Un saquito por San Andrés

Al santo que lleva mi nombre no le agradaba el protagonismo, que siempre era para su hermano Pedro

El otro día fue San Andrés, el día dichoso con el que acabó el pasado mes. Me felicitaron muchos de mi generación, aquella en la que era más importante el día del santo que el cumpleaños. Cuando alguien te decía que tenías que convidarlo. Ahora se dice me tienes que invitar, pero antes se decía me tienes que convidar. Si alguien me decía felicidades yo no me ponía rojo de vergüenza, sino colorao. Y mi madre por San Andrés no me hacía un jersey de lana, sino un saquito. Todo cambia en exceso. Incluso el vocabulario. El otro día Paco el vecino, que pasó siendo niño los peores años del hambre, me contaba que él siempre se acordará de un día de su santo cuando su madre le dio como regalo una exquisita onza de chocolate con almendra. Cuando salió a la calle un niño hambriento se la quitó y se la comió. Desde entonces su madre le decía cada vez que le daba una onza de chocolate: "Anda, cométela aquí que como salgas a la calle te la van a quitar". Terribles aquellos años.

También en la escuela era más valorada tu onomástica que el aniversario de tu nacimiento. El maestro te daba el día libre si era tu santo, pero nunca tu cumpleaños. Eso era para los finolis. Ese día todo el mundo te tiraba de las orejas, una costumbre que se ha perdido y que nunca llegué a saber por qué se hacía. Yo no he soplado velas de cumpleaños en mi vida. Bueno sí, cuando cumplí 66 años que en mi casa se empeñaron que una tarta fuera coronada por ese número en cera. Buscaron entre los cajones y como no encontraron nada más que un seis, pusieron un nueve al revés.

El año que viene cumplo 69, así que servirán los mismos numeritos. A mí me gusta el santo que lleva mi nombre. Un santo al que no le agradaba el protagonismo, que era siempre para su hermano Pedro.

Un día fui a Patras, la ciudad griega en la que fue martirizado, a ver la catedral que lleva su nombre y visitar el sitio en donde están sus reliquias. Por pura curiosidad. Un relicario contiene el dedo meñique, la parte superior del cráneo del apóstol y pequeñas porciones de la cruz en aspa en la que fue martirizado. Aunque lo que más me gusta de ese día es el refrán que dice que en llegando San Andrés, el vino nuevo añejo es. Que llene.

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