebrero; el director territorial de Caixabank en Andalucía Oriental y Murcia, Juan Ignacio Zafra; el presidente del Consejo Ejecutivo del Museo Picasso, Bernard Ruiz-Picasso; el comisario de la muestra, Enrique Juncosa; y el propio Miquel Barceló, lo que, tal y como apuntó Lebrero, constituye una anomalía singular en la historia del Museo Picasso, ya que desde su fundación únicamente había dedicado una exposición a un artista vivo: la celebrada en 2012 con obras de Richard Prince. Aunque se había barajado la posibilidad de que acudiera el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla (descartada finalmente en la tarde del domingo), no asistió ningún representante del Gobierno andaluz.
Metamorfosis devuelve a Miquel Barceló a Málaga tras la Obra africana que presentó el propio artista en el CAC en noviembre de 2008, con un centenar de obras realizadas entre 2014 y 2020 en una gama de soportes que incluye cerámicas, pinturas, acuarelas, cuadernos de viaje, esculturas y una instalación escultórica en bronce que ocupa el patio central del museo y que representa un puñado de cerillas usadas de gran tamaño. El eje central de la muestra lo componen las acuarelas realizadas para la edición de la Metamorfosis de Kafka que encargó al artista la editorial Gallimard y que publicó recientemente en España el sello Galaxia Guntenberg. Estas acuarelas, tal y como explicó Enrique Juncosa, representan en gran medida la evolución del artista en los últimos año no sólo en términos filosóficos, sino directamente materialistas, un tanto a imagen del propio Franz Kafka: "Kafka trabajaba con el lenguaje como si se tratase de un material, y del mismo modo las ilustraciones de Barceló están hechas a partir de las características de la propia acuarela. No se trata de una mera representación de lo que cuenta el texto, sino de una prolongación de los efectos mismos de la acuarela en una especie de fantasía, algo que se percibe ya en algunas acuarelas realizadas anteriormente en India y Tailandia así como en las ilustraciones de otras obras literarias como la Divina Comedia o el Fausto de Goethe". Al dejar a la acuarela trabajar por sí sola, Barceló obtiene un argumento esencial en el color: "De hecho, las acuarelas le han llevado a incorporar en los últimos años nuevos pigmentos, con lo que sus acuarelas más recientes presentan colores más vivos respecto a las anteriores. Lo mismo puede decirse de su pintura, y también de sus cerámicas, que si bien antes tenían el mismo color del barro ahora lucen una pátina más diversa". Es en la cerámica, precisamente, donde con más claridad se intuye la asunción de la metamorfosis como credo por parte de Barceló, con obras ampliamente modificadas, manipuladas, negadas, afirmadas, nunca terminadas.
"La cerámica es para mí una caricatura de la pintura, una manera de convertir lo que hago en algo irrisorio y así empezar de nuevo", apuntaba este lunes al respecto, con intención desmitificadora, el propio Miquel Barceló: "Pero también puede entenderse como una pintura pasada por el fuego, lo que tiene mucho sentido ya que yo he pasado antes mis pinturas por el humo, por las termitas... Me interesa la cerámica porque es frágil. De hecho, me parece un milagro que hayan llegado todas estas piezas aquí. Tanto es así que una de las obras que hemos traído está desapareciendo poco a poco. Me equivoqué al hacer la cocción, metí en el horno una arena que se acabó convirtiendo en una especie de cal que se va degradando. Así que si volvéis a ver la obra dentro de un tiempo, será algo completamente distinto". En cualquier caso, Barceló admite su cercanía al Kafka que empleaba el lenguaje como un material: "Mi obra no es sólo lo que se ve, también es el material del que está hecha. Ahí está mi lenguaje".
Tanta es la obsesión de Barceló por el material que no duda en investigar a fondo cada recurso empleado hasta encontrar relaciones insospechadas. Precisamente, el mayor uso del color ha tenido consecuencias directas en este sentido, como el caso del hexacianoferrato férrico de potasio, más conocido como el Azul de Prusia: "Este pigmento empezó a comercializarse con rapidez en Europa mientras Kafka escribía la Metamorfosis, entre 1912 y 1915. Y tuvo mucho éxito, esencialmente, porque era muy barato. De hecho, los monos de los obreros comenzaron a tintarse de azul porque resultaba más económico. Picasso lo había utilizado ya algunos años antes, en su periodo azul, en parte por las mismas razones: los rojos eran caros, los verdes también, pero el pigmento azul era muy barato. Algunos años después, los nazis emplearon exactamente el mismo proceso químico desarrollado para la creación del Azul Prusia en las cámaras de gas de sus campos de concentración. Y parece que Kafka tenía las paredes de su dormitorio pintadas con el mismo pigmento, así que no se me quita de la cabeza de la idea de que esta pintura tuviera en él consecuencias alucinógenas. De modo que hay toda una confluencia de cosas en torno al Azul Prusia, con Picasso, Kafka, Auschwitz, los obreros y todo eso, que me parece fascinante".
Preguntado por cierto por José Lebrero sobre sus vínculos artísticos con Picasso, Barceló tiraba este lunes, de nuevo, de aire desmitificador, aunque no por ello menos sentido: "Cuando tenía 8 o 9 años, mi artista favorito era Walt Disney. Con el paso del tiempo dejó de serlo, por diversas razones. Poco después descubrí a Picasso, que pasó a convertirse en otro de mis artistas favoritos. En cuanto tuve ocasión visité todos los talleres de Francia en los que había trabajado. Quería ver si se me quedaba algo suyo. La diferencia es que Picasso sigue siendo uno de mis artistas favoritos, como Tintoretto, como Jackson Pollock. Son artistas con los que empiezo a dialogar de inmediato en cuanto veo una obra suya, como si estuvieran vivos". Tal vez dio el artista la clave más significativa al término de su intervención, cuando quiso pedir perdón por su manera de divagar: "Sé que hago digresiones constantemente, pero es que toda mi obra es una pura digresión". Así es: una continua ruptura de los márgenes, un ensanchamiento de la mirada y el sentido en el que cada matiz, incluido el menos advertido, el más despreciable, encuentra su sitio.
A la espera de una intervención en junio
Junto a la exposición de Miquel Barceló, y como es habitual en el Picasso, el museo ha organizado un amplio programa de actividades complementarias con talleres para familias y para adultos, visitas guiadas, propuestas educativas para los más pequeños y la continuidad del ciclo El Otro Museo, que propondrá encuentros con los libreros de Málaga en torno a los libros de viajes, una cuestión clave en la biografía de Miquel Barceló. Igualmente, el museo ha producido un documental de una hora de duración que puede verse de manera complementaria a la exposición y un catálogo bilingüe que estará disponible próximamente. Pero quizá la cita más atractiva sea una intervención artística en el Museo Picasso a manos del propio Miquel Barceló: el director del museo, José Lebrero, lanzó el órdago este lunes en la presentación de la muestra y el propio artista recogió el guante y señaló el mes de junio como fecha más probable para el acto, todavía en cualquier caso pendiente de concreción y de la evolución de la pandemia. Eo idilio entre el Museo Picasso y Miquel Barceló ya es por tanto oficial y tendrá, presumiblemente, nuevos capítulos a corto plazo.
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