'La tempestad' o el peor error de Shakespeare

El diario de Prospero

Por razones evidentes cabe recibir 'Tempest Project', el espectáculo que presentará el Grec barcelonés el próximo julio, como el testamento artístico de Peter Brook

Pero nunca se sabe

Una escena de ‘Tempest Project’, con Próspero y Miranda según Peter Brook.
Una escena de ‘Tempest Project’, con Próspero y Miranda según Peter Brook. / Philippe Vialatte

Para quienes aman el teatro, para los tarados que consideran a estas alturas que la escena es un acontecimiento importante, seguramente no podrían darse alicientes mucho más deseables que una nueva aproximación de Peter Brook a La tempestad de Shakespeare. Por eso destaca especialmente en la nueva programación del Grec barcelonés Tempest Project, el espectáculo creado por Brook y Marie-Hélène Estienne a partir de la obra original, que podrá verse del 2 al 4 de julio en el Lliure. Señalan desde el Grec que el proyecto "nace de un taller impartido en febrero de 2020 en el Théâtre des Bouffes du Nord, donde, durante quince días, y a partir de la palabra de Shakespeare en su lengua original, Peter Brook y Marie-Hélène Estienne llevaron a cabo una investigación alrededor de La tempestad acompañados de un pequeño grupo de actores: Hiran Abeysekera, Yohanna Fuchs, Dilum Buddhika, Maïa Jemmett, Marcello Magni, Ery Nzaramba y Kalieaswari Srinivasan. Después de un nuevo período de ensayos, este espectáculo se creó en abril de 2021 en el Théâtre Gérard Philipe, Centro Dramatique National de Saint-Denis". Sorprende, de entrada, la elección de un actor africano, Ery Nzaramba, para la encarnación de Próspero, aunque el propio Brook apunta razones bien poderosas: "Otras culturas conviven con la idea de dioses, de magia y de brujería, pero no la europea; de ahí que, tal vez, al menos en la opinión de Brook, le resulte menos forzado interpretar el papel de Próspero a un actor nacido en un entorno donde el mundo invisible es una presencia más real y natural". La jugada, en este sentido, es magistral: si la interpretación de La tempestad en un contexto colonial veía en Calibán al indígena violento, impulsivo e irracional, al negro contrahecho movido por los bajos instintos y carente de cualquier atisbo de civilización, Peter Brook le da la vuelta al mapa y orienta la brújula africana al mismo Próspero, enajenado, sediento de venganza y entregado sin remisión a las ciencias ocultas, a las que se refiere como su arte. He aquí, si se quiere, una verdadera inversión de los polos históricos en el mejor contexto posible: el teatro.

Peter Brook y Marie-Hélène Estienne.
Peter Brook y Marie-Hélène Estienne. / Simon Annand

La idea de que Shakespeare escribió La tempestad convencido de que se trataba de su testamento artístico es compartida de manera amplia y sostenida por expertos como James Shapiro y el propio Brook. Por más que después el Bardo alumbrara otras obras, ya a cuatro manos con discípulos como John Fletcher, el epílogo puesto de boca de Próspero a modo de apología final invita a considerar la primera persona de Shakespeare al respecto. No sería descabellado, en correspondencia, pensar que Brook ha decidido brindar a sus 96 años una nueva mirada a La tempestad a la manera de su propio testamento artístico, aunque nunca se sabe: el Premio Princesa de Asturias aprovechó la pandemia para dirigir una adaptación confinada de varias piezas breves de Beckett y su caudal creativo parece inagotable. De cualquier forma, no deja de resultar emocionante este regreso a un título clave en la producción peterbrookiana, que el artífice dirigió por primera vez en 1968, cuando la crítica tildaba La tempestad no sólo como una obra menor de Shakespeare, sino directamente prescindible. En una Carta abierta a William Shakespeare publicada después de aquel primer estreno (e incluida en el libro Cambiar el punto de vista, que publicó Alba Editorial en 2019 y que reúne artículos y apuntes del propio Brook sobre su trabajo desde mediados de los 40), nuestro hombre escribía, dirigiéndose a su mentor con la mayor ironía: "Supongo que, poco a poco, iba preparándome para aceptar que La tempestad fue tu error más grave. Por supuesto equivocadamente, yo sostenía desde siempre que era tu obra mayor; la veía como una suerte de reverso del Fausto, la última pieza del ciclo final de tus obras sobre la piedad y el perdón, una obra que es, en toda su extensión, una tormenta desatada (...) Sentía que estabas en pleno uso de tu talento cuando decidiste hacerla dura, abrupta, dramática. Que no era casual que en las tres tramas marcases el contraste de un Próspero solitario y ávido de verdad con los señores asesinos y brutales, con bufones oscuramente perversos y ambiciosos (...). Ahora, tras haber leído todas las críticas, descubro que La tempestad es tu peor obra -absolutamente la más mala de todas- y debo disculparme ante ti por no ser capaz de disimular mejor sus muchos defectos". El tiempo le dio la razón a Brook, no a los críticos. Y lo celebramos.

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