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Málaga/Se explica Raúl Rodríguez (Sevilla, 1974) con un caudal de argumentos y referencias. Las ideas bullen en su cabeza a la par que las emociones, con razón y con sentido, con tanta claridad como pasión. Su tono es el de los profesores capaces de contagiar el entusiasmo a sus alumnos. En su caso, sin embargo, su formación como antropólogo encontró en la música con la que creció en su casa el cauce perfecto para articular su discurso. Lo hizo primero como guitarrista de la mano de Martirio, su madre, además de Kiko Veneno y otros aliados a lo largo de un aprendizaje consciente y sereno, a los que se unieron después amigos como Santiago Auserón y Jackson Browne. Dentro del grupo Son de la Frontera, una de las revoluciones más sonoras que ha experimentado el flamenco en su historia, breve pero definitiva, introdujo el tres cubano en el género como primera señal de su intención más pegada al mestizaje. Aquella intención cristalizó en su primer disco en solitario, Razón de son (2014), al que siguió en 2017 La raíz eléctrica como continuación de una trilogía que completa ahora La razón eléctrica, celebración libérrima de la negritud como matriz esencial de la música en un abanico que se extiende entre África y América. Y ahora, cerrado al fin el órdago, cabe destacar esta trilogía como uno de los hallazgos más felices de la música popular española reciente. Esta semana, Rodríguez visitó Málaga por partida doble, con una conferencia sobre la negritud en el flamenco en el Museo Carmen Thyssen dentro de la Bienal de Flamenco y un concierto, en formato showcase, en el Tercer Piso de la Librería Proteo de la mano de Héctor Márquez para la presentación de La razón eléctrica. Implicado ya al cien por cien en una nueva gira en formato trío, Rodríguez atendió también a Málaga Hoy para detallar el alcance de su aventura, llena de ritmo y rebeldía.
Su trilogía obedece al criterio del antropólogo hasta verterse en un planteamiento de tesis, antítesis y síntesis, como tres partes de un proyecto único. "La tesis la hice en Raíz de son y tenía que ver con las conexiones musicales y artísticas entre Andalucía, África y el Caribe. Pero después comprendí que había que comprobar aquello en el terreno, que tenía que viajar, estar en los sitios, llevar el planteamiento a la práctica y someterlo a todas las contradicciones posibles. De ahí nació La raíz eléctrica. Ahora, La razón eléctrica ofrece una síntesis de todo el proceso". Destaca Rodríguez que, en todo caso, el principal objeto de estudio ha sido él mismo, "pero no como una autobiografía, sino como una autoetnografía. He acudido a mi experiencia para hacer un ejercicio de traducción cultural, para intentar clarificar algunas cosas. Se trataba de hacer una antropología de la realidad del arte, del duende, del ingenio, de toda esa mitología. En realidad, en su momento yo había querido hacer este mismo ejercicio desde la antropología académica. Pero, al final, la música ha ganado la partida".
Y lo cierto es que tal odisea, concluida ahora con La razón eléctrica, ha sido madurada a conciencia: "Es verdad que he empezado muy tarde. Comencé a cantar con cuarenta años después de tocar con mi madre, con Kiko Veneno, con Santiago Auserón, con Jackson Browne, con Caraoscura, con Son de la Frontera. Pero es que he estado haciendo un trabajo de campo durante treinta años. Un trabajo hacia adentro, porque es ahí donde está la realidad, no fuera. Al mismo tiempo, he necesitado pasarme esos treinta años metido en una furgoneta, yendo de acá para allá. Y necesitaba hacerlo con otros músicos que fuesen incorruptibles en lo creativo. Nunca he tenido en este tiempo la sensación de estar trabajando. No ha habido un interés de ese tipo. Ha sido la investigación de un antropólogo". ¿Y a qué conclusión le ha llevado su investigación? Raúl Rodríguez lo expresa sin medias tintas: "Mi conclusión es que hay una mecánica en el arte, un chispazo, un sistema. Lo que pasa es que no lo vemos. Mi intención ha sido siempre explorar la posibilidad de mezclarse sin que eso sea un delito. Y pienso seguir en ello". Cada uno de los álbumes de esta trilogía, por cierto, ha sido publicado en formato libro-disco con abundante documentación al respecto.
Al igual que sucedía en Razón de Son, Raúl Rodríguez se hace cargo prácticamente de todos los instrumentos, con la excepción de algunos viejos colaboradores. La diferencia es que en La razón eléctrica la paleta instrumental se ha visto considerablemente ampliada: "Yo toco casi todos los instrumentos, incluida la kora (doble arpa africana fabricada con una calabaza), que tiene todas las cuerdas del mundo. En un principio iba a tocarla otro músico que al final no pudo venir en el plazo programado, así que me encerré con una un día entero en el estudio hasta que encontré la mecánica, lo bastante al menos para poder grabarla". Lo hace en temas como La tormenta de arena, una canción "inspirada en mi viaje a Mali y mis encuentros con el maestro Toumani Diabaté, que había tocado ya con mi madre en Excalibur, un tema de Cristalitos machacaos". Esta disposición en solitario ha resultado al artista particularmente eficaz a la hora de elaborar la síntesis de su propio bagaje musical: "Cuando tocas con un grupo, buscas una cierta armonización. Y para eso estableces límites. Cuando tocas solo, lo vuelcas todo, vacías la mochila y luego pones todo eso en marcha, vas tejiendo redes desde la intuición más pura. Por eso todos los temas hablan de mí, de una forma u otra. De un músico que va buscando su sonido de la manera más libre". Habla Rodríguez en este sentido de ideas que van y vienen, que se detienen y fecundan, y de la labor del músico como un modo de dejarse fecundar: "Entre África y el Amazonas se extiende un verdadero corredor de semillas, que viene de África y termina germinando en América. En este corredor tiene mucho que ver la calima que llegó el año pasado aquí y cuyo viaje transcurre habitualmente entre el Sahel y el Amazonas. Pues bien, las ideas se desplazan exactamente igual. Si eres capaz de prestar atención y estás dispuesto, esas ideas pueden germinar y dar fruto. Así funciona la música".
Al igual que en sus anteriores discos, Raúl Rodríguez defiende en La razón eléctrica un sonido puro, limpio y directo a modo de resistencia: "En el estudio hay muchos trucos, y renunciar a todo ese catálogo de trucos es revolucionario. Una locura política. Yo no creo que haya que manipular tanto el sonido como manipular lo que se está haciendo para hacerlo comprensible, dejar que lo que haces cante por sí mismo, que saque el valor que ya tiene. Y aprender a callarse. Yo no le tengo miedo al silencio. Cada vez estoy más convencido de que lo importante no es dónde suena cada nota, sino dónde se calla. En el flamenco, la métrica es muy clara y asume el valor exacto de cada nota con mucha fuerza, sin necesidad de meter un quejío, ni un ole, ni una palma, ni de alquilar un cantaor". Y añade: "Particularmente, creo que trabajar con el sonido más puro me hace sentir más independiente. A ver, hay cosas muy interesantes con la experimentación de sonidos, puede darse mucha vida ahí. Pero, ¿sabes lo que pasa? Que no me fío de la cultura. Como decía Rafael Chirbes, la buena letra es el disfraz de la mentira. Y yo huyo de la buena letra. El instrumento que mejor toco es la guitarra flamenca, que es el único que no meto en mis discos. Eso sí, cuando camino, procuro no pisar la huella del que va delante. Para mí, la virtud puede ser muy corruptora".
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