Nuria Espert: "Si el teatro sigue bajo sospecha es porque ha hecho bien su trabajo"
Nuria Espert | Actriz
Principal autoridad del teatro español, Premio Princesa de Asturias de las Artes, la actriz llega este fin de semana al Teatro del Soho con ‘La isla del aire’ y descarta que vaya a firmar con esta obra su despedida de los escenarios
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Málaga/Pocas presentaciones necesita a estas alturas Nuria Espert (Hospitalet de Llobregat, Barcelona, 1935), la mujer que lo ha sido todo en el teatro español. Tras el inolvidable montaje de Incendios, de Wajdi Mouawad, la actriz vuelve a ponerse a las órdenes de Mario Gas en La isla del aire, de Alejandro Palomas, en la que comparte elenco con Vicky Peña, Teresa Vallicrosa, Clàudia Benito y Candela Serrat. La obra abre este fin de semana (los días 8 y 9) la nueva temporada del Teatro del Soho Caixabank, donde la intérprete ya protagonizó el Romancero gitano de Lluís PasqualRomancero gitano.
-La isla del aire ha sido presentada como su despedida de los escenarios. Pero, con todo el respeto a la obra de Alejandro Palomas, ¿no piensa que su público habría preferido verla en la piel de Hécuba, o de cualquier otro clásico, para decir adiós?
-Con esto de la despedida hubo un malentendido. En una entrevista le dije a un periodista que, después de esta obra, ya no iba a seguir buscando nuevos textos para futuros espectáculos, y aquello se interpretó como que La isla del aire iba a ser mi despedida. Y, bueno, no es exactamente así. Me resisto aún a dejarlo del todo. Ya veremos qué es lo que viene después. De momento, después de haber interpretado a personajes trágicos como Hécuba, y a todas esas mujeres malísimas que van por ahí matando a sus hijos, hacer La isla del aire entraña para mí un placer enorme. En la obra, cinco mujeres de distintas generaciones en una misma familia se encuentran en una isla en la que deciden aprender a vivir, a pesar de que todas comparten un pasado difícil. Es un teatro lleno de emoción, alegría, humor y sensibilidad, con un texto fabuloso que significó para mí una gran sorpresa. Conocía la obra literaria de Alejandro Palomas, pero no es un autor que haya destacado por su teatro. Sin embargo, ya en las primeras lecturas con Mario Gas encontramos un texto que ofrecía muchas posibilidades para construir un acontecimiento teatral de primer orden. Y así es: es muy fácil conectar con el público a través de esta obra.
-Precisamente, ¿cómo ha sido el trabajo con un viejo conocido como Mario Gas para esta producción?
-Mario y yo trabajamos juntos por primera vez en la Salomé de Oscar Wilde que estrenamos en 1985. Por entonces, él trabajaba como actor en Doña Rosita la soltera, pero encontró la manera de dirigir aquella obra. Luego, en 1998, volvimos a coincidir en Master Class, una obra sobre Maria Callas. En 2016 estrenamos Incendios, de Wajdi Mouawad, que fue una obra muy importante para todos nosotros. Y ahora hemos vuelto a aliarnos por cuarta vez para La isla del aire. Siempre, en cada ocasión, el trabajo con Mario Gas ha sido muy agradable y, al mismo tiempo, muy exigente, muy fructífero. Es un director extraordinario, sin duda.
-Decía que La isla del aire permite una conexión fácil con el público, ¿cómo la percibe?
-Por mucho que, cuando trabajas en escena, pongas toda tu atención en tu personaje, la respuesta del público llega siempre, de una manera u otra. Y, en esta ocasión, la reacción es muy cálida, muy honesta. Luego, cuando sales y ves a toda la gente que te espera en la puerta del teatro, comprendes que esta obra ha tocado al público de manera muy honda. Además de esto, hay teatros en los que esa conexión se da de manera aún más directa. Y, en este sentido, te confesaré que tengo especial ilusión por hacer La isla del aire en el Teatro del Soho. Tuve la oportunidad de hacer allí el Romancero gitano y el lazo que se establece con los espectadores es colosal. Todo el mundo queda muy bien acogido, perfectamente integrado en la representación. Es un lugar muy especial.
-En esta obra trabaja también con actrices de distintas generaciones. ¿Qué opinión le merece la última hornada de intérpretes del teatro español? ¿Está esa tradición en buenas manos?
-En muy buenas manos, sí. Ya lo creo. Mira, si algo se me da bien en el teatro es hacer de espectadora. Soy muy buena. Presto mucha atención a todo lo que pasa. Y eso me ha permitido descubrir a gente joven con un talento descomunal. Más aún, he podido intuir los grandes intérpretes en que iban a convertirse actores y actrices jóvenes a los que vi en su momento, y ha sido un placer confirmar que mi intuición iba por buen camino. De hecho, en el caso de La isla del aire, esto ha sido muy evidente. La tradición, como te digo, está en buenas manos, pero será esa generación de jóvenes intérpretes la que decida qué hacer con ella y cómo. También es fácil, eso sí, encontrar mucho talento en las series de televisión. De acuerdo, no todo lo que se ofrece aquí es de calidad, pero hay muchas propuestas que sí la tienen. Y ves ahí a intérpretes de entre 25 y 45 años haciendo un trabajo fantástico, con capacidad de sobra para seguir aprendiendo. Eso me alegra muchísimo.
-Hablando de la conexión con el público, ¿se ha recuperado ya todo lo que se perdió con la pandemia al respecto?
-No. Queda mucho trabajo por hacer. La pandemia significó un momento muy triste en el que se perdió mucho tejido, sobre todo compañías pequeñas. Luego, sí, los mamuts han seguido creciendo, pero muchos de quienes entonces se quedaron fuera están buscando aún su oportunidad. Y eso es desolador. Durante la pandemia se nos decía que a la larga saldríamos ganando pero, la verdad, no termino de ver claro lo que ganamos con aquello. Queda la esperanza de ver al público disfrutar ante un buen espectáculo. Y me consuela pensar que con La isla del aire estamos contribuyendo a restablecer lo que se había perdido.
-Usted que se enfrentó a la dictadura franquista, ¿cómo ve desde esa perspectiva la cancelación de la que determinadas obras de teatro han sido objeto en los últimos meses desde distintas administraciones públicas?
-A ver, parecido al franquismo, actualmente, no hay nada. Mucha gente de la cultura vivió en aquellos años una situación verdaderamente trágica. Ahora bien, que una institución decida cancelar una representación previamente contratada por una cuestión ideológica no se puede permitir. Es que, sencillamente, no puede ser. Hay que movilizarse contra esto de manera decidida. Y si nos corresponde a los mayores volver a movilizarnos como cuando éramos jovencitos, pues tendremos que hacerlo. Los que corríamos antes delante de los grises deberíamos correr ahora delante de quien haga falta. No podemos permitir que nadie venga a entristecernos, a quitarnos lo que nos hemos ganado. Pero, eso sí, para no permitir esto, lo primero que hay que hacer es votar. Y después, si hace falta, movilizarnos.
-¿Quizá el teatro ha seguido estando bajo sospecha después de la Transición por los mismos motivos?
-Por supuesto. Pero eso demuestra que el teatro ha hecho bien su trabajo. Porque el teatro está para eso, para convertirse en sospechoso. Así ha sido desde que los antiguos griegos se vestían con una túnica para hacer sus funciones. Pero entonces no había un señor de Vox que dijera que dos mujeres no pueden darse un beso en un escenario. Eso está pasando ahora. Y es contra eso por lo que hay que movilizarse.
-Ya que descartamos de momento su despedida de los escenarios, ¿le queda algo por hacer?
-Muchas cosas. El problema es que no da tiempo a hacer todo lo que una quiere. Pero, paradójicamente, cada vez se me hace más extraña la idea de hacer algo que no he hecho aún. Desde la pandemia, el único proyecto que me ha convencido es La isla del aire. No ha habido otra propuesta que me resultara atractiva. Habrá que ver qué dan de sí los textos que ya se están escribiendo. No sólo para mí, para todos los intérpretes, para todo el teatro. De momento, agradezco de veras poder trabajar en una obra tan luminosa como La isla del aire.
-¿Se parece La isla del aire a alguna otra obra que haya hecho antes?
-De entrada, te diría que no. Lo que pasa es que los repertorios que se han hecho antes se cuelan de buenas a primeras en lo que haces ahora. A veces es sólo un gesto, quizá una risa de otra obra que viene a tu memoria. Aunque sabrán más de esto otros intérpretes que hayan tenido una vida más feliz que la mía.
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