Economía

Cultivos más resistentes y saludables gracias a la I+D

Cultivos más resistentes y saludables gracias a la I+D

Cultivos más resistentes y saludables gracias a la I+D

Son numerosos los cultivos que han aumentado considerablemente sus rendimientos en los últimos años gracias a la inversión en I+D de la industria obtentora. Valentín López, presidente de la sección de Cereales y Proteaginosas de la Asociación Nacional de Obtentores Vegetales, señala que, en los cereales la producción por hectárea ha subido de media un 7%, y en algunos casos como en el de cebadas y avenas, se ha superado el 10%. Los crecimientos son especialmente significativos en las variedades híbridas. “El centeno híbrido, por ejemplo, ha supuesto un incremento de hasta el 40% de los rendimientos, una auténtica revolución entre los agricultores”, señala López.

Pero, más allá de los rendimientos, el “gran avance” en estos últimos años ha sido la introducción de variedades “más plásticas y resistentes frente a adversidades climáticas”, con menores requerimientos energéticos y menos necesidad de fertilizantes y agua, así como resistentes a enfermedades y tolerantes a herbicidas. José Antonio García de Tejada, director de Lidea y presidente de la sección de Maíz, Oleagionosas y Cultivos industriales, se refiere, por ejemplo, a las variedades del Maíz bt, cultivos genéticamente modificados “cuya característica principal es la resistencia a los ataques de insectos, concretamente el taladro”. Eso ha traído, afirma, una mejora sustancial en los rendimientos, sobre todo en las siembras de segunda cosecha en Extremadura, Aragón y Cataluña.

En el caso del girasol, no solo se han conseguido plantas más resistentes sino también más beneficiosas para la salud humana, con alto contenido oleico. Además, la industria ha introducido una nueva tecnología, llamada IMI, que ha permitido introducir variedades que permiten el uso del herbicida Imazamox, lo que controla las plagas de jopo “que tanto daño han hecho al cultivo del girasol desde su aparición a finales de los 80”. Estas técnicas también se han incorporado en la colza, cultivo que ya cuenta con diferentes calidades de aceite y con variedades que permiten aprovechar al máximo el nitrogeno presnete en el suelo. Por último, García de Tejada explica que en el algodón se ha logrado mejorar la calidad de la fibra (lo que hace que la industria desmotadora pague un 10% más por el producto) y en la remolacha se ha reducido significativamente la necesidad de agua. En los dos casos también se han disminuido drásticamente las enfermedades.El avance en los últimas décadas es espectacular. Pero deberá ser aún mayor si cabe en los próximos años. Como señala García de Tejada “el incremento de los rendimientos de los cultivos no podrá basarse únicamente en la tecnificación agrícola, dada la tendencia actual de producir más con menos recursos; por este motivo, el papel de la mejora vegetal deberá ser necesariamente superior al observado en el pasado”. Según señala, el ritmo de innovación debe ser un 60% superior al de las décadas anteriores, y para ello van a ser fundamentales las nuevas técnicas de edición genética, que consisten en la modificación de genes que están en a propia planta. A diferencia de los Organismos Modificados Genéticamente (OGM), no se usa material procedente de otros organismos.

Estas nuevas técnicas permitirán acortar plazos para la puesta en el mercado de una nueva variedad. “Sin duda alguna abrirá una nueva forma de trabajar en nuestro sector, con incorporación de nuevas empresas y modelos de negocio, lo cual generará mayor dinamismo. Debates sobre cómo trabajar con esas herramientas se pondrán encima de la mesa y tendremos que buscar soluciones para ponerlas en práctica de una manera ordenada y beneficiosa para la agricultura europea”, señala Valentín López, el responsable en Anove de Cereales y Proteaginosas.

García de Tejada añade que otra gran ventaja, además de disminuir los tiempos, será la posibilidad de tener un “mayor control sobre los riesgos específicos que los científicos desean introducir o modificar en los cultivos”. Esto supone un salto cualitativo respecto a los métodos de mejora tradicionales, que “a menudo implican interacciones genéticas complejas y pueden no permitir un control preciso sobre la herencia de los rasgos”.

El reto es alimentar a más de 9.000 millones de personas en 2050, que no es cualquier cosa. “Estamos dispuestos a hacerlo posible pero para ello tenemos grandes retos que superar y necesitamos tener disponibles todas las técnicas existentes de mejora”, dice García de Tejada.

En esta carrera España ocupa un lugar importante, ya que las grandes multinacionales del sector cuentan con centros de I+D en nuestro país. Pero hace falta, además, de consolidar las nuevas técnicas, “avanzar en el respeto de los derechos del obtentor y su propiedad intelectual, avanzar en el uso de la semilla certificada, normalizar el sistema de reempleo por el agrcicultor y su acondicionamiento en centros autorizados y reducir al máximo el mercado clandestino, principal lacra del sector”, señala Valentín López.

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