Joan Carreras: “No me interesa el teatro que se postula en una corriente”
Teatro del Soho Caixabank
El actor protagoniza el próximo sábado en el Teatro del Soho ‘Historia de un Jabalí (o Algo de Ricardo)’, un monólogo escrito y dirigido por Gabriel Calderón con el que ganó el Premio Max
Málaga/En Historia de un Jabalí (o Algo de Ricardo), el dramaturgo y director uruguayo Gabriel Calderón quiso centrar toda la atención del espectador en un actor que aspira a representar el papel de su vida: nada menos que el Ricardo III de Shakespeare. Desde su comparecencia bajo los focos, la ambición de la que el intérprete hace gala para garantizarse el personaje corre en paralelo a la del propio arquetipo shakespeareano, dado que los dos están igual de dispuestos a eliminar cualquier obstáculo para lograr sus objetivos, hasta las últimas consecuencias. Tras un primer montaje estrenado en Uruguay en 2014, la segunda producción de la obra vio la luz en Barcelona en diciembre de 2020, gracias a la alianza de Temporada Alta y el Grec, con Calderón en la dirección artística y con el actor Joan Carreras en escena. Desde entonces, el éxito de la propuesta ha sido siempre creciente, con el favor del público y con reconocimientos como el Premio Max concedido a Carreras como mejor actor. El espectáculo llegará el próximo sábado 11 de junio al Teatro del Soho Caixabank y la recomendación a los interesados para que no se la pierdan pocas veces ha sido tan oportuna.
Actor de trago largo, con tanto poso como oficio, Joan Carreras (Barcelona, 1973) obtuvo una más que notable forja como intérprete en el Teatro Lliure de la mano de Álex Rigola, con quien trabajó en espectáculos como Santa Juana de los Mataderos, Glengarry Glen Ross, 2666 y La gata sobre el tejado de zinc, que pudieron verse en el Teatro Cánovas de Málaga en los años de mayor esplendor del escenario del barrio de El Ejido. “Es una pena que las obras del Lliure dejaran de ir a Málaga, una ciudad que tanto ama el teatro. En general, la distribución se ha mermado considerablemente en los últimos años. Por eso es una alegría poder volver a girar con Historia de un Jabalí”, apunta el propio intérprete al respecto. Que hablemos en esta ocasión de un monólogo ha facilitado seguramente las cosas, pero Carreras se refiere a su presencia sola en escena como un reto fundamental en su carrera: “Se trata de mi primer monólogo y, la verdad, ha llegado en el mejor momento posible. Esta obra me ha permitido profundizar en la gestión de mis emociones como actor, en lo relativo a mí mismo y también al público. El trabajo con Gabriel Calderón ha sido clave para abordar este proyecto no desde la tensión, sino desde el amor y el humor, con ironía y complicidad, por mucho que hablemos de un tema tan oscuro como la ambición”. Aclara Carreras que ese Algo de Ricardo es mucho: “El personaje está pleno, intacto. Quienes busquen la creación de Shakespeare saldrán satisfechos del teatro”.
En este sentido, que Ricardo III sea un título recurrente en la escena mundial, y muy particularmente en España (Historia de un Jabalí tuvo su estreno poco después de otras aproximaciones a la obra de Shakespeare de gran éxito) obedece a que la ambición característica del personaje sigue definiendo con precisión a las sociedades contemporáneas: “O no hemos aprendido nada desde el siglo XVI, o definitivamente estamos hechos de lo mismo”, sentencia Carreras, quien subraya el modo en que Shakespeare sigue poniendo el dedo en la llaga casi cinco siglos después: “Las fuentes históricas señalan que Ricardo III no era un tullido ni una figura tan malévola, pero lo importante aquí es cómo Shakespeare se sirve de la literatura pero convertir al rey en otra cosa, en un personaje que contiene claves decididamente universales”. Si Ricardo III es un regalo para cualquier actor se debe, en parte, “a que te permite salirte de lo políticamente correcto y decir cosas a través de él que, en cualquier otro contexto, no se podrían decir”.
Y tal afirmación sirve en bandeja la pregunta a Joan Carreras sobre si el teatro contemporáneo acusa los estragos de la corrección política a mayor gloria de los indeseables clichés. Su respuesta es, igualmente, directa: “El teatro es una expresión libre en todos los sentidos. Los posicionamientos políticos siempre vienen detrás. Quienes llegan con la intención de hacer un aprovechamiento partidista del teatro lo hacen siempre después de lo artístico, pero es cierto que, a día de hoy, la inercia es muy fuerte. A mí no me interesa el teatro que se postula en una corriente determinada. Al teatro le corresponde el empeño en ser lo más transversal posible, en los ideológico, lo moral y lo social, porque ésa es la base del teatro popular. Si hacemos un teatro demasiado elitista o demasiado lumpen estaremos haciendo un teatro para los muy listos o los muy tontos, los muy ricos o los muy pobres. Pero lo que hay hacer es luchar por un teatro transversal”. Precisamente, Shakespeare entraña un modelo a seguir: “Él escribía contra las élites y las élites se divertían”. Suyo es el Reino.
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